La inesperada resurrección política de Manuel Valls
«Digo adiós a la política francesa de una manera calurosa y tranquila. Sin importar lo que suceda, me quedaré en Barcelona», decía en 2018 un Manuel Valls decidido a hacer carrera política en Cataluña, la tierra que lo vio nacer. Apenas seis años después se convertía en la mayor sorpresa del nuevo Gobierno de Emmanuel Macron, al tomar las riendas del Ministerio de los Territorios de Ultramar. Un «come-back» inesperado que genera tanto rechazo como intriga. En las redes sociales, sus detractores le lanzan perlas de todo tipo: traidor, oportunista, desertor, ingrato, mentiroso, payaso y un largo rosario de insultos. Pocos se atreven a defenderlo.
Recordemos que Valls fue primer ministro del presidente François Hollande entre 2014 y 2016, enfrentando retos importantes como los atentados de París de 2015 y las fuertes manifestaciones contra la polémica Ley del Trabajo, considerada entonces como un golpe a los derechos laborales tradicionales de los franceses. Con un fuerte apetito por el poder, Valls decidió renunciar a su puesto de «premier» para lanzarse a la aventura soñada de cualquier político: las elecciones presidenciales. Sin embargo, el sueño duró poco. En las primarias del Partido Socialista, Valls salió ampliamente derrotado por su rival, Benoit Hamon. Y es allí donde se produce su primera «traición», cuando decide no apoyar al representante de izquierda que acababa de ganar la candidatura, sino al «outsider» del momento: Emmanuel Macron. El PS puso a Valls inmediatamente en la «lista negra». Le hizo someterse a un proceso disciplinario que terminó causando su expulsión en 2017, tras haber pertenecido a las filas socialistas 37 años.
Apenas meses más tarde, y a pesar de los tropiezos que lo alejaron de una anhelada candidatura presidencial, Valls recibió un nuevo voto de confianza. Esta vez de los electores del departamento de Essonne, al sur de París, que lo eligieron diputado en junio de 2017. Pero Valls cambió pronto de idea. Primero, empezó a ser protagonista de la prensa rosa tanto en España como en Francia, que mostraba fotografías melosas al lado de su nueva compañera, la heredera catalana Susana Gallardo. Valls en bañador, Valls en «short» de tenis, Valls dando besos y caricias bajo el sol español. La seriedad y la credibilidad política del ex primer ministro estaban por el suelo.
En 2018, siguiendo su impulso amoroso, Valls abandonó la Asamblea Nacional francesa para irse a su España natal, decepcionando profundamente a los habitantes de Essonne y de toda Francia. A nivel político, quiso probar la aventura de lanzarse como candidato a la Alcaldía de Barcelona, pero su fracaso estaba cantado. Los catalanes no vieron con buenos ojos que un francés recién llegado dirigiera los destinos de su ciudad más importante. Ni hablar. De la mano de Ciudadanos, solo alcanzó un triste 13% de los votos. A partir de allí, su imagen política se volvió más frágil que nunca: perdedor en España y traidor en Francia. Aun así, a Manuel Valls se le reconoce su rol en el proceso de «frenar» el independentismo catalán, facilitando la reinvestidura como alcaldesa de Ada Colau, a través del apoyo de tres de sus concejales en el Ayuntamiento.
Sin escaño
El exdirigente socialista pasó a ejercer un discreto puesto de concejal municipal que, al cabo de casi tres años, ya no fue suficiente. Para un ex primer ministro francés que había tenido una enorme relevancia en París, el escritorio en el Ayuntamiento de Barcelona ya se le hacía pequeño. El «tranquilo adiós» que había dicho a la política francesa comenzaba a desdibujarse. Valls decidió entonces volver a casa y lanzarse al ruedo una vez más, asumiendo una nueva candidatura a la Asamblea Nacional de Francia en las elecciones legislativas celebradas en 2022. Pero las malas decisiones de los años anteriores le pasaron factura: fue eliminado en primera vuelta.
A causa de esta seguidilla de rechazos, es difícil entender la sorpresiva resurrección de Manuel Valls como nuevo ministro de Ultramar. El mismo François Bayrou –actual primer ministro– no consigue explicar muy bien por qué incluyó a Valls en su Gabinete: «Tiene una personalidad de Kamikaze y me gustan las personalidades audaces».
Los analistas señalan que Bayrou quiso rodearse de políticos con experiencia, curtidos en las épocas más difíciles, para hacer frente a lo que está en curso: un Parlamento dividido, una extrema derecha que sube como la espuma y un presidente cada vez más rechazado.
Del lado de la izquierda, los diputados confirmaron su repudio a Valls. Arthur Delaporte, del Partido Socialista, lo calificó como «la encarnación de la derrota y la traición» y Olivier Faure, primer secretario del partido, lanzó una frase lapidaria en televisión: «Esperábamos la Nochebuena, pero nos ha tocado la noche de los muertos vivientes».
Por su parte, Valls aguanta estoicamente las críticas y dice querer trabajar por la gente de los territorios de Ultramar, especialmente la del archipiélago de Mayotte, golpeada por el ciclón «Chido». «No estoy aquí para arreglar cuentas políticas. En la vida hay éxitos y, sobre todo, fracasos. De eso también se aprende».