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Economía azul: el océano como séptima potencia mundial

A Gunter Pauli se le considera el padre de la economía azul. En 2010, planteó en su libro «The Blue Economy», inicialmente presentado como informe para el Club de Roma, la necesidad de crear sistemas económicos que imitasen los ciclos naturales, reduciendo al mínimo los desperdicios y promoviendo la innovación. De esta forma, surgía un nuevo concepto, que el Banco Mundial define como todas aquellas actividades que implican un uso sostenible de los recursos de los océanos para el crecimiento económico, mejorando la vida, el empleo y la salud del ecosistema marítimo y de las personas que viven de él.

A diferencia de la economía tradicional, que ha explotado los recursos marinos de manera intensiva, esta nueva visión propone un enfoque equilibrado, promoviendo, entre otras cosas, prácticas pesqueras sostenibles, el desarrollo de la energía eólica marina o la protección de los arrecifes de coral como barreras naturales contra los fenómenos climáticos extremos. Un potencial enorme el de océanos y mares, más si se tiene en cuenta que estas gigantescas masas de agua representan el 71% de la superficie terrestre, y apenas generan el 5% del valor económico. Y es que la base total de los activos del océano está valorada en 24 billones de dólares. De esta forma, el «producto marino bruto» anual equivaldría a un país con un PIB comprendido entre los 3 y los 6 billones de dólares. Es decir, si el océano fuese una nación, su economía se situaría como la séptima mayor del mundo y, como entidad económica, sería miembro del G-7.

Bajo el paraguas de economía azul se incluyen sectores muy heterogéneos, que van desde los más tradicionales como la pesca o la acuicultura, a todos aquellos relacionados con las energías renovables marinas, el sector naval, el turismo, el ocio, el deporte, los puertos, la defensa, la seguridad, el salvamento, las infraestructuras, así como actividades de alto valor añadido centradas en la investigación, innovación y desarrollo, como puede ser la biotecnología.

Sectores

España, con 8.000 kilómetros de costa, es toda una potencia en estas áreas, que generan más de 625.000 empleos y contribuyen con más de 20.000 millones de euros en Valor Añadido Bruto (VAB), lo que sitúa a nuestro país en estos dos capítulos en el primer y tercer puesto de la UE, respectivamente, tal y como revela el último «Informe de Economía Azul», elaborado por la Comisión Europea. No obstante, pese a que el estudio corresponde a 2024, se ha realizado a partir de datos de 2021, inmediatamente después de la pandemia, por lo que, de actualizarse, el número de empleos estaría, a día de hoy, cercano a los 930.000 empleos, y el VAB a los 30.000 millones de euros.

María Gálvez del Castillo, CEO de Smart Blue Lab, una consultora que apoya y acompaña a emprendedores y proyectos de economía azul, considera que este concepto y todo lo que le rodea no solo aborda desafíos climáticos y medioambientales, sino que también representa una oportunidad única para la economía española. «Hemos vivido muchos años de espaldas al mar y no hemos aprovechado todo su potencial. Ahora, tenemos la oportunidad de desarrollar este motor de crecimiento económico, mejorando la competitividad y la rentabilidad empresarial. La economía azul traza un camino hacia un futuro próspero, saludable y sostenible», afirma la experta.

Un enfoque sostenible de las actividades marítimas que se traduce en rentabilidad. Y como muestra, un botón. El último informe económico anual sobre la flota pesquera en la UE recoge que se ha producido una mejora sustancial en el rendimiento económico gracias, precisamente, a un enfoque sostenible, con un aumento de los beneficios brutos tanto en 2022 como en 2023 de 1.673 millones de euros. Una apuesta, por tanto, que se traduce en retornos muy importantes. Así, una inversión de 2,8 billones de dólares hoy en cuatro soluciones oceánicas sostenibles, como son la conservación y restauración de ecosistemas costeros, la descarbonización del transporte marítimo internacional, la producción sostenible de alimentos basada en los océanos y la producción eólica marina, reportarían unos beneficios netos de 15,5 billones de dólares en 2050, lo que significa multiplicar por casi seis veces la inversión inicial. «El mundo es cada vez más urbano y más costero. La mayor parte de la población se concentra en la franja litoral, lo que, en consecuencia, aumenta la presión sobre estas áreas, lo que implica la necesidad de gestionar las actividades humanas de manera sostenible. Está demostrado que las empresas que se enfrentan al desafío de innovar mejoran su rentabilidad», añade Gálvez.

