Finca Cortesin: La armonía del buen gusto
René Zimmer conoce mejor que la palma de su mano cada
recoveco de Finca Cortesin Hotel Golf & Spa, los aromas del
exuberante jardín maduro en las distintas estaciones, la frescura de su campo
de golf de 18 hoyos (premio Acosol 2022 y sede de la Solheim Cup
2023) y, como buen madrugador que es, el silencio histórico de la Torre
de la Sal que custodia la playa desierta, la que recorre cuando despuntan
los primeros rayos, los mismos que no osarían atravesar los cortinajes de
cuatro metros que mantienen inalterable el sueño de los huéspedes. René
también podría describir el crisol histórico de un mobiliario
elegantemente escogido, la calidad y procedencia de las delicadas telas (y
tapices) que decoran las dependencias sin quebrar la armonía y la luz que se
cuela por los ventanales palaciegos de las 67 suites. Y, cómo no,
el managing director de Cortesin Hotels podría relatar la belleza
que derrocha la Sierra Bermeja, la que sabe encandilar, con el duende de
sus ocasos fucsias y bermellones, a quienes la observan desde la terraza
de la maravillosa habitación 37: no falta sobre la mesa de diseño
un tarjetón con una bienvenida de caligrafía impecable, fruta jugosa,
flores y una maceta con piruletas de chocolate que, si no fuera porque estamos
en Finca Cortesin, harían peligrar la compostura.
Tanto conocimiento se debe a su confesable entusiasmo por un
libro de viaje que ha escrito con criterio y al que le sigue dedicando, 15
años después, la experiencia y su mejor versión. Si bien este alemán con
fuerte arraigo emocional en España quería ser biólogo o actor,
finalmente optó por los estudios internacionales que le permitirían
asumir papeles protagonistas en los hoteles más exclusivos del mundo.
«Me gusta inspirarse y aprender de las personas que me rodean. Es
importante escuchar con sencillez, tanto a los clientes que
recibimos en Finca Cortesin, a los que dedicamos todo nuestro tiempo
para que la experiencia sea única y exclusiva, como a todo el equipo,
que en la actualidad supera las 350 personas». La paciencia
también ha sido determinante: cuando en 2009 fue nombrado director de Finca
Cortesin, no dudó en trasladarse durante varios meses a este enclave
ubicado entre Marbella y Sotogrande. Fueron muchos los días, y las
noches, que René Zimmer dedicó a meterse en la piel de cada habitación,
a perfilar sus posibilidades. Donde otros veían una evidente locura de 215
hectáreas, él intuyó un futuro prometedor en el que merecía la pena
dejarse el alma: un resort elegante que expresara, con calidez, el buen
gusto. El lugar donde los clientes encontraran un parentésis vital
para descansar, reconquistar la energía, recuperarse de
«esos bofetones que a veces da la vida», disfrutar o planear el
futuro. Parece que funciona: el 50%, vuelve.
Confuncio y alta decoración
Nada es fruto del azar en este oasis de bienestar,
donde el mimo por el detalle es el lenguaje que todos los huéspedes, con
independencia de su nacionalidad, comprenden cuando pisan la alfombra
empedrada que se adentra en un hotel escrito para los sentidos. Con elegancia
y sin estridencias, la arquitectura de Roger Torras e Ignacio Sierra
va conquistando sin avisar, al igual que el paisajismo de Gerald Huggan
y el gusto que las hermanas Calderón derrocharon en las 67
habitaciones exclusivas, que oscilan entre los 50 y los 200 metros.
La dama de la alta costura Coco Chanel o Rothschild
se encontraban entre el selecto círculo del decorador portugués Duarte Pinto
Coelho, cuyo último proyecto dedicó a Finca Cortesin. Se
aprecia su sello equilibrado entre arte moderno y piezas de
coleccionismo. Un desenlace palaciego, único y ecléctico, personal
y natural, en el que la armonía se compone de contrapuntos muy
elocuentes: desde muebles de época castellanos y otros procedentes
de distintos países, pasando por retratos reales que observan una lejana
azulejería lusa, hasta telas impolutas, tapices y alfombras
árabes que se acompañan de cojines vivaces y libros antiguos.
En la actualidad, la impronta de Lorenzo Castillo se
deja ver en el restaurante Don Giovanni del chef Andrea Tumbarello,
Sol Repsol por su cuidada atmósfera y por la interpretación de la cocina
italiana. No es el único templo culinario que disfrutar en Finca
Cortesin. Bajo el aroma de las glicinias violetas y blancas que
trepan por el cenador, El Jardín de Lutz es ideal para iniciar el día
con un desayuno relajado o para despedirlo, bajo el fulgor prudente
de sus ocho lámparas de cristal de murano, con una carta tradicional
española diseñada con producto de proximidad. Sí, el arraigo a la
tierra es firme. A mediodía, The Pool Restaurant es idóneo para una comida
informal y, si se desea apreciar el punto perfecto de un sabido arroz
con bogavante (de postre, por favor, un helado de coco), hay que
dirigirse al Beach Club, que cuenta con 6.000 m² y la posibilidad
de practicar diversos deportes náuticos.
La noche en Finca Cortesin no sería la misma sin la fusión
mediterránea y japonesa de REI. Parece que aquella máxima de Confucio
«si sirves a la Naturaleza, ella te servirá a ti» ha calado incluso en
los comensales que no están alojados y que llegan al 50%. Navajas
gallegas en sashimi con emulsión de aguacate ahumado, ralladura
de lima y un aire de yuzu terminado con brotes de guisante es
uno de los títulos que resumen una cocina sobresaliente, basada en la gratitud
y el respeto hacia el producto de temporada. El chef Luis Olarra
y su equipo se dejan ver, mientras cocinan arte, ante un público
expectante. La sala no está a oscuras, sino bajo un luminoso ambiente
refinado con ese toque tan Cortesin: el que es capaz de que el minimalismo
nipón armonice, entre un exquisito centro floral, con piezas
portuguesas. La guinda, un cóctel de diseño en Blue Bar, bajo
cuatro alegorías conventuales y música en directo.
Rodeada de un jardín mediterráneo, la brisa se cuela
en Arani. Un entorno íntimo y minimalista ideal para la práctica
meditativa Yoga Nidrá, que aporta una relajación profunda y claridad
mental, o para abandonarse a los relajantes baños de sonido. Este halo
de tranquilidad es una constante en los 2.200 m² de Finca Cortesin Spa,
donde no falta un gimnasio con el último equipamiento Artis by
Technogym, una piscina interior climatizada de agua salada, tres zonas
termales, una cabina de nieve y una sugerente carta de
tratamientos faciales y corporales. Los terapeutas provienen de Bali,
Sri Lanka o España.
¿Infinity pool? Las hay y son perfectas incluso más
allá del verano, porque ya se sabe cómo es el clima en el sur. El
recuerdo de la sucesión de palmeras reflejada en la piscina de
adultos, donde se cuela alguna libélula y lo único que rompe la
tranquilidad es un ligero vientecillo que ondula el agua cristalina
sobre el fondo verde de los azulejos, se agradece de vuelta a la rutina.
En este entorno privilegiado, son muchos los
huéspedes que prefieren disfrutar de sus días en paz. Pero puede ser que,
mientras se degusta un té en el salón árabe que recrearon artesanos
restauradores de la Alhambra, o mientras se pasea entre los patios
andaluces, el antojo pase por el disfrute de algún plan en la zona.
El pintoresco pueblo de Casares, donde se han puesto en marcha
interesantes proyectos culinarios como la brasa andaluza de Sarmiento.
Descubrir la Serranía de Ronda o avistar cetáceos en el Estrecho
con un biólogo marino; indagar, con el guía adecuado, en el
interesante legado romano de Marbella… No hay experiencia que no
planifique al detalle el equipo de Finca Cortesin Hotel Golf & Spa.
¡Incluso los apasionados del motor pueden soñar con las 26 curvas del
circuito de Ascari! Definitivamente, este destino de ensueño, que
con igual maestría abraza granados y quisqualis de color cereza, solo
tiene un inconveniente... Dejar de escuchar la armonía de su buen gusto.