Vadim Krasikov, el sicario al servicio del Kremlin que presuntamente iba a ser intercambiado por Navalni
Vladimir Putin ordenó el asesinato en prisión de Alexei Navalni para evitar que el disidente ruso formara parte del intercambio de prisioneros que el Kremlin había negociado con una serie de interlocutores vinculados a Estados Unidos y Alemania. El magnate Román Abramóvich facilitó los contactos, pero el Kremlin se resistió en el último momento a liberar a su opositor más conocido a escala internacional. Esa es la versión que ha difundido en las últimas horas el entorno de Navalni. La opositora Maria Pevchikh, directora de la Fundación Anticorrupción fundada por el propio disidente, explicó los detalles en un vídeo de YouTube que acumula casi dos millones y medio de visitas en poco más de 48 horas. Las negociaciones para el canje de prisioneros, explica, «estaban en su fase final en la tarde del 15 de febrero», justo un día antes de la muerte de Navalni en la prisión del Ártico en la que cumplía condena.
Pevchikh asegura que Putin recibió una oferta para liberar a su más férreo opositor interno junto con «dos ciudadanos estadounidenses», con toda probabilidad Paul Whelan y el corresponsal en Moscú de The Wall Street Journal Evan Gershkovich, a cambio de Vadim Krasikov, un exoficial del FSB condenado por cometer un asesinato en Alemania. El presidente ruso considera a Krasikov una pieza de caza mayor, comparable con el traficante de armas ruso Viktor Bout, liberado en diciembre de 2022 en el marco de otro intercambio de prisioneros que involucró a la jugadora de baloncesto estadounidense Brittney Griner.
De hecho, Putin aludió a Krasikov en la entrevista con el propagandista ultraconservador Tucker Carlson, cuando el expresentador de Fox News le preguntó si estaba dispuesto a liberar a Gershkovich. Putin replicó que en un país aliado de Estados Unidos había «un hombre sentado en la cárcel que, por razones patrióticas, liquidó a un bandido en una de las capitales europeas». Un bandido que, según él, colocó a prisioneros de guerra rusos en la carretera para después «pasarles un coche por encima de la cabeza». «Si lo hizo por iniciativa propia o no es otra cuestión», deslizó el presidente ruso. De acuerdo con Pevchikh, Putin podría haber conseguido el regreso de Krasikov en caso de que hubiera renunciado a mantener entre rejas a Navalni. Una condición que no estaba dispuesto a cumplir.
La colaboradora del disidente dijo haber revelado la historia para que trascendieran las causas de la muerte de Navalni, aunque muchos han puesto en duda la versión del equipo del líder opositor. Un claro ejemplo es el del periodista Alexei Venediktov, antiguo editor de la popular emisora de radio de corte liberal Eco de Moscú, vetada por el Kremlin en los primeros compases de la invasión de Ucrania, que se limitó a responder a la publicación de Pevchik con un escueto «eso no es verdad». Sin embargo, los focos apuntan ahora hacia la figura prácticamente desconocida de Vadim Krasikov, «el hombre sentado en la cárcel que, por razones patrióticas, liquidó a un bandido en una de las capitales europeas», en palabras de Putin.
Crimen bajo las órdenes del Kremlin
Es agosto de 2019, y el cuerpo sin vida de Zelimkhan Khangoshvili aparece en el parque Tiergarten de Berlín. Pronto trascendió que la víctima era un ciudadano georgiano de 40 años de origen checheno que había combatido contra las tropas rusas en la república del Cáucaso, a quien Putin señaló como uno de los organizadores de los atentados del metro de Moscú. «Se trata de un militante, y de una persona muy dura y sanguinaria. Sólo en una de las acciones en las que participó, 98 personas fueron asesinadas por él», afirmó el presidente ruso en 2019. El Kremlin había solicitado su extradición a Alemania, sin éxito. Khangoshvili había solicitado asilo político en el país, sí, pero nunca llegaría a recibirlo.
El autor del crimen se acercó a Khangoshvili en bicicleta y le disparó a bocajarro. Los testigos presenciaron cómo el sospechoso arrojaba segundos después una bicicleta y una peluca al río Spree. Avisaron a la Policía, y los agentes no tardaron en dar con quien había apretado el gatillo cerca del lugar de los hechos. Descubrieron que toda su documentación estaba a nombre de Vadim Sokolov, pero su identidad real era Vadim Krasikov.
Más de dos años después, ya en diciembre de 2021, un tribunal de Berlín condenó a cadena perpetua al sicario por el asesinato de Khangoshvili. La Justicia no solo determinó que había sido él el autor del crimen, sino que lo cometió, además, por orden de las autoridades rusas. La investigación descubrió a Krasikov como un agente de alto rango de las fuerzas Vympel del FSB, la unidad de operaciones especiales del servicio secreto ruso, heredero del todopoderoso KGB. Según las pesquisas, el acusado mantuvo contactos telefónicos con ocho miembros de las fuerzas Vympel. Probaron, además, que había visitado en no pocas ocasiones las áreas de entrenamiento del Centro de Fuerzas Especiales del FSB. La sentencia provocó una crisis bilateral que se saldó con varias expulsiones diplomáticas.
Nacido el 10 de agosto de 1965 en el pueblo de Kenestobe, en Turkestán, una región kazaja conocida por la ganadería y la minería del plomo que entonces formaba parte de la Unión Soviética, Krasikov está casado por segunda vez con Kateryna Krasikova, una ciudadana ucraniana, natural de Járkov, y es padre de tres hijos. No tenía condenas previas, pero fue sospechoso en el asesinato de un hombre de negocios en Moscú en 2013, según consta en los registros oficiales. Aquella causa, sin embargo, sería archivada en 2015. Según su cuñado, Aleksandr Vodorez, que testificó a favor de la acusación en el juicio, Krasikov venía de servir en el Ejército soviético durante la guerra de Afganistán, un puesto donde el que se incorporaría a las unidades militares de élite del Ministerio del Interior ruso y al FSB.