Una defensa necesaria
Sabido es que, en los días que corren, todo lo que suponga la defensa a un varón va a estar sojuzgado y hasta rechazado por el feminismo rampante, del que una, como mujer, se avergüenza y no participa. La justicia prevalece sobre cualquier razón, aunque hoy también esté viviendo horas bajas, y un hijo tiene que ser acordado y deseado tanto por el padre como por la madre, y en caso de que sea esta última la que se empeñe en tener descendencia –cosa que se ha puesto muy de moda, me refiero a lo que han dado en llamar familia monoparental-, que no acuda a la publicidad informativa para señalar al padre de una criatura no pretendida por este último. Dicho lo dicho me voy a referir a la polémica de Bertín Osborne, quien desde un principio y siendo conocedor de que la muchachita con la que tuvo una breve relación únicamente sexual estaba encinta, señaló que no quería verse de nuevo envuelto en el papel de padre, y en esa misma actitud y disposición se mantiene una vez nacido el bebé, resultado de un vínculo que resultó ser únicamente flor de un día. Las críticas le llueven por un lado y por el otro, su popularidad ha disminuido ostensiblemente, pero él defiende su derecho a no ejercer de padre porque a eso nadie le puede obligar. Probablemente la ley le obliga a una serie de compromisos y responsabilidades fundamentalmente económicas, pero no a cambiar pañales o a dar biberones. Es cierto que para no llegar a esto existen numerosos medios, pero nadie nos asegura que la otra parte contratante lo haya facilitado. Echar seres al mundo no es un juego y los subidones de pasión no deben estar exentos de un mínimo de sensatez, porque la consecuencia puede ser un hijo no deseado por uno de los dos actuantes, como es el caso, o incluso una desagradable enfermedad venérea y hasta sida, aunque no esté tan virulento en la actualidad como en décadas pasadas. Bertín poco puede hacer ya y el bajón en su popularidad es grande. Lamentable, todo muy lamentab