Los libros de la semana: de un policiaco cañí a Leibniz retratado
¿Qué une a Pink Floyd con la Galicia rural?
Por Jesús FERRER
En una de sus entrevistas sostenía Borges que «toda autobiografía es ficción y toda ficción es autobiografía». Ciertamente, toda vida incluye una narratividad donde intervienen la memoria filtrada, los recuerdos fidedignos o alterados, el impacto del tiempo transcurrido, y el sentido del balance vital. Todo ello lo encontramos en «Madre de corazón atómico», de Agustín Fernández Mallo, crónica novelada de experiencias familiares, de significativo subtítulo –«Una historia verdadera»– y penetrante intimismo. En los años 60 el padre del autor, veterinario profundamente convencido del poder emancipador de la ciencia, emprenderá un viaje a Estados Unidos con el fin de traerse unas cuantas vacas a la Galicia rural donde ejerce su profesión. Estas páginas rememoran ese periplo, que ahora recorrerá su hijo escritor, quien reconstruye a la vez las tormentosas vivencias de una generación que conoció los últimos momentos de la monarquía alfonsina, el vendaval republicano, una guerra fratricida y la dictadura franquista.
El disco de Pink Floyd
Cruzando recuerdos y agitando emociones, el narrador evoca una sustanciosa anécdota: en su infancia una hermana suya lleva a la casa familiar el disco de Pink Floyd «Atom Heart Mother», vinilo que lleva en su carátula la imagen de una vaca que nos observa con interrogante mirada humana. Esto da pie, dentro de los contenidos ensayísticos de la novela, a reflexionar sobre la diferencia entre la animalidad racional y la irracional. Por otro lado, el tiempo y su relación con la muerte de seres queridos gravita sobre esta historia de rememoraciones familiares: «El presente todo lo actualiza. Lo valioso de todas esas cosas que llamamos antiguas no radica en cantar o llorar su pérdida, sino en todo lo contrario: traerlas al hoy para ver cómo construyen nuestro presente. Digo esto para decir que lo mismo ocurre con los muertos, especialmente si son nuestros progenitores». Esta novela supone el reconocimiento a esa generación que transitó por el agitado siglo XX.
- «Madre de corazón atómico», Agustín Fernández Mallo. SEIX BARRAL. 237 páginas, 21 euros
Ninguna obra de Rafael Reig nos parece nunca pequeña
Por Ángeles LÓPEZ
No son los «Caballos lentos» de Mick Herron. Estamos en 1979. En la isla de Dragonera, un punto crucial en el vasto Atlántico, donde las sombras de la colonización inglesa aún se entrelazan con la actualidad de un país de vital importancia estratégica y paraíso fiscal cosmopolita, Ginés Loyola es el maestro de marionetas en el Centro de Documentación, conocido coloquialmente como la Casa Desolada, el corazón palpitante de los servicios de inteligencia nacionales. Dentro de su selecto equipo de cuatro mentes ágiles, cada cual desempeña su rol en la danza de informes y reuniones. El telón de lo cotidiano se desgarra cuando una bala siega las esperanzas del candidato presidencial, y peor aún, cuando el velo se rasga para revelar qué información comprometedora ha sido vaporizada de los archivos. En este tejido de engaños, incluso los planes más meticulosamente trazados son susceptibles a la intervención del factor humano, donde un detalle puede arruinarlo todo.
Ironía y elegancia
«Cualquier cosa pequeña» se sumerge en el turbio mundo de los espías –nada de lo humano le es ajeno a este tejedor de historias–, para hilvanar una trama de acción trepidante y suspenso inquebrantable. Evocando la maestría narrativa de Graham Greene, por poner solo un ejemplo, Reig añade su característica ironía y elegancia literaria, dotando a la historia con un brillo propio. Una cautivadora narración donde los personajes se debaten entre lealtades fragmentadas y motivaciones ocultas, en un juego mortal donde la traición y la redención son las cartas marcadas sobre la mesa de un destino incierto. Y como siempre, toda la obra está construida narrativamente mediante un dispositivo tan lúdico como estético, sin ninguna disonancia ni elemento o trama que desentone, ya que lleva décadas practicando la aristocracia de buen narrador: tomarse la claridad y el entretenimiento como una exigencia moral muy elevada. La literatura actual sin la presencia de Rafael Reig estaría coja.
