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El despertar de un dragón insular: Taiwán desafía a China en una batalla por su soberanía

En la antesala de las elecciones presidenciales, los hilos del destino político de Taiwán se entrelazan en una maraña inquietante de tensiones geopolíticas. Tras ocho años de liderazgo bajo la tutela de Tsai Ing-wen, la primera mujer presidenta taiwanesa, el país se encuentra en un punto crítico de inflexión. En la "isla rebelde", los corazones laten acelerados mientras se vislumbra un futuro incierto, donde algunos temen que el abrazo del Dragón, en referencia a China, pueda ser inevitable. Para los titanes de la política en el territorio, la votación del 13 de enero supone una encrucijada entre autocracia y democracia, o la guerra y la paz, donde las apuestas son altas y los destinos se juegan en cada papeleta.

Taiwán vela por la llama de la democracia. En un torbellino de esperanzas, la isla autónoma se prepara para los octavos comicios presidenciales y al Yuan Legislativo. Con cada tic-tac del reloj, más de 20 millones de ciudadanos aguardan ansiosos para ejercer su derecho y apostar por el destino de la isla. Las cartas están sobre la mesa, y los tres candidatos presidenciales emergen como figuras centrales en esta batalla electoral: William Lai Ching-te, del Partido Democrático Progresista (PDP), Hou Yu-ih, del Kuomingtang (KMT), y Ko Wen-je, del Partido Popular de Taiwán (TPP).

A medida que el día señalado se acerca, las acusaciones de la injerencia de China en la consulta popular han inundado los confines de las redes sociales. Como era de esperar, Pekín ha negado rotundamente tales afirmaciones, señalando al gobierno taiwanés con el dedo y acusándolo de "enredar" y "acariciar la confrontación" a través del estrecho de Taiwán.

Desde que el partido independiente y pro-Taiwán asumió el poder en 2016, su gobierno ha enfrentado una feroz intervención por parte de Pekín. Sanciones económicas, ejercicios militares intimidantes y un aislamiento diplomático han sido las armas elegidas para doblegar a la isla autogobernada. Todo esto es debido a su postura firme de rechazar el Consenso de 1992, un acuerdo basado en el "Principio de una sola China" firmado entre el entonces gobernante Partido Comunista de Taiwán (KMT) y el gobierno chino. Una posición que ha desatado la furia del gigante asiático y ha elevado las tensiones a niveles peligrosos.

En el vertiginoso tablero geopolítico, Taiwán emerge como una caldera en la que las potencias internacionales chocan y desafían los límites. Entretanto, la República Popular China (RPC) reclama con firmeza la isla como parte inseparable de su territorio soberano, considerando la "reunificación" como una necesidad ineludible para lograr la grandeza renovada de la nación china. Aunque Xi Jinping aboga por una reunificación pacífica con sus "compatriotas" taiwaneses, advierte con claridad que cualquier movimiento que traspase las "líneas rojas" de la RPC y se encamine hacia una independencia formal, desencadenará una respuesta contundente, incluso recurriendo al uso de la fuerza, según lo estipula la legislación china.

En este contexto volátil, Taipéi se encuentra atrapada entre las aspiraciones de autonomía y su dependencia económica y diplomática de China. El futuro de la isla es incierto, mientras las tensiones y las rivalidades amenazan con desencadenar una tormenta de consecuencias impredecibles.

A pesar del creciente aislamiento geopolítico y de las agresiones de su vecino comunista, Tsai ha defendido con frialdad su consolidada democracia. Para Pekín, este gobierno se ha convertido en una gran afrenta. En consecuencia, la retórica cada vez más belicosa sobre la unificación ha ido acompañada de una rápida modernización y desarrollo de su brazo armado, el Ejército Popular de Liberación (EPL). Esto incluye sistemas avanzados de misiles, capacidades de guerra cibernética y de bloqueo de la entrada de fuerzas adversarias en un futuro escenario bélico, así como una mayor expansión de la que ya es la mayor armada del mundo.

Así pues, las amargas disputas sobre la gestión de las relaciones con China y la imperiosa necesidad de evitar conflictos dominan la recta final de la campaña electoral, mientras algunos sondeos muestran una reñida pugna entre los dos principales aspirantes a convertirse en el próximo mandatario.

Aviones chinos cerca de Taiwán

En medio de la contienda, China arremete contra Taiwán con acusaciones de prácticas comerciales injustas y medidas arancelarias punitivas. Mientras tanto, el ejército chino ha intensificado su presencia aérea en el estrecho de Taiwán, donde se han avistado últimamente y con frecuencia inusual un creciente número de globos sospechosos. Las intrusiones aumentaron en la Adiz (Zona de Identificación de Defensa Aérea), alcanzando un máximo de 103 aviones el 19 de septiembre que penetraron en la parte del espacio aéreo que corresponde a la defensa antiaérea de la isla, lo que subraya el carácter coercitivo de estas prácticas. Estas maniobras se han vuelto cada vez más atrevidas, combinadas ahora con movimientos como el tránsito de portaaviones a través del Estrecho.

El candidato que encabeza actualmente las encuestas es Lai Ching-te, representante del PDP. Es el actual vicepresidente de Taiwán y ha sido primer ministro, alcalde de Tainan y congresista. En la cuestión de la soberanía taiwanesa rechazó inequívocamente cualquier propuesta de unificación de Pekín, una postura le llevó a formular un proyecto de ley. Por ello formuló una estrategia de paz basada en cuatro pilares para gestionar una futura invasión china: disuasión, diversificación económica, fortalecimiento de las asociaciones con países afines y liderazgo firme a ambos lados del estrecho. Considera que para el éxito de esta estrategia es indispensable una estrecha relación con Estados Unidos. Así lo subrayó su compañero de fórmula, Hsiao Bi-khim, afirmando que "los retos geoestratégicos actuales son formidables, por lo que una asociación sólida como una roca con Washington es de vital importancia".

Pekín está interviniendo -a su manera- en estos comicios al afirmar que un viaje de este candidato presidencial a EEUU en agosto fue "un acto de independencia", tratando así de impulsar la ruptura con el statu quo que se produciría en caso de que Taipéi procediera oficialmente a hacerlo.

El segundo postulante es Hou You-yi, perteneciente al partido de la oposición, el Kuomintang. Es alcalde de Nuevo Taipéi, ciudad próxima a la capital, y fue reelegido por abrumadora mayoría el año pasado. El KMT es proclive tradicionalmente a estrechar lazos con China, pero niega rotundamente ser pro-Pekín. No obstante, el opositor rechaza firmemente la política de "un país, dos sistemas" y ha declarado que los desafíos a la soberanía nacional son inaceptables, y que Taiwán debe tomarlos en serio y garantizar un alto nivel de preparación para la batalla. Al mismo tiempo, también sostiene que la independencia taiwanesa carece de base legal, por lo que se opone a cualquier conato de llevarla a cabo. Este contendiente podría llamar la atención de China, pero es muy poco probable que, de ser elegido, actúe para reducir el gasto en defensa y romper así con el cordón umbilical militar estadounidense.

El último aspirante presidencial es Ko Wen-je, ex alcalde de Taipéi y fundador del Partido Popular de Taiwán (PPT). Su historial político es controvertido: en un principio se mostró alineado con las posiciones del DPP, más tarde adoptó posturas más independentistas y, finalmente, parece haberse posicionado en una línea más prochina.

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