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Lily Gladstone: “Mi generación ha aprendido a estar orgullosa de ser nativa”

Lily Gladstone: “Mi generación ha aprendido a estar orgullosa de ser nativa”

La actriz, nominada al Oscar por “Los asesinos de la luna”, protagoniza el drama independiente “Fancy Dance” (AppleTV+) junto a Isabel Deroy-Olson

El mundo entero fue consciente de su talento de la mano de Martin Scorsese en “Los asesinos de la luna”, pero Lily Gladstone (EE.UU., 1986) hace tiempo que viene deslumbrando con sus apariciones en series como “Reservation Dogs” o “Billions”. De hecho, unos meses antes de que le llegara su gran oportunidad en el cine, nominación al Oscar incluida por su papel junto a Leonardo DiCaprio, la actriz de ascendencia piegan (de los pueblos nativos norteamericanos) ya había bajado al barro de la producción independiente y se había arriesgado a interpretar a una nativa, lesbiana, en busca de su hermana desaparecida. “Fancy Dance”, tras ser aplaudida en el último Festival de Sundance, optó entonces por una estrategia conservadora, esperando que pasara el huracán de la temporada de premios y esta semana, por fin verá la luz en España a través de AppleTV+.

Escrita y dirigida por Erica Tremblay, “Fancy Dance” nos adentra en el complejo universo de la reserva Seneca-Cayuga, en Oklahoma. Allí, el personaje de Gladstone tendrá que hacerse cargo de la hija de su hermana (maravillosa, Isabel Deroy-Olson), que desaparece sin dejar rastro y sin avisar a nadie en el club de “striptease” en el que trabaja. La situación, a medio camino entre la emotividad de circunstancias y una situación económica paupérrima, que lleva a la protagonista a robar para sobrevivir, terminará convirtiendo el filme en una “road movie”, cuando tía y sobrina se fuguen de los servicios sociales e intenten asistir al encuentro de bailes nativos (“powwow”) al que se habían prometido ir.

El orgullo cultural de los nativos americanos

“Nos conocimos aprendiendo el baile, el “fancy dance” juntas”, explica Gladstone a LA RAZÓN, sobre una disciplina que tiene su origen en lo místico pero que ha evolucionado culturalmente hasta convertirse en un encuentro de celebración de las distintas naciones nativas del medio Oeste de Estados Unidos. “Ni siquiera pudimos tener una lectura de guion juntas antes de empezar a rodar, pero la química surgió de inmediato, es como si nos conociéramos de toda la vida. Cuando acabó, nos echamos de menos como si fuéramos una familia”, añade Deroy-Olson, sin duda lo mejor del filme interpretando a una adolescente en “shock” por la desaparición de su madre pero ilusionada por descubrir el camino de las danzas autóctonas.

El orgullo cultural nativo existe, porque lo manifestamos nosotras, pero hubo un período muy largo de tiempo en Estados Unidos donde nuestros mayores tuvieron que pelearlo. Ese conjunto de experiencias nativoamericanas, el de las reservas, las residencias o las enseñanzas desde casa generó una sensación extraña, de no estar orgullosos de lo que somos. Eso ha cambiado, y nuestra generación se ha beneficiado de esa lucha”, añade Gladstone alabando también a Hauli Sioux Gray, que aquí ejerce de recuerdo en fotos como la hermana perdida, pero que en realidad fue la guía de las actrices a través de la cultura Cayuga como uno de sus rostros más conocidos entre la comunidad de Oklahoma.

 

Y sigue, sobre el momento de cambio que parece estar experimentando el conjunto de culturas nativas en el cine estadounidense: “Tuve la oportunidad de hablar con John Trudell, sin duda uno de los artistas más influyentes en el resurgimiento de este orgullo nativo, antes de que falleciera, y yo le decía que no entendía el propósito de mi generación. La suya, bien fuera a través del arte o de la lucha política, había conseguido cambiar muchas cosas, darnos una vida y una existencia digna como fundadores del movimiento, pero no entendía qué tenía que hacer yo, ni como individuo ni como parte del colectivo. Y me dijo que ya estaba haciendo mi trabajo, como actriz y voz artística, enseñándole a la gente que existimos y que estamos aquí, representándonos de algún modo. Me dijo que todo el mundo no puede ser activista. Si ser nativo americano fuera una camioneta rota, necesitamos gatos, pero también gente que cambie el neumático y que revise el motor”, explica la actriz.

La química y la representación Cayuga

“Si esta pequeña revolución está ocurriendo, si gente como Erica (Tremblay) está pudiendo contar este tipo de historias con nativos americanos en el centro del relato, es porque hay una demanda de ello, hay gente que quiere ver estas historias o verse representado en ellas”, continúa Gladstone, que además de “Fancy Dance” participa como intérprete y productora en “Jazzy”, de Morrisa Maltz y que también aborda una especie de “coming-of-age” desde el punto de vista de los nativos americanos.

Precisamente sobre esa mezcla entre la dureza emotiva del personaje de Gladstone y la inocencia casi infantil del de Deroy-Olson, todavía esperanzada por el regreso de una madre cuyo destino parece a todas luces funesto, responde esta última: “El personaje es un poco más joven que yo, y me ha encantado volver a esa edad, a esa inocencia, porque es también la edad que tiene mi hermana pequeña. Erica y yo hablamos mucho del personaje, de cómo su presencia silenciosa siempre fue intencional, buscando aprender de lo que la rodeaba, buscando entender su pequeño mundo. Para bien o para mal. Nuestra Roki, al final, se convierte en mujer frente al espectador y la manera en la que mira a su tía, a Jax, es la misma manera en la que yo miro a Lily (Gladstone)”, confiesa la joven intérprete, antes de que la complemente su compañera de reparto: “Jax ha intentado, durante toda la vida de Roki, mantener una imagen de normalidad, incluso en el momento en el que sabe casi a ciencia cierta que su hermana se ha ido para siempre”, añade.

Irregular pero siempre sincera, cálida cuando quiere desarrollar la química entre tía y sobrina y arrebatadoramente cruel cuando entra en la ecuación el abuelo de la familia (Shea Whigham), “Fancy Dance” es una ópera prima canónica del nuevo cine estadounidense, pegada a lo identitario pero universal en sus tesis más contemporáneas, aquellas que versan sobre la sororidad o sobre la experiencia compartida, siendo en este caso el de la mujer nativa americana y cómo es percibida en el gran país blanco. “La película está llena de momentos luminosos, incluso cómicos, porque así es nuestra cultura. Incluso en momentos traumáticos. Incluso en la tristeza más depresiva hay momentos para la risa, para levantarse y salir de ahí”, se despide Deroy-Olson, miembro de los Tr'ondëk Hwëch'in y a la que a seguro veremos en proyectos grandes a corto plazo.

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