- «Cualquier cosa pequeña», Rafael Reig. TUSQUETS. 336 páginas, 20,50 euros
Un policiaco cañí lleno de friquis, chaperos y hampones
Por Lluís FERNÁNDEZ
La autora de «Gadir» no es una recién llegada. Ha recibido numerosos premios y ha escrito varias novelas. En «Gadir», resuena la voz cabreada, a veces colérica, del protagonista. Es un mérito de Cristina Cerrada desaparecer detrás del protagonista masculino, como ya hiciera en «Alianzas duraderas». Un hombre descontento con su vida, que ha pasado por la droga y la rehabilitación. Un cínico que anda por los bajos fondos de Melilla y Cádiz en su busca, enganchado a una ilusión. La novela está construida con excelentes diálogos y poca paja. Sin molestas intrusiones del narrador. Muy del gusto de autores como Elmore Leonard, quizá porque ambos autores proceden del cuento, donde se precisa concisión. Cristina Cerrada sigue consejos del decálogo del autor de «Raylan»: diálogos chispeantes, mínima prosa descriptiva y el detalle preciso para que avance el relato policíaco. La narración en primera persona permite al protagonista inventarse con su relato. Como fantasmas, entran y salen gitanos y chaperos, hampones y directivos corruptos, que fluyen por la novela como presencias dibujadas al carboncillo. Todos construyen la entidad del narrador y dotan de densidad a la novela. Resulta reconfortante leer una novela policiaca alejada del costumbrismo. Su texto repudia esa prosa casposa repleta de frases hechas, diálogos inverosímiles y la inevitable caída en el folletín.
Técnica depurada
Lo suyo son los diálogos en un español cañí, personajes marginales, lenguaje canalla con giros y palabras andaluzas. La apariencia realista choca con situaciones inverosímiles que remiten a un relato abstracto. En «Gadir» se marcan las costuras retóricas que arman con técnica depurada el frankenstein que es toda novela. Esa que aspira a superar el realismo para armar un constructo literario que haga verosímil un relato repleto de friquis, paralíticas y chaperos menores tipo «Arny». Con el recurso a un final posmoderno, el narrador se encuentra a sí mismo, como William Wilson, desdoblado en las múltiples facetas del yo.
- «Gadir», Cristina Cerrada. LUMEN. 224 páginas, 19,00 euros
Siete días son suficientes para conocer a Leibniz
Por Diego GÁNDARA
Gottfried Wilhelm Leibniz, cuya filosofía admiró Borges, siemrpre será recordado como uno de los pensadores más influyentes de la historia y, sobre todo, por haber afirmado aquello de que vivimos en el mejor de los mundos posibles, una manera de ver el mundo que está muy lejos de un pensamiento de corte nihilista pero, también, de un pensamiento de remota y falsa felicidad. Michael Kempe, uno de los mayores expertos en Leibniz, ha elegido siete días clave en la desbordante vida de Leibniz, fechas que marcaron un giro en su trayectoria y en su obra, para dar cuenta de una biografía amena y cercana de este filósofo nacido en 1646 en Leipzig, Alemania, y que abordó cuestiones relacionadas con la teología, las matemáticas y la ciencia.
Un hombre de pasiones
Así, a partir de una mañana de otoño de 1675 en París, el libro se expande y se extiende entre, por un lado, la vida cotidiana de Leibniz, y por el otro, en su pensamiento filosófico, que contribuyó al desarrollo independiente del cálculo infinitesimal, que compartió con Isaac Newton. Un logro que, junto con su invención del sistema binario, sentó las bases para la informática moderna. Filósofo, pero también inventor, matemático, viajero, historiador y novelista, las pasiones de Leibniz eran inagotables. Como inagotables eran su curiosidad y su personalidad fascinante, que lo llevó a mantener una impresionante red de contactos por todo el mundo.
Sirvió como consejero de la Casa de Hannover y trabajó en proyectos de reforma política y legal en varios estados europeos. Conocido por su optimismo, insistía en la posibilidad de mejorar el mundo incluso cuando todo parecía sombrío. A pesar de sus numerosas contribuciones, Leibniz a menudo fue incomprendido en su tiempo y se encontró en disputas intelectuales con otros eruditos prominentes. Sin embargo, su legado perdura como un faro de pensamiento interdisciplinario y creativo que ha dejado una marca indeleble en la historia del pensamiento humano.
- «El mejor de los mundos posibles», Michael Kempe. TAURUS. 304 páginas, 22,90 euros