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Macron confía en su delfín Attal para relanzar su mandato en Francia

Emmanuel Macron mueve ficha para relanzar su segundo quinquenio tras un año y medio marcado por los disturbios en la calle y una reforma migratoria aplaudida por la extrema derecha aprobada in extremis que causó fuertes fisuras en el Ejecutivo. La nominación del joven Gabriel Attal, el ministro más popular del gobierno, se entiende como un revulsivo necesario de cara a las elecciones europeas del mes de junio, primer examen en las urnas para Macron tras las últimas presidenciales y para las que todos los sondeos dan a la lista de la ultraderechista Le Pen como gran favorita.

A sus 34 años, Attal se convierte en el primer ministro más joven de la historia de la V República. El recambio de Elisabeth Borne concentra varios de los criterios en los que Macron quiere inspirar ese impulso a su segundo mandato. Juventud, renovación y peso político ganado a fuerza con una trayectoria fulgurante en los últimos tiempos. A sus 34 años se convierte en el primer ministro más joven de Francia, tras haber pasado por los ministerios de Cuentas públicas, Educación nacional y haber sido portavoz del gobierno entre 2020 y 2022. Militante del partido socialista entre 2006 y 2016, Attal es un apoyo fiel de Macron desde que el joven presidente francés decidiese lanzarse a la carrera al Elíseo desde el ministerio de Economía en tiempos del presidente Hollande.

Hay dos formas populares que muchos analistas tienen para definir a Attal de forma rápida: la del joven discípulo fiel a Macron, competente y primero de la clase y la de joven de izquierdas al que la derecha adora. Quizás tanto como para que la izquierda no se reconozca en Attal, pese a su pasado socialista. Un ejemplo perfecto del hipercentro fundacional del macronismo.

Sus posiciones contundentes en el ministerio de Educación en asuntos como la abaya o túnica islámica o sobre la mano dura con alumnos que se saltan principios laicos han hecho de Attal un ministro popular y al mismo tiempo, con fama de trabajador. Tanto como para llegar a ocupar el puesto número 1 en el ránking de popularidad del consejo de ministros.

Elisabeth Borne, una tecnócrata adscrita al ala más socialdemócrata del Ejecutivo, fue nombrada tras la reelección de Macron a la presidencia de la República hace un año y medio. Su sucesor, Gabriel Attal, será el cuarto primer ministro del presidente francés desde que en 2017 conquistó el poder. Los otros fueron los conservadores Édouard Philippe y Jean Castex. Borne era la segunda mujer primera ministra en la historia de Francia. La anterior, la socialista Édith Cresson, solo duró 10 meses en el cargo.

Los rumores sobre un eventual cambio de gobierno y de primer ministro venían reproduciéndose desde el pasado mes de diciembre con insistencia tras la crisis que la reforma migratoria había creado en el ala progresista del Ejecutivo. Macron logró salvar in extremis su ley migratoria tras un conato de rebelión en su Gobierno después de pactarla con la derecha de Los Republicanos que exigieron endurecer varios de sus puntos. Destacados diputados del bloque presidencial votaron en contra de la versión final del proyecto por considerarla demasiado derechizada. Varios ministros amenazaron con dimitir aunque finalmente sólo uno, el ex titular de Sanidad, Aurélien Rousseau, hizo efectiva la amenaza.

El voto a favor de Le Pen fue un regalo envenenado para Macron que hizo explotar toda aquella crisis. Este capítulo volvió a poner de manifiesto la fragilidad parlamentaria con la que Macron está obligado a lidiar en este segundo quinquenio. La cantidad de veces que la hasta ahora primera ministra, Elisabeth Borne, había tenido que recurrir a gobernar a golpe de decreto es el signo más visible de esa pérdida de mayoría que las legislativas de 2022 propinaron a Macron. Sin duda, la aprobación por decreto de la sensible reforma de las pensiones el año pasado y su fuerte contestación en las calles fue el episodio que más desgastó al gobierno de una Elisabeth Borne que ha estado en varias ocasiones al borde del precipicio, en cuanto a lo que mantenerse en el cargo se refiere.

El reto ahora para el sucesor de Borne en el puesto de primer ministro es si será capaz de seguir gobernando en minoría y a golpe de decreto. O si acabará tropezando como ella.

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