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Warhol regresa al Madrid de 1983: vuelve la Movida

Era 1983, Madrid era una fiesta inagotable y el padre sin discusión de todas las movidas, un tal Andy Warhol, nacido en Pittsburgh pero más neoyorquino que la Estatua de la Libertad, no quiso perderse ese bombardeo/petardeo. Lo invitó Fernando Vijande, exquisito y audaz galerista, quien en la galería que llevaba su nombre le montó la retrospectiva «Pistolas, Cuchillos, Cruces». Y para allá que fueron, ávidas y contentísimas, las modernas de la época –Almodóvar, Alaska, Bernardo Bonezzi, Carlos Berlanga, Fabio McNamara, Nacho Canut–, algunos representantes de la «beautiful people» –Isabel Preysler, Ana Obregón– y hasta algún cachorro de la aristocracia, caso de Pitita Ridruejo, a la que quizá acompañaba, de incógnito, la Virgen María. Con Warhol viajaba entonces un joven fotógrafo, Christopher Makos, alumno aventajado de Man Ray y al que el rey del pop art definió como «el fotógrafo más moderno del mundo». Makos es uno de los pocos testigos vivos de aquel recibimiento a Warhol, quien fue agasajado como una estrella de rock o un jefe de Estado: «Fue divertido –rememora el fotógrafo en conversación con LA RAZÓN–. Creo que Andy se sintió halagado y gratamente sorprendido por aquella recepción y por casi cada evento al que fuimos. Fernando Vijande, al que recuerdo como una especie de gigante gentil, con todo el mundo girando a su alrededor, hizo bien su trabajo y hubo una gran presencia en muchas fiestas interesantes. Y logró que Nueva York, a través de Andy y de la revista ‘‘Interview’’, fuera consciente de la escena artística que estaba teniendo lugar en Madrid».

Ahora, como si el tiempo se hubiese detenido aquel día, el espíritu de aquella visita, de la que han transcurrido cuatro décadas, podrá volver a apreciarse por cortesía de la Colección Suñol Soler, que ha organizado la doble exposición «Warhol & Vijande, cita en Madrid» y «Más que Imágenes Alteradas, by Christopher Makos», desde el 17 de mayo al 21 de julio en el Museo Lázaro Galdiano (Serrano, 122). La primera se centra en la relación entre el artista estadounidense y el galerista español, con un formato como el de las célebres cápsulas del tiempo de Warhol. Hay varias fotografías de Rock-Ola, obra de Miguel Trillo, con distintos grupos de la Movida, y cuyo propósito es fijar el contexto social de aquella visita, además de otras instantáneas de Pablo Pérez Mínguez, Teresa Nieto y Javier Porto. Se podrán ver también algunos vídeos donde se recuerda la rueda de prensa que Warhol ofreció en la galería Vijande y memorabilia de ese acto, como postales y entradas de la galería firmadas por el artista –aquella fue la primera vez que en una galería española se cobró por entrar–, e incluso un bonobús (ay) y una caja de cerillas con su rúbrica. Por último, un retrato de Fernando Vijande (díptico), la pintura «Cuchillos» y un «Mao» [Zedong] de gran tamaño, propiedad de la colección Suñol Soler y perteneciente a la serie «10 Early Maos» (1972), así como una serigrafía de la serie «Ladies & Gentleman».

[[H2:A Warhol «le atraía» Madrid]]

Rodrigo Vijande, digno heredero de su padre, ofrece su visión de aquella visita que ahora se recrea: «España estaba cambiando y Warhol tenía ganas de verlo. Quizá si hubiera sido otro lugar no le hubiera interesado, pero lo que le atraía era aquello que estaba ocurriendo en Madrid, una ciudad que despertaba tras una larga dictadura, y el movimiento “underground” que se estaba produciendo en ella. Porque lo que mi padre hizo en su galería, primero con Costus, fue traerse el underground que había visto en Nueva York. Costus ahora nos parece una elección obvia, pero, cuando se hizo, nadie los conocía. Mi padre venía de exponer en el Guggenheim de Nueva York a nueve de sus artistas, y decidió inaugurar la galería que llevaba su nombre con unos totales desconocidos, Costus, porque supo ver que eso era lo que estaba cambiando en la sociedad española, y en Madrid concretamente. Y creo que eso es lo que animó a Warhol a venir aquí, a una ciudad cuya sociedad estaba cambiando».

En cuanto a las fotografías de Makos, en esta exposición se muestran 20 retratos de la serie «Imágenes Alteradas», las cuales están inspiradas en las fotografías de Rrose Sélavy –alter ego femenino de Marcel Duchamp– y realizadas en Nueva York durante el verano de 1981, es decir, un año y medio antes de la visita de Warhol a Madrid. El icono posó para su amigo con siete pelucas distintas y un maquillaje exageradísimo que marcaba aún más sus rasgos, sacando su yo mujer. El propio Makos define esas fotos como «una especie de catálogo sobre la identidad y la identidad cambiante. No tratan sobre las drag queens ni sobre Andy travestido, ni siquiera sobre Andy Warhol. Son el resultado de una colaboración entre modelo y fotógrafo. Veo en esas imágenes apertura y vulnerabilidad, y también la necesidad que Andy sentía por expresarse».

Con Almodóvar

Warhol fue pionero en incluir mujeres transgénero y drags en sus obras, y este hecho guarda relación con un episodio que tuvo lugar durante su estancia en Madrid. Almodóvar contó que cada día de los que el artista estuvo en la capital se organizó una fiesta en su honor y que él no se perdió una, y en cada una de ellas se lo presentaron. Lo hacían como «el Warhol español». Hasta que el estadounidense, después de escuchar aquello varias veces, quiso saber por qué lo comparaban con él, y el cineasta manchego, que aún no había alcanzado el éxito que llegaría a tener, se limitó a decir: «Bueno. Creo que es porque en mis películas también saco a travestidos».

Más allá de la todopoderosa figura de Warhol, esta exposición se puede interpretar como un homenaje de la Colección Suñol Soler a la figura de Fernando Vijande, quien mantuvo una estrecha amistad con su fundador, Josep Suñol. ¿Cuál fue, a juicio de su hijo, la mayor virtud de Vijande como galerista? «Creo que su mayor logro como galerista era algo que mucha gente le ha criticado, su eclecticismo. Entró en el mundo del arte moderno por casualidad y descubrió que no era una cosa unificada, sobre todo en los 70, sino que había muchas cosas que estaban coincidiendo, videoarte y escultura, gente que mezclaba arte y tecnología. Había hiperrealistas, gente con color y abstracción. Y performance. Él lo vio, le gustó y lo quiso mostrar. Ese fue su gran activo. Decía: “Si a mí me gusta, creo que os puede interesar”. Esa fue su gran labor, divulgar, y hacer ver que nada era excluyente. Era un pionero y un valiente, y le gustaba ver cosas nuevas, no se encasillaba. Y esa personalidad arrolladora que tenía le ayudaba, porque la gente se abría a él». ¿Cree que su labor como galerista debería haber recibido un mayor reconocimiento institucional? «Me habría encantado, pero no ha sido así –se lamenta su hijo–. El que más hizo por reconocerlo fue Suñol, que en 2018 le organizó una exposición en Barcelona espectacular, aunque nunca llegó a verse en Madrid. Y luego hay un gesto que me gustó mucho, y es que en el Reina Sofía hay una sala que se llama Fernando Vijande. Es un pequeño guiño, un ligero reconocimiento». Lo que es claro es que esta exposición reivindica su figura y la de un tiempo de ilusión y cambio.

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