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Francia y el derbi de Tintín

En el último partido de la fase de grupos, contra Ucrania, la selección belga sabía que un empate la condenaba a este octavo de final frente a Francia, uno de los espantajos del cuadro. Pese a lo cual, los futbolistas de Domenico Tedesco perdieron tiempo con descaro en la última media hora. ¿Quién dijo miedo? El segundo uniforme que los Diablos Rojos lucieron el pasado miércoles, quizá, era un desafío a los vecinos: camiseta celeste con cuello blanco y calzona marrón, el atuendo que más repite en sus historietas Tintín, uno de los personajes de cómic más célebres del mundo. Que los franceses reivindican como propio a pesar de su autoría belga.

Hergé, Georges Remi en el pasaporte, fue el dibujante que creó al intrépido reportero. Bruselense, católico y valón, su lengua materna era el francés y así hablaba Tintín desde que visitó el País de los Sóviets en su primera aventura, en 1929. Esta confusión idiomática y la tendencia a la apropiación cultural de los galos llevó a la adopción del personaje, cuya ideología llegó a debatirse con toda la seriedad y pompa en la Asamblea Nacional de París. Los parlamentarios de izquierda argumentaban la velada crítica al ocupante nazi en «El cetro de Ottokar»; la derecha contraatacaba con el personaje Tchang, un comunista chino arrepentido que ayudaba al héroe en su visita al Tíbet, donde simpatizaba con la resistencia al régimen de Mao.

La tarde deparó otros duelos deportivos franco-belgas y ninguno de ellos sacó al espectador del bostezo. En el sprint del Tour, ni De Lie ni Coquard ni Philipssen ni Demare ganaron para sus países porque les robó la merienda el eritreo Biniam Girmay. En Wimbledon, Cazaux y Bergs se fueron hasta el tie-break del quinto set con victoria del primero que se sustanciaba más o menos en el mismo momento en el que Vertonghen desviaba fatalmente un tiro de Kolo Muani. Dos victorias francesas en Londres y Dusseldorf, sí, pero dos espectáculos soporíferos que plantean preguntas sobre si se puede llegar tan lejos con un plan tan usurario, minimalista y ramplón. «Pues que vengan los otros a por mí, si tan valientes son», pensará el muy pragmático Didier Deschamps. Cuyo palmarés no tiene discusión, como tampoco la evidencia de que ver a su equipo es más aburrido que el cine de arte y ensayo.

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