El sexto sentido de Jordi Artal
Pongamos que a usted le encanta la
alta cocina, la mejor cocina posible. Bien, deje de leer estas líneas y reserve
mesa ya en el restaurante situado en la calle Entença de Barcelona, número 60.
De hecho, usted irá allí y ni sabrá que se encuentra frente a una casa de
comidas. Porque entrar en Cinc Sentits, del chef Jordi Artal, es atravesar una
puerta oscura sin apenas referencias afuera más allá del nombre y de una placa
que atestigua que atesora dos estrellas Michelin de 2024. Es como si el sitio
ocultara algo sumamente valioso o enigmático. Así, el restaurante juega a
desconcertar al visitante tanto como a sorprenderlo, al tiempo que lo somete
sosegadamente a una experiencia que va a hacer que ponga en acción sus cinco
sentidos al instante.
La persona que recibe al comensal a la
hora de la cita, cual barquero que facilitará el paso al otro margen del río,
nos introduce con exquisita amabilidad, como si nos contara un cuento
fascinante, a una antesala que solita entra por los ojos. Llama la atención por
lo cálida que resulta, con un maridaje en el mobiliario de madera y metal muy
logrado y una iluminación atinadísima. Uno viene del trajín de la calle y esa es
una magnifica forma de prepararse para la experiencia por venir, bajar las
pulsaciones y respirar. Una auténtica descompresión.
Se está en ese espacio gris, casi futurista, que a la vez evoca el origen de la vida de campo familiar de Artal, entre los olivos de la Torre del Español (Tarragona). Es el momento de degustar, sobre un tronco vertical a modo de mesa alta, y de pie, tres aperitivos absolutamente magistrales, de un arte culinario excelso, y un vermut delicioso. Uno de ellos es de arengada a la brasa, con una humareda que podía trasladarte ipso facto al campo, al norte, al frío de pueblo. Espectacular. Es en esos instantes cuando el olfato parece el sentido más potente, más primitivo. Nunca olvidas un olor.
Estar como en casa
De ahí se pasa al salón, donde uno
sólo puede decir que es sentirse, nada más sentarse, como en casa, en medio de
un diseño fabuloso que merece resaltarse y que se incorporó en una reforma que
en 2018 Artal emprendió para su negocio. De esta manera, el estudio de diseño
al que confió todo eligió una piedra sinterizada, de la marca superficies
que también participan de lo sensitivo, por su suavidad y color tenue, todo lo
cual confiere al conjunto un irresistible encanto de intimidad. Esta sensación
de calma contribuye a pasar un largo rato disfrutando del lugar sobremanera, en
buena parte, gracias a los camareros de sala, todos excelentes a la hora
de introducir cada plato y su correspondiente vino.
La precisión y cortesía, no exenta de
complicidad a medida que va avanzando el ritmo del ágape, de estos
profesionales demuestra cómo de cuidadoso es otro sentido en Cinc Sentits, el
sexto: el del tacto alrededor del vínculo personal, el de prácticamente tener
una mirada psicológica de aquel que se va a sentar a la mesa, como nos dirá
posteriormente el bueno de Artal. En fin, como no podía ser de otra manera, a
la hermosura visual de cada plato se le acompaña de una impresión que será
continua y siempre asombrosa: el hecho de que todo está riquísimo, todo es
original, todo es fascinante. Entre la abundancia de cosas buenas, es imposible
elegir, pero citemos, a modo de ejemplo, platos que pueden consistir en lo
siguiente: «gamba ahumada y a la brasa, esferas de mantequilla de jamón
ibérico, rosa de cacao, consomé de gamba clarificado con aceite de pimiento
rojo»; «calabaza rustida, croqueta de ternera, esencia de calabaza»…
Dos menús cambiantes
Ya sea por medio del atún, la castaña,
el fuagrás, el bacalao, el ciervo o la trufa negra como elementos
preponderantes, o mediante los postres, que llaman «últimas tentaciones» y que
cuentan con delicias tradicionales y de sabor infantil como «pan, chocolate,
aceite y sal», todo en Cinc Sentits resulta memorable: se disponen de dos
menús, uno degustación y otro corto, con la posibilidad de maridaje de vinos, que
cambian según la temporada. «Queremos que cada plato conlleve una sensación de
disfrute que se sucederá de nuevo con cada plato posterior… una cadena de
sensaciones a cada cual más sorprendente», se lee en la página web del
restaurante. Algo frente a lo que sólo cabe asentir.
Sobre todo, si se tiene la fortuna de
gozar de un plato extra, fuera de la carta, que consistió en el encuentro con
el propio chef. Este, tan cordial, muy generosamente nos relató su historia
personal y familiar, su trayectoria profesional, sus renuncias y aciertos y,
sobre todo, su pasión y apuesta por la gastronomía. Cuando, como apuntábamos
antes, nos explicó que lo que pretendía ofrecer era una atención «ad hoc» a los
diferentes tipos de comensales, pensamos que a esos cinco sentidos del nombre
del local se le tendría que añadir uno más, el sexto, la intuición del autor,
que sin duda inunda toda la experiencia.
Por si fuera poco, la música que riega
todo el almuerzo es sutil y pertinente, elección también de Artal, que se
esmera en cada detalle al mando de un grupo de cocineros sumamente jóvenes que,
huelga decirlo, han aprendido de uno de los mejores del sector. Se trata de un
hombre de origen catalán pero de infancia transcurrida en Canadá; en un momento
dado de su trayectoria laboral, salió por hartazgo del negocio de las sitcom y acabó
por decantarse por su verdadera pasión, poniendo en práctica el concepto japonés
«kaizen», o sistema de mejora continua en pequeños pasos que dará considerables
frutos a largo plazo, como podría traducirse por extenso.
El otro restaurante: Sentit Comú
Y una curiosidad: hay una película, «The
Five Senses» (1999), que comparte titulo con el restaurante; es una producción
canadiense que se estrenó tres años antes de que Artal, en un viaje a Cataluña,
se decidiera por apostar por el mundo de la gastronomía como forma de vida,
recordando los fogones de su niñez. El film presenta la peripecia de cinco
personas con una especial relación con cada uno de los cinco sentidos: gusto,
olfato, vista, tacto y oído, y entre las cuales hay una pastelera con un enorme
sentido del gusto.
Lo cual nos remite a otro detalle, el
enésimo, que nos brinda Cinc Sentits, esta vez al abandonar el local: unas
elegantes páginas cosidas, cual libreta, en que se especifica que «comemos con
los ojos antes que con la boca», que «las diferentes texturas de los alimentos
vibran dentro de la boca», que «con la boca y la lengua, mordemos, movemos y
encontramos texturas y contrastes», que «el prefacio del gusto y el sentido más
seductor de la cocina» es el olfato, y que el gusto es «el sentido clave de la
buena mesa, uno de los grandes placeres de la vida y la esencia del arte
culinario». Todo ello con un regalito final encantador: un tubo para echárselo
a la boca y que es la reinterpretación de Artal de la merienda que le preparaba
su abuela Sofia, con el sabor de galletas María y Cola Cao.
Por tantos motivos, cada euro dedicado
a la experiencia de comer en Cinc Sentis lo vale sobradamente. Pero no es la
única opción para disfrutar de las elaboraciones de Artal, que tiene otra
propuesta ubicada en Time Out Market Barcelona, en el Moll d’Espanya, en el
centro comercial Maremagnum. Se llama Sentit Comú y tiene precios asequibles a
cambio de unos manjares sencillamente maravillosos: frankfurt
con mermelada de beicon, cochinillo con manzana caramelizada, canelones de
fiesta mayor de la abuela Sofía, croquetas de gamba con carpaccio de camarones,
tartar de atún rojo con espuma de piparra o ternera 36 horas con salsa de vino
tinto; y para rematarlo, unos postres que son de nuevo puras tentaciones, como
la tarta de queso brulée, o el llamado ¿el mejor flan del mundo?, a lo que
muchos podemos contestar «sí».
Time Out Market Barcelona
En Time Out Market Barcelona, el maestro
Artal no está sólo, pues hay más estrellas Michelin a su lado. Estamos ante un mercado
gastronómico y cultural formidable, que reúne las mejores cocinas de la ciudad
bajo un mismo techo, así como y una de las mejores coctelerías. Este espacio,
abierto desde el pasado mes de julio, ocupa más de cinco mil metros cuadrados y
regala vistas a la Ciudad Condal, al puerto deportivo y al mar. El mercado
acoge catorce cocinas, un restaurante de servicio completo, cuatro bares (dos
interiores y dos exteriores), un espacio para eventos y un estudio de podcast. (El
primer Time Out Market abrió en 2014 en Lisboa, y su éxito trajo consigo que se
abrieran más en ciudades como Nueva York, Montreal, Dubái o Ciudad del Cabo).
López borda la brandada de bacalao con su piel crujiente,
las sardinas ahumadas con tomate y
albahaca o los falsos ñoquis de coliflor, bañados en
parmesano y salvia, el bao
de cordero con salsa
de yogur y menta y la caballa curada con ajoblanco, es decir, toda una mezcla
sabrosísima de sabor tradicional
con toques creativos, como hace todo buen cocinero contemporáneo; en su caso,
por su procedencia, recurre a productos del Delta como las ostras naturales
para elaborar sus platos, o el salmorejo con langostino de Sant Carles de la
Ràpita. Asimismo, cabe citar a la pareja de chefs revelación Lena Maria Grané y
Ricky Smith, del restaurante BaLó, que fusionan tradición barcelonesa y
londinense: el tartar de ternera, el brioche tostado de bogavante o la lubina con salsa de mostaza y
ensalada de col rizada son algunas de sus creaciones más gustosas, dentro de un
abanico enorme al que exponer nuestros cinco sentidos y, si procede, alguno
más.