Estrategia nacional

Prueba de la importancia que para España tiene la economía azul es el Clúster Marítimo Español (CME), integrado por 149 entidades, que representan a 3.000 empresas. Bajo el lema, «la mar nos une», esta organización que pretende ser un punto de encuentro de todos los agentes y sectores implicados, ya sean privados o públicos. «El Clúster pretende impulsar en España una estrategia nacional de la economía azul y que sea considerado un sector económico clave», expone Javier Garat, presidente del CME y secretario general de la Confederación Española de Pesca (Cepesca). No obstante, no se trata de una tarea fácil, ya que las competencias de las distintas áreas de la economía azul se encuentran repartidas entre diez ministerios. «Nuestro papel es convencer al Gobierno de que la estrategia se plantee desde una perspectiva común», apostilla Garat.

El relevo generacional es uno de los principales desafíos a los que se enfrenta, hoy en día, las actividades vinculadas a la mar. Algo que es evidente en el sector pesquero, pero también en otros como el naval, donde existe un déficit manifiesto tanto de ingenieros como de trabajadores relacionados con la construcción y el mantenimiento de barcos. Por ello, desde el CME, se están realizando distintas labores formativas para dar a conocer las oportunidades laborales que ofrecen estas profesiones para los más jóvenes. En concreto, con Educación Azul, están elaborando una guía con el itinerario formativo de cada una de estas profesiones. «Nuestro objetivo es poner en valor la economía azul y acercarla a toda la sociedad, especialmente a los más jóvenes que son de quienes va a depender el futuro», subraya Garat.

Casos de éxito

Siport21 es una de las compañías que forma parte en el universo de la economía azul. Con sede en la localidad madrileña de Las Rozas, se ha convertido en todo un referente de la consultoría internacional de ingeniería especializada en el estudio de operaciones marítimo-portuarias. La compañía ha inaugurado recientemente su nuevo centro de simulación de entrenamiento avanzado de personal de la marina mercante, que dispone de modelos que reproducen 110 puertos internacionales, 400 tipos de buques con dimensiones y características variadas, y que también tiene una capacidad autónoma para generar nuevos modelos de puertos y embarcaciones. En este cuarto de siglo, capitanes, prácticos y patrones de remolcador de más de 60 países han pasado por las instalaciones de Siport21 para practicar y obtener datos de cómo han de realizarse de forma segura las maniobras de aproximación a los puertos. Una tecnología que también posibilita que las autoridades portuarias puedan verificar la idoneidad de las infraestructuras. En este nuevo contexto de economía azul, la compañía está, asimismo, inmersa en el desarrollo de innovaciones digitales que favorecen la construcción de puertos inteligentes de la mano de tecnologías como la IA o el big data, así como en iniciativas relacionadas con los gemelos digitales, investigación de nuevos combustibles y de energías renovables marinas. En este sentido, participa en el proyecto ECOBUQ, que se centra en el desarrollo de un simulador que evalúa la eficiencia económica y medioambiental de los buques, lo que permite analizar medidas técnicas destinadas a mejorar la sostenibilidad del transporte marítimo, como la adopción de combustibles alternativos, sistemas de propulsión asistidos por viento, paneles solares o hélices de alto rendimiento, entre otros. «Llevamos 25 años trabajando desde una perspectiva innovadora, pero también sostenible. Hemos traído a España un conocimiento que no existía, y fuimos la primera empresa en hacer este tipo de inversión en el sector privado. A lo largo de todos estos años, hemos acumulado mucha experiencia incorporando nuevas tecnologías y herramientas, pero también integrando nuevas soluciones que abarcan distintos aspectos de la transición energética», explica José Ramón Iribarren, director general de Siport21.

Dentro de este contexto de innovación y sostenibilidad, están floreciendo nuevas industrias, como es la alguicultura. El mercado mundial de algas se ha más que triplicado en dos décadas, pasando de 4.500 millones de dólares en 2000 a los 16.500 millones en 2020. Las algas marinas tienen importantes ventajas con respecto a los cultivos convencionales, ya que no necesitan agua dulce ni fertilizantes para crecer. Se pueden cultivar en muchos países en desarrollo para obtener alimento, cosméticos y biocombustibles, y constituyen, además, una alternativa al plástico.

La compañía gallega Porto Muiños está precisamente especializada en el cultivo, la transformación y comercialización de algas, las cuales se recolectan manualmente y respetando los ciclos naturales, asegurando la conservación del ecosistema marino. También destaca en este campo Futuralga, que busca transformar una amenaza, como son las algas invasoras, en una oportunidad de negocio, ya que investiga su aprovechamiento para la creación de productos que van desde alimentos funcionales hasta materiales sostenibles.

Ángel León, conocido como el Chef del Mar, lleva años valorizando los recursos procedentes del mar, con la continua incorporación de nuevos productos a su cocina. Su última innovación es un turrón de plancton que ha desarrollado en colaboración con Torrons Vicens.

Omnivorus, por su parte, es una startup que utiliza la salicornia, también conocida como «espárrago de mar», para desarrollar alimentos innovadores y sostenibles. Esta planta es rica en proteínas de alto valor, antioxidantes, minerales, vitaminas y ácidos grasos saludables. Además, su capacidad para crecer en ambientes salinos la convierte en una opción respetuosa con el medioambiente para la producción de alimentos, especialmente en regiones costeras como Cádiz, donde se cultiva de manera integrada con la acuicultura para aprovechar residuos como nitratos, reduciendo el impacto ambiental. Su uso también tiene aplicaciones biotecnológicas, como su potencial en la prevención de enfermedades cardiovasculares, lo que va más allá de la alimentación.

Precisamente, en este ámbito biotecnológico, una de las compañías más veteranas que también es ejemplo de esta economía azul es Pharmamar. Desde 1986, es reconocida por su enfoque en el descubrimiento y desarrollo de medicamentos innovadores derivados de recursos marinos.

En el campo de las energías renovables, Navantia ha creado la división Seaenergies, especializada en la construcción de elementos para parques de energía eólica marina. Con Eolos Floating Lidar Solutions, se ha centrado en el desarrollo de barcos no tripulados (USV, «Unmanned Surface Vehicles») para inspección y mantenimiento de parques eólicos. Este sistema combina tecnologías avanzadas de sensores meteoceánicos (como LiDAR), drones autónomos y plataformas marítimas automatizadas.

Aplicaciones como Green Navigators realizan una contribución importante a la reducción de la huella de carbono del transporte marítimo, al recoger datos facilitados por el programa de observación de la Tierra Copernicus sobre el oleaje, velocidad del viento o temperatura, a partir de los cuales calcula la ruta óptima de los buques con el consiguiente ahorro de combustible y reducción de emisiones.

Carbono azul

Igualmente, están en marcha varios proyectos y herramientas relacionadas con el cálculo del carbono azul, que se refiere al carbono almacenado en ecosistemas costeros como manglares, marismas y praderas marinas, y que es un área clave en la mitigación del cambio climático, ya que las tasas de acumulación de carbono de estos ecosistemas son hasta 15 veces superiores a los terrestres (carbono verde). En este sentido, Smart Blue Lab trabaja, junto a InnDIH y el centro tecnológico ITI, en una herramienta inteligente para conocer, cuantificar y valorar económicamente el carbono azul de los ecosistemas marinos y costeros y generar escenarios futuros. Se trata de una solución especialmente interesante para empresas y entidades, ya que, mediante la restauración y conservación de estos entornos, pueden valorizar, monetizar y crear nuevos usos y actividades en equilibrio con la naturaleza al mismo tiempo que ayudan a mitigar el cambio climático.

Dentro de esta economía azul, no se puede olvidar el turismo, sector en el que España es una potencia mundial. Ejemplo de la «blue economy» en este mundo es la recuperación de las marismas de Trebujena (Cádiz), que busca restaurar un ecosistema que estuvo desecado durante más de un siglo. El objetivo principal es recuperar estos humedales del Bajo Guadalquivir, favoreciendo la biodiversidad, particularmente la avifauna, promoviendo así el ecoturismo, especialmente el ornitológico, que se ha demostrado tiene un alto impacto económico.

Por tanto, la economía azul no solo representa una oportunidad para abordar problemas críticos como el cambio climático o la pérdida de biodiversidad, sino que también ofrece un camino hacia un crecimiento económico inclusivo y sostenible. Los océanos, hoy más que nunca, deben ser considerados como fuente de vida , pero también de prosperidad.

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