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Carolina Marín muerde en su estreno en los Juegos

Desde aquel oro magnífico en Río 2016 no aparecía la muñeca de Carolina Marín en una competición olímpica. Y han sido demasiados días para una afición que la sigue por donde quiera que vaya. Ídolo en todo el planeta porque se ha dedicado toda su vida a derribar imposibles: campeona del mundo en tres ocasiones en un deporte en el que la superioridad de licencias y de pabellones y de aficionados y de practicantes y de todo en el mundo asiático es tan grande que no entra en la cabeza. De ahí que Marín tenga seguidores de todos los colores, aunque sobresalgan en la Porte de la Chapelle una veintena de banderas españolas que deleitan a los demás espectadores y un «Viva Andalucía» que rompe el pabellón. Entre tanto asiático, una onubense se cuela con fuerza en la segunda ronda del torneo olímpico. La instalación, enorme, se divide en tres pistas: dobles, individual masculino e individual femenino, la del centro, donde comparece Marín de amarillo y rojo ante la suiza Jenjira Stadelmann , 102 del mundo, en su primera incursión olímpica tras un ciclo complicadísimo por una segunda lesión de rodilla que todavía fue más dura que la primera, en 2019. Por todo lo que tuvo de levantarse de nuevo, por todo lo que significó quebrarse la rodilla un par de meses antes de Tokio 2020. Por eso esta Marín muestra garra y esa elasticidad que otorga este deporte tan rápido como elegante. Decisiones en menos de un segundo ante la posición de la rival, su posible movimiento, tu mejor golpe, esconder el peor, el volante con efecto. Un sinfín de combinaciones que se multiplican por la variedad de golpes y opciones posibles. No entