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Las protestas en Kenia se agravan tras los primeros muertos y un asalto al Parlamento

2.400 millones de dólares parece mucho dinero, pero no es tanto. 2.400 millones de dólares es el equivalente al 3% de la deuda de Kenia, que tiene a su vez una deuda equivalente al 5.3% de la española. 2.400 millones de dólares es el equivalente a un 0.16% de la deuda española. Como se puede ver, no es tanto dinero. Sin embargo, 2.400 millones de dólares han supuesto este martes al menos cinco vidas que han sido segadas por la policía keniana durante las protestas en curso en Nairobi, la capital del país. 2.400 millones de dólares, un 3% de la deuda de Kenia, es el dinero que pretendía recaudar el presidente del país, William Ruto, por medio de una agresiva reforma fiscal que preveía la subida impositiva de al menos una docena de productos básicos, entre los que se encontrarían el pan, los vehículos a motor, las llamadas telefónicas y el papel higiénico.

2.400 millones de dólares hicieron que miles y luego millones de jóvenes kenianos salieran a las calles para poner freno a este terrible agujero en sus bolsillos, criticando el derroche de los políticos y de la administración del país (Ruto tiene un patrimonio que ronda los 450 millones de dólares) mientras luego son ellos quienes deben pagarlo. 2.400 millones de dólares para un ciudadano a pie de calle es mucho dinero. Ni siquiera un presidente africano guarda tanto en sus cuentas del extranjero.

Las protestas comenzaron el martes de la semana pasada y hoy alcanzaron su clímax. Después de que la policía disparase munición real contra los manifestantes, asesinando al menos a dos de ellos, la turba perdió el control, algunos dirían que lo recuperó, y se abalanzaron como un único cuerpo contra el Parlamento de Kenia (que fue donde se votó la controvertida ley). Algunos senadores fueron agredidos en el proceso y los vídeos que circulaban en redes mostraban a los manifestantes en el interior del edificio, incluso comiendo en la cafetería con una mezcla de rabia y de excitación popular.

Cuando las protestas comenzaron la semana pasada, Ruto pareció ceder hasta cierto punto, y anunció que la subida de impuestos no se aplicaría a la totalidad de los productos citados en primer lugar. Pero no fue suficiente para los manifestantes, que continuaron las protestas hasta hoy y que, previsiblemente, continuarán con las protestas mañana. En las redes sociales ya se habla de asaltar a primera hora de la mañana la residencia del jefe de Estado. 2.400 millones no parecen tanto pero pueden levantar a una nación y derribar a un gobierno.

Los kenianos, sin embargo, no consideran a Ruto como el único culpable. Al final, la deuda keniana se debe a dos instituciones en su mayoría: China (mayor acreedor del país) y el Fondo Monetario Internacional (que rescató al país en 2021). Este último presionó gravemente a Ruto tras conocer que se relajaría la nueva ley fiscal y no ha tenido que pasar mucho tiempo hasta que los sucesos actuales se achaquen de una forma u otra al asfixiante neocolonialismo occidental, representado a ojos de los kenianos en el cuerpo del FMI. Las presiones dictadas al Gobierno por medio del organismo internacional, sumadas a los muertos, añadidas a la pobreza existente en un país que hace 20 años pareció que iba a despegar, vuelven a convertir a Occidente en el villano al que miran con recelo millones de africanos.

Es cierto que Naciones Unidas publicó este martes un breve comunicado donde pedía a Ruto que “respete la constitución y garantice la protección de los derechos ciudadanos. Que facilite las manifestaciones pacíficas y sostenga los principios de la democracia”. Igual que una declaración conjunta en la que participaron las embajadas en Kenia de Reino Unido, Canadá, Estados Unidos y Alemania (entre otros países occidentales) pidió “que se garantice el derecho a protestas pacíficas”, igual que expresaban su preocupación por “el secuestro de manifestantes”. La postura de todo el globo es idéntica: William Ruto debe garantizar el derecho a manifestarse y cesar los secuestros a manifestantes y debe dejar de disparar munición real contra su población civil.

Pero nadie quiere olvidar que las presiones del FMI llevaron a esta situación; y resulta difícil ligar al FMI con China y no con Occidente. Podría decirse que Kenia tiembla hoy por 2.400 millones de dólares, pero raro sería, si consideramos que tampoco es tanto dinero. Estas protestas, donde la generación Z ha cobrado un especial protagonismo, demuestran un hartazgo más allá del dinero, un hartazgo que se diría institucional y que ha esquilmado los sueños de una nación durante más de medio siglo de corrupción y de miseria. Informar de que las protestas se deben a estos 2.400 millones de dólares sería informar en falso: las protestas se deben a años de corrupción sin consecuencias. Hasta hoy.

La calidad juvenil de los manifestantes, que se organizan por medio de las redes sociales, ha empujado al gobierno a cortar el acceso a Internet en el país, pero se adivina que no será suficiente. El presidente William Ruto se dirigió además durante poco más de siete minutos a su nación en la noche del martes. En su discurso culpaba de las protestas a elementos desestabilizadores externos y expresaba su profunda determinación para poner en marcha el mecanismo policial con que castrar la capacidad operativa de estos “agentes del caos”. No deja de ser inverosímil escuchar estas declaraciones mientras las imágenes de millones de kenianos manifestándose en decenas de ciudades inundan las redes sociales de cada pantalla de cada país del mundo. Cuesta creer que haya millones de agentes desestabilizadores en Kenia. Lo que no deja lugar a dudas son las imágenes de los jóvenes asesinados este martes frente al parlamento keniano, asesinados por la policía. Y resulta en una imagen devastadora ese cuerpo todavía joven, desmadejado y cubierto con una sábana a las puertas de la casa del pueblo. 2.400 millones de dólares es mucho o poco dinero… pero parece suficiente para morir, llegados a un extremo indeseable, si la muerte de uno trae la libertad de los que vengan luego.

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