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¿Por qué el día de la mujer no se "celebra"?

¿Por qué el día de la mujer no se

El día de la mujer se basa en la conmemoración de una lucha, más no en la celebración de la feminidad 

Felicitar a una mujer en el 8M no es un crimen. Sin embargo, esto le resta protagonismo a la verdadera intención del Día Internacional de la Mujer.

El 8M se refiere a las mujeres corrientes que han sido artífices de la historia. ¿La raíz? una lucha que se extiende a lo largo de varios siglos por participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre. Este día es una conmemoración, pero sobre todo, el recuerdo de una lucha que sigue en pie.

Cada año, el Día de la Mujer nos presenta una nueva oportunidad para reflexionar sobre los logros y desafíos que enfrentan las mujeres del mundo, es una ocasión para poner en la mira las desigualdades persistentes y captar la atención de los medios y los gobiernos resaltando problemas que requieren acciones políticas concretas.

El problema es que a veces caemos en el enfoque simplista que acarrea el día per se. Es decir, en felicitar a las mujeres por el hecho de poseer cualidades vinculadas a la feminidad. Si bien podemos reconocer la sensibilidad, la ternura y la belleza de ciertas mujeres, el día no puede reducirse a arquetipos en los que ni siquiera todas las mujeres encajan.

Nos hemos acostumbrado a las cadenas de WhatsApp o felicitaciones que, aunque puedan partir de la buena intención, son frívolas y no contribuyen al interés social ni político de la causa feminista. Las rosas, los chocolates, los comentarios sexistas y otros ritos similares vacían de contenido a este espacio que nace de diversas movilizaciones locales que lograron establecer un diálogo global desde hace más de cien años.

No es una fiesta ni desde su origen

El Día de la Mujer se celebra desde 1975 con base en sucesos que evidenciaron la precariedad en la que vivían muchas mujeres. Algunos lo rastrean a la muerte de 130 trabajadoras en una fábrica de Nueva York en 1911 mientras se manifestaban por mejores condiciones laborales.

Sin embargo, las protestas encabezadas por mujeres se remontan a siglos atrás. La comedia griega Lisístrata, por ejemplo, ya escenificaba la lucha feminista desde el siglo IV a. C, cuando mujeres de la antigua Grecia optaron por una "huelga sexual" hastiadas de engendrar hijos para morir en la guerra entre Atenas y Esparta. Esta revolución basada en la abstinencia fue suficiente para detener el conflicto bélico entre ambas ciudades-Estados.

A partir de ahí, cientos de mujeres alrededor del mundo y a lo largo de los siglos han protagonizado luchas. La revolución francesa no se hubiera dado sin su presencia y no por nada la libertad que guía al pueblo tiene cara de mujer. Luego llegaron las manifestaciones por el sufragio femenino y la historia se convierte en un cuento de nunca acabar.

Parece no hacer falta mencionarlo pero mujeres de todo el mundo se vieron cohibidas de hacer arte, política, deportes e incluso de la educación en general, y fueron relegadas a enceres, musas o vientres.

La lucha que persiste

No se celebra porque aquí no acaba. Aún nos quedan 131 años para alcanzar la paridad de género según el Foro Económico Mundial. En España, actualmente, la brecha salarial entre hombres y mujeres es de más de 5200 euros y en casi 20 años apenas se ha reducido, según recoge el Instituto de la Mujer. Eso sin contar la ausencia de mujeres en cargos de poder administrativo como miembros de juntas directivas, o CEOs

Por si fuera poco, una de cada dos mujeres residentes en España ha sufrido alguna forma de violencia por ser mujer. Y es que aunque reconocer los triunfos de las mujeres es necesario, también lo es no dejar atrás a aquellas que no tienen voz, aquellas que son víctimas de violencia sexual como arma de guerra, las que no pueden acceder a ningún tipo de derechos, las que han muerto a manos de sus parejas, etc.

Es vital diferenciar entre la igualdad real y efectiva, y la igualdad formal. En ocasiones, en países donde la igualdad está consagrada como un principio constitucional y se encuentra regulada en diversas leyes, se suele creer erróneamente que no existe disparidad entre hombres y mujeres.

Esta percepción se manifiesta, por ejemplo, al discutir sobre la brecha salarial, donde se argumenta que legalmente los salarios deben ser idénticos para trabajos de igual valor. Sin embargo, los datos evidencian una realidad distinta y es ahí donde radica la diferencia.

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