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Les Pardines 1819, un hotel-destino en el corazón de los Pirineos

Les Pardines 1819, un hotel-destino en el corazón de los Pirineos

Rodeado de naturaleza desbordante, este hotel boutique andorrano, con sus más de dos siglos de historia y su deliciosa oferta gastronómica, es sin ninguna duda un destino en sí mismo

Sí, existen hoteles-destinos a los que no se viaja para conocer una ciudad o pueblo, sino para vivir la experiencia de alojarse en ellos. Son aquellos que provocan amor a primera vista con tan solo ver sus fotografías, leer sobre su filosofía o su singular propuesta. Ejercen una gran atracción porque inspiran, invitan al descanso y al deleite de los sentidos. Y por estos motivos comienzan a estar ya en la lista de todo viajero que se precie, como Les Pardines 1819 Montain Suites & Spa enclavado en el corazón pirenaico, un hotel boutique de montaña de ensueño que suma a su oferta un paisaje de diferentes tonos verde espectacular desde la primavera hasta el otoño, y un precioso manto blanco de nieve de postal en los meses de invierno.

Lo cierto es que aún no hay nombre que defina este tipo de turismo, pero seguramente pronto lo habrá, ya que es una tendencia en alza. En él no solo se buscan emplazamientos lujosos, sino también aquellos que tengan «alma» y que su diseño cuente sobre su historia e incluso sobre las personas que hay detrás de su origen. En este caso, en Les Pardines 1819 durante la gran reforma que lo transformó en un hotel de máximo confort se preservó en cada rincón la calidez y amor por la naturaleza de la familia que hace más de doscientos años le dio vida; prueba de ello es su compromiso con el medioambiente.

Un legado de hospitabilidad y tradición

Es vital dar unas pinceladas a la bonita historia de Les Pardines para visualizar el encanto y autenticidad de este hotel. En 1932 un hombre de montaña humilde, sencillo y tenaz que se ganaba la vida como pastor de ovejas y elaborando quesos que él mismo vendía adquirió la propiedad de Les Pardines con sus ahorros. Ese hombre se llamaba Jacint Puy Asquerrà, el bisabuelo de los actuales propietarios.

En aquel entonces, Les Pardines era una finca documentada anterior al 1600, aunque no fue hasta el 1819 cuando se construyó su principal edificación, de ahí su nombre. La familia Puy continuó siempre con la ganadería como actividad principal, aunque fueron diversificando con actividades agrícolas y de cultivo de tabaco.

Fue hace unos años, cuando la cuarta generación, Jordi y Josep Maria Puy, quienes aún continúan con la actividad ganadera, reconvirtieron la antigua edificación de Les Pardines en este acogedor hotel boutique. En él, uno de sus mayores valores es la esencia de la tradición andorrana y la hospitalidad que desde 1819 siempre ha ofrecido a todo el que lo necesitaba; por ejemplo, era un conocido refugio para pastores o gente de paso cuando las inclemencias del tiempo no les permitían continuar su camino. Todos encontraban aquí un lugar donde reposar y llevarse algo caliente al estómago.

De alguna manera, en la atmósfera de Les Pardines no solo flota esa centenaria hospitalidad, también lo hacen la calma y la seguridad que nace de una familia unida como es la familia Puy, algo que junto al alto confort y calidad de instalaciones que ofrece el hotel, logra que el huésped sienta la magia de este lugar. Y es que Les Pardines es mucho más que un alojamiento.

Confort, calidez y la serenidad de un entorno único

Algunos de sus mayores reclamos materiales son sus 18 habitaciones (todas y cada una diferentes) equipadas con camas queen size de la marca Vispring, uno de los mejores colchones del mundo, smart TV-satélite, así como el acceso a internet de banda ancha, guardabicis, guardaesquís y un transfer a pistas de esquí. Por supuesto, también el espacio wellness con dos salas de masaje, una ducha termal, sauna seca y baño de vapor, entre otras cosas.

Pero su mayor tesoro y lo que lo posiciona como un idílico hotel-destino de esos en los que hay que alojarse al menos una vez en la vida es inmaterial. Es la calidez y tranquilidad que se respira en todas sus habitaciones ligada a dormir entre unas paredes de hace dos siglos, su entorno único que invita a conectar con la naturaleza o la energía que emana de su zona de spa en el que durante 200 años fueron las cuadras del ganado. Sin olvidar el bucólico lago protagonista de su jardín o los escondidos rincones como una bonita fuente cascada, así como un romántico columpio en el que balancearse y olvidarse del mundo y hasta de uno mismo.

Un destino gastronómico

Llegado este punto, es necesario hablar de lo que resulta por sí solo una poderosa razón para visitar Les Pardines: su restaurante. Aquí hay que sumar que no solo es un hotel-destino, sino que también es sin ninguna duda un extraordinario destino gastronómico.

Destaca en su espacio las pocas mesas y la gran separación que hay entre ellas; el comensal vive de esta manera una experiencia íntima. Respecto a la decoración, confluyen el diseño moderno con paredes de piedra seca de las antiguas bordas de montaña.

La cocina es de estilo mediterráneo con influencia de ambos lados del Pirineo, y su sabor es tradición y autenticidad de los territorios de la alta montaña. El chef Óscar Villalba y su equipo de cocina (con el asesoramiento de Oriol Rovira, galardonado con una estrella Michelin) ofrecen una carta variada basada en productos de proximidad y de pequeño productor. Alta cocina de montaña.

Algunos de los platos a no perderse son el canelón asado, el arroz de montaña o el pollo de Pagés. El pequeño huerto ecológico a la entrada del restaurante es una garantía de sabores a tierra cultivada con cariño. Y para los golosos, ¡los postres son una deliciosa locura!, como por ejemplo la tarta de queso o de manzana.

Por último, otro aliciente irresistible para una escapa a Les Pardines es la variedad de interesantes actividades cercanas que se pueden realizar. Desde rutas senderismo de dificultad mínima o más elevada hasta montar en bicicleta, pescar, ir de shopping y, por supuesto, en invierno, esquiar.

Sin duda, la cuarta generación de la familia Puy, los hermanos Jordi y Josep Maria, han logrado no solo poner en valor toda su historia familiar ligada a las montañas andorranas, sino también ofrecer al viajero un rinconcito en el mundo ideal para una escapada en la que respirar autenticidad.

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