Francisco apuntala su reforma del colegio cardenalicio
Veintiún cardenales de una tacada. Con el décimo consistorio de su pontificado, el Papa Francisco certifica la renovación del colegio cardenalicio que está llamado a decidir el presente y futuro de la Iglesia. Cuando Jorge Mario Bergoglio está a punto de cumplir 88 años dentro de diez días, ha elegido al 80 por ciento de los 140 hombres que estarían llamados a entrar en la Capilla Sixtina en un eventual cónclave. Un grupo que ha cambiado sustancialmente con respecto a los designados por Juan Pablo II y Benedicto XVI, en tanto que ha universalizado el casting, con una significativa reducción del tradicional lobby italiano.
Lo demuestra el hecho de que este sábado fuera encumbrado por primera vez en la historia un arzobispo de Teherán, el franciscano belga Joseph Mathieu, que pastorea a una ínfima comunidad de 2.000 católicos de rito latino en un país de imperante mayoría musulmana como Irán. Junto a Mathieu, también se encontraban nombres de pastores procedentes de lugares tan dispares como Lituania, Serbia, Filipinas, Japón o Argel. Y alguno de los fichajes, especialmente joven, como el ucraniano Mykola Bychok, de 44 años, que es el obispo de referencia de los greco-católicos en Australia. Eso sí, en esta ocasión, y también por primera vez, ningún español entre los elegidos.
Este recambio generacional y sin fronteras no significa que todos los cardenales del pontífice latinoamericano estén cortados por el mismo patrón en lo que a sensibilidad eclesial se refiere, pero sí habla de una mayor pluralidad en todos los sentidos. Además, esta selección tan diversa, unida a los escasos encuentros a escala global que han tenido los cardenales hace que entre ellos no se conozcan y se abra todavía más el abanico ante una futurible quiniela de candidatos papales.
Lo superfluo
A los que recogieronsu birreta en una celebración que arrancó a las cuatro de la tarde en la basílica de San Pedro, Francisco les instó a dejar de lado todo «lo superfluo» y «las cosas secundarias» que puedan distraer de lo realmente importante. «Lo que debe animar su servicio como cardenales es el riesgo del camino, la alegría del encuentro con los demás, el cuidado de los más frágiles», planteó como principal tarea a quienes están llamados a liderar el catolicismo en los cinco continentes.
«Estén atentos a seguir el camino de Jesús. ¿Qué significa esto? Seguir el camino de Jesús significa ante todo volver a Él y ponerlo de nuevo en el centro de todo», remarcó en varios momentos de la homilía que pronunció en el templo epicentro de la cristiandad.
En esta misma línea los animó a ser «constructores de comunión y unidad», así como «testigos de fraternidad» frente a lo que denominó «la carcoma de la competencia». Al Sucesor de Pedro le preocupa que «nuestro corazón se pierda, dejándose deslumbrar por el encanto del prestigio, por la seducción del poder o por un entusiasmo demasiado humano por nuestro Señor». Esta advertencia fue el prólogo para lanzar un examen de conciencia a los que a partir de ahora son reconocidos como sus más estrechos colaboradores en el Gobierno de la Iglesia: «¿Hacia dónde va mi corazón? ¿En qué dirección se mueve? ¿Quizás voy por el camino equivocado?». «Volver al corazón para retomar el camino de Jesús, esto es lo que necesitamos», les recomendó. Haciendo un juego de palabras, el Obispo de Roma compartió que «Jesús es el punto de apoyo fundamental, el centro de gravedad de nuestro servicio, el ‘punto cardinal’ que orienta toda nuestra vida».
En un momento determinado, Bergoglio sí hizo hincapié en que los nuevos cardenales han de imitar a Cristo, siendo capaces de enjugar «las lágrimas de los que lloran». A partir de ahí, elaboró un breve perfil de los vulnerables a los que urge salir al encuentro, como aquellos que están marcados «por el sufrimiento», que «han perdido la esperanza» o están enfermos.
Esta opción preferencial por los pobres que guía a Francisco sí se percibe como un rasgo definitorio, por ejemplo, en las nueva hornada de cardenales latinoamericanos que representan un relevo en cinco países clave: Argentina, Chile, Perú, Ecuador y Brasil.
Este consistorio también ha resultado singular, puesto que uno de los escogidos, el obispo indonesio de Bogor, Paskalis Bruno Syukur, renunció porque argumentó que prefería «crecer en la vida sacerdotal». Lejos de dejar su vacante, Francisco quiso incluir en su lugar al arzobispo de Nápoles, Domenico Battaglia. Para el anecdotario queda de la misma manera el hecho de que el Santo Padre haya reconocido con las vestiduras púrpuras a uno de los trabajadores de la trastienda vaticana: el organizador de los viajes papales, el indio George Jacob Koovakad, oficial de la Secretaría de Estado del Vaticano.
El más veterano
En nombre de todos los purpurados de estreno tomó la palabra el más veterano del grupo y el único que no podría votar en un cónclave, por tener más de 80 años. Lo cierto es que el neocardenal Angelo Acerbi tiene 99 años. Además de tener una más que reconocida carrera como nuncio, lo mismo en Colombia que en Moldavia, es vecino de Francisco, ya que ambos residen en la Residencia Santa Marta y suelen compartir confidencias en el comedor. «Todos estamos unidos hoy por una profunda y viva gratitud al Sumo Pontífice y por un sincero deseo de servir en la unidad eclesial», señaló el embajador vaticano, que remarcó la labor que el Papa está llevando a cabo en favor de la paz y «contra toda guerra».