Crítica de "Hierro viejo": menos estilo peliculero y más historias consistentes ★★★
El primer rasgo burlón viene en la biografía de la solapa: «Marto Pariente (Madrid,1980) es escritor y funcionario del Estado». El segundo es más literario: a Marto Pariente le gusta la frase corta y sentenciosa; mezclar la tercera persona con la segunda y enredar las escasas explicaciones con frases entrecortadas. De vez en cuando sobresale una frase rotunda digna de un aprendiz de Chandler. El autor de «Hierro viejo» es fan del «rural noir».
De Tarantino ha tomado el dúo de sicarios chistosos y de Robert Rodríguez esos antros rurales abiertos hasta el amanecer repletos de friquis, paletos y tarados. Se ve asimismo la influencia de los Coen de «Fargo»: héroes simples, profesionales del crimen y asesinatos bizarros sin lógica ni motivo. A Marto Pariente le debe gustar Jim Thomson y otro maestro de la frase mínima, Elmore Leonard. Lucha entre la voluntad de estilo y la falta de sustancia literaria. Si vas a despojar la prosa como Leonard, hasta dejarla en los meros huesos literarios, debes poseer el don de construir cada personaje con tal brevedad y precisión que pueda fluir por la narración sin respiración artificial.
Despojamiento literario
Lo más destacable que puede decirse de Pariente es que ha buscado a los mejores maestros de la novela negra y que posee una férrea voluntad de aprender de estos reyes del despojamiento literario. Hasta ahora anda en probaturas literarias que tropiezan siempre con la misma piedra: narración confusa, personajes inconsistentes y una historia dislocada. Decir de «Hierro viejo» que es ingenua casi es un halago. En resumen, las ideas son originales. Los capítulos, cortos. Mientras que la adjetivación resulta un tanto infantil y los chistes, fáciles. Le queda pulir la prosa y el ritmo. Elaborar historias más consistentes. Desterrando la confusión. Lo suyo es el estilo peliculero, el irrealismo llevado al absurdo. El estilo de novela negra más difícil. Quizá logre Marto Pariente escribir buenas obras . Los mejores escritores encuentran su camino equivocándose.
Lo mejor:
Que se sale de la trillada senda de la novela policiaca costumbrista
Lo peor:
La artificiosidad de una obra que está repleta de simplezas