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Mogambo: cuando la censura franquista cambió un adulterio por un incesto

En la sala de visionado de TVE hacía un calor espantoso. La temperatura había subido no solo porque estaban en julio, sino porque Clark Gable besaba a Ava Gardner pegando todo su cuerpo a la voluptuosa actriz. Los censores no quitaban la mirada de la pantalla. El beso fue intenso, mucho. Luego ella echó atrás su cabeza manteniendo su cadera en contacto con la de Gable, y acariciando el pecho del cazador dijo «¡Te estás convirtiendo en el típico africano caliente!». De pronto, alguien encendió la luz de la sala. «Hasta aquí hemos llegado, señores», dijo Francisco Anson Oliart, jefe de la Comisión Censora de TVE. Era 1969. El país había pasado un estado de excepción durante tres meses. El horno de Franco no estaba para más bollos con tanta protesta. Más represión y más moralización. Eso hacía falta. Un poco de censura nunca viene mal para un dictador. Está en su kit de supervivencia: controlar la tele pública, financiar solo a los medios amigos y amordazar a la prensa crítica al tiempo que se culpa a la oposición.

Anson volvió a tomar asiento. Allí estaban José Francisco Matéu, magistrado del Tribunal de Orden Público, Antonio Sánchez Vázquez, dominico, y Mariano del Pozo, crítico de cine. Cada uno tenía una ficha en la que iba anotando los diálogos o escenas censurables. Ya se sabe. Una palabra con doble sentido o explícita se cambiaba. Un beso largo se recortaba. Las relaciones fuera del matrimonio no se concebían porque, como dijo uno de los censores, resultaba «desagradable en el círculo del hogar». Tampoco gustaban las alusiones políticas que pudieran interpretarse como una crítica al caudillo o a su dictadura.

«¿Qué es eso? ¿Una riña de verano? ¿O es que empiezan una relación abierta a varias bandas? Ja, ja, ja», dijo el censor jefe de TVE. El resto de censores soltó una risa sumisa, proteínica, rentable. «Mariano -dijo Anson-. Resume la película, tú que sabes hacer sinopsis». El crítico suspiró, acercó sus gafas al entrecejo y miró a sus compañeros. «Es un filme de John Ford, grabado en 1953, aunque es un remake de una cinta de 1932 ambientada en la India. El asunto va de faldas. Por eso la película se llama «Mogambo», que en suajili significa «Pasión». Gable es un cazador que se siente atraído por dos mujeres. Una es una fresca, la Gardner. La otra es una recién casada, Grace Kelly, la rubia», explicó Mariano.

Mateu, el magistrado de Orden Público, torció el gesto. «Eso es adulterio, amigos -dijo-. No solo corrompe la santidad del hogar, sino que la gente se podría preguntar por qué el marido consentidor no se lía a tiros». «Uxoricidio, quiere decir Vd., ¿no? -recordó Anson-. El derecho de matar a la adúltera se quitó del Código Penal en 1963. No, no es eso. Es la moral familiar».

Mariano del Pozo tuvo entonces una ocurrencia. «Para que no haya adulterio vamos a ocultar que Grace Kelly está casada con el niñato», dijo. «Pero, entonces, ¿por qué Kelly vive con ese zangolotino? -apuntó el dominico-. No pueden ser amigos porque dos personas no pueden vivir juntas fuera del matrimonio». Solo quedaba una opción: la rubia frágil y el merluzo debían ser hermanos. Kelly y el memo enfermizo compartían padres y punto. Estaban en un Erasmus africano, a lo Greta Thunberg, mirando animales y aborígenes, y la rubia se enamoró del malote abigotado. «Hecho. Son hermanos», sentenció Anson. El magistrado carraspeó. El asunto se le atragantaba, bueno, también las almendras que le habían puesto para ver la peli. «Va a parecer un incesto. Kelly y el mendrugo se dan besos y duermen en la misma cama, ojito», advirtió. «Cierto, el menso y la Kelly se besuquean en la boca, pero la gente creerá que son costumbres extranjeras», corrigió el censor jefe. Mariano del Pozo había visto más cine que un acomodador y aquello le chirriaba como un tranvía bajando la cuesta de San Vicente.

«Incesto. Eso es incesto, señores», concluyó el crítico. «Bah, Mariano, no jodas ahora. El melindres y la Kelly son hermanos. Quitamos la escena de la cama de matrimonio y ya está. Me preocupan más los diálogos. Cuando la Gardner, pegada como cromo, acaricia a Gable y dice «¡Te estás convirtiendo en el típico africano caliente!», lo que se entiende es que el cazador con tanto roce ha levantado el rifle... Ja, ja, ja. Perdone, padre -dijo Anson mirando al dominico-. Bueno, ya sabéis. Eso no puede ser. Tengo una idea. Como la Kelly está preocupada por el cambio climático, y la Gardner está celosa, puede decir: ‘El clima de África te hace ir muy deprisa’. Así cambiamos una frase porno por un mensaje ecologista. ¿Qué os parece?» Y así quedó en el estreno de junio de 1970.

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