Sondra Radvanovsky, reina entre tres reinas
La idea del concierto centrado en las escenas finales de las tres reinas de Donizetti se la facilitó Riccardo Frizza a Sondra Radvanovsky, tal como ella recuerda: «Cuando me lo propuso le podría haber besado… ¡Qué gran idea! Y nadie lo había intentado antes». «Me encantan los desafíos, por lo que le hablé de ello a Anthony Freud –director general de la Lyric Opera de Chicago desde 2011– y también le encantó el proyecto». El concierto que se estrenó en la Ópera de Chicago en 2019. Basado en las escenas finales de la trilogía Tudor de Donizetti –que componen «Anna Bolena», «Maria Stuarda» y «Roberto Devereux»–, el director de escena Rafael R. Villalobos diseñó una ambientación específica para cada reina. El espectáculo se ofreció en el Liceo en mayo de 2021. Históricamente todos estaban relacionados entre sí. Ana Bolena fue la segunda esposa de Enrique VIII y madre de Isabel I, e Isabel y María Estuardo eran primas. Estas tres escenas representan la música más importante de cada ópera, mostrando en sus escenas finales las muertes de las tres mujeres, diferentes pero muy similares en la forma en que murieron. Ana fue ejecutada en 1536, María en 1587 y 14 años más tarde también lo fue Devereux. Para ayudar a Radvanovsky en los personajes, Rubin Singer creó vestidos específicos para cada reina, colaborando con la diseñadora de joyas y filántropa Ann Ziff. Trajes preciosos con la anécdota del miriñaque visto para Isabel.Las tres reinas han llamado la atención de grandes sopranos, aunque pocas llegaron a abordar los tres papeles en óperas completas. María Callas cantó «Anna Bolena». A mediados de la década de 1970, Beverly Sills confirmó su condición de prima donna assoluta cuando abordó las tres Tudor en una sola temporada. La propia Sills calificó este reto del bel canto de la Ópera de Nueva York como «mi mejor logro», y eso la llevó a aparecer en la portada de «Time». Leyla Gencer y Montserrat Caballé también lo repitieron. Caballé fue única en la etereidad y vulnerabilidad que otorgó a los personajes y en la memoria de quienes tuvimos la suerte de escucharla en los tres papeles quedará su dúo con Shirley Verret en «Maria Stuarda» en la Scala en 1971, los enormes e increíbles fiatos en el concertante final de esta obra; la evolución de los sentimientos de Isabel al final de «Roberto Devereaux» en el Teatro de la Zarzuela en Madrid en 1970 o sus infortunios con «Anna Bolena», llegando a ser protestada por el público de la Scala en 1982 tras la primera parte de su aria final, para luego arrebatar y domar al mismo público tras la cabaleta. Sondra Radvanovsky asumió los tres papeles principales en el Met durante la temporada 2015-16, por primera vez en 40 años. El espectáculo ofrecido en el Real es prácticamente el mismo que el del Liceo. Hora y tres cuartos con la soprano en el escenario, con sólo las oberturas para cambiarse de vestuario y descansar la voz. Una enorme foto de su rostro en movimiento proyectada en el telón durante cada obertura nos sitúa en los respectivos dramas. Riccardi Frizza las dirige con vitalidad y un punto pachanguero. Existe un mínimo movimiento en escena por parte del coro y de los personajes secundarios para insinuar el contexto dramático, apoyado por una bien diseñada iluminación.
Radvanovsky no lo dudó y colocó al inicio lo más difícil. Anna Bolena es un papel de soprano lírico completo. Un personaje muy tenaz y que se marca en su escritura vocal. La tesitura es la más baja de las tres, con muchos arrebatos vocales y peligrosas notas agudas, y es, con diferencia, la más larga vocalmente. Radvanovsky afronta la escena con bravura vocal, pero controlándola para evitar estridencias. Aborda con gusto las variaciones, aunque a veces permite que la emoción se refleje en alguna morcilla musical con exageración en una frase grave.María Estuardo era una mujer muy religiosa, por lo que es diferente. Tiene una música hermosa, melancólica, muy reflexiva y piadosa. Se trata de un rol bastante central pero no exige las agilidades que sí se les exige a los otros dos roles. «Deh! Tu di un’umile preghiera» supone uno de los momentos más emotivos de la obra y va seguida del concertante final citado en el que Radvanovsky canta con intensidad y proyecta la fortaleza del personaje, logrando que su voz sobresalga del coro y la orquesta sin sonar gritada. Destaca el tenor Fabian Lara en su defensa y desesperación final. Isabel I quizá sea el más notable de los tres personajes. Ella está al final de su vida, y es una vida que ella no eligió, una vida que le fue impuesta. Será reina sin posibilidad de elección, una mujer muy amargada y enojada, vocalmente muy exigente con toda la coloratura, los arrebatos, la ira y la amargura. «Vivi, ingrato» es una página de gran dificultad, casi una escena de la locura; sus emociones desembocarán en su desesperación por la ejecución de Roberto Devereux. Radvanovsky matiza cada frase y luce una intachable línea de canto, sólo alterada por un puntual exceso dramático en la cabaleta final «Quel sangue versato al cielo s’innalza», un auténtico tour-de-force final del que Radvanovsky sale como gran triunfadora, logrando que se multipliquen hasta el infinito las aclamaciones ya cosechadas anteriormente en cada una de sus interpretaciones. Un resonante triunfo, también para orquesta y coro, en un bien diseñado montaje que la confirma como una de la media docena de grandes señoras del canto de nuestro tiempo y, por cierto, mucho mejor en el Real que en el disco de hace un par de años con el mismo repertorio.