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Magia y ciencia en los hospitales de la Antigüedad

En nuestros días damos las gracias por los avances de la medicina moderna y nos alegramos de vivir en el siglo XXI cuando la tecnología coadyuva en la conservación de la vida humana, pero ¿si hubiésemos nacido en la Antigüedad? En la Grecia clásica existieron varios templos dedicados a Asclepio el dios de la medicina donde los enfermos acudían buscando curación. En la «Ilíada» de Homero, Asclepio era un hombre, médico de soldados heridos en el campo de batalla de Troya. Pero para la época de Hipócrates en la tercera década del IV a.C., había alcanzado la categoría de dios. Los enfermos iban haciendo una peregrinación atravesando valles y montañas hasta llegar al templo.

Existieron muchos asclepeia, el más antiguo estaba en Trica, la actual Tríkala,en Tesalia, dependiente de este era el santuario de Asclepio Triceo de la ciudad mesenia de Gerena; el templo de Cos, el de Epidauro, o el de Atenas situado en la ladera sur de la Acrópolis, en una terraza natural al norte de la Estoa de Eumenes erigido en 420/419 a. C., a propuesta de un ciudadano ateniense llamado Telémaco.

Los cuatro humores y la primera anestesia

Si bien en estos templos la curación tuvo un origen mágico religioso, Hipócrates (siglos V-IV a.C) introdujo la observación y la teoría de los humores, inspirada en la teoría de los cuatro elementos de Empédocles, fuego, aire, agua, y tierra, de donde derivan los cuatro humores, sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla.

Los cuatro humores serán vinculados más tarde con las cuatro cualidades de Aristóteles, caliente, frío, húmedo, seco, era el equilibrio de lo humores lo que producía la sanación del cuerpo. Uno de los más importantes de la antigua Grecia era el Asclepeion de Epidauro, una pequeña ciudad griega de la Argólida, Peloponeso, lugar en el cual según la tradición había nacido el primer médico semidiós de la mitología griega. En este templo, tres grandes paneles de mármol datados del 350 a. C. conservan los nombres, historiales clínicos, quejas y curaciones de unos 70 pacientes que acudieron al templo con un problema y lo manifestaron allí. Algunas de las curas quirúrgicas mencionadas, como la apertura de un absceso abdominal o la extracción de material extraño traumático, son lo suficientemente realistas como para haber tenido lugar con el paciente en un sueño inducido conocido como enkoimesis, similar a la anestesia, con la ayuda de sustancias soporíferas como el opio.

Al margen de estas intervenciones la práctica más frecuente de los usuarios de los templos de Asclepio era la incubatio, también conocida como «sueño del templo», un proceso por el cual los pacientes se iban a dormir al templo con la expectativa de ser visitados por el mismo Asclepio o uno de sus hijos sanadores en su sueño, aunque siempre se despertaban sin haber sido visitados directamente por una deidad y en su lugar informaban de su sueño a un sacerdote. El sacerdote interpretaba el sueño y prescribía una cura, a menudo una visita a los baños o un gimnasio. Este tratamiento se denominaba catarsis o purificación, hecho que consistía en una serie de baños purificadores y purgaciones, acompañados de una dieta depurativa, que duraba varios días.

Muchos de estos templos estuvieron abiertos en época romana estudiando en ellos médicos romanos, cómo Galeno quien antes de ser el médico personal del emperador romano Marco Aurelio, estudió en el famoso asclepeion de Pérgamo, sistematizando el método hipocrático y aportando avances en anatomía y fisiología.

Julio César (110-44 a.C.) en su obra «De bello Civili» menciona que después de las batallas los heridos eran atendidos en casas particulares, a las cuales se les abonaban los gastos. Sólo en época de Augusto, con la nueva organización de los ejércitos, fueron incluidas las unidades de médicos dándoles rango militar y privilegios como el de recibir doble sueldo duplicarius o quedar exentos de los trabajos manuales, a estos médicos se les añadió una pensión pagada por el estado al completar 20 años de servicio como el resto de soldados.

Cada legión tenía un Medicus Ordinarius, oficial con rango de centurión a cargo del hospital o valetudinarium en el que se hacían las curas y se cuidaba a los convalecientes, y capsarii o enfermeros que ayudaban a los heridos y que reciben su nombre por la capsa o botiquín donde llevaban su instrumental.

Existieron también valetudinaria en las grandes propiedades romanas respondiendo a otra lógica: atender a los esclavos que tenían esperanza de curarse ya que estos tenían valor comercial abandonándose a su suerte los incurables. Para evitar estos abusos el emperador Claudio (41-54 d.C.) decretó que en caso de curación de un esclavo abandonado como incurable fuese reconocido como hombre libre. Si bien estos centros no eran exactamente como los hospitales modernos habían mejorado el método hipocrático con estudios de anatomía y fisiología, ya no era necesaria la incubatio, ni la ayuda del dios, la magia había comenzada a dejar paso a la ciencia.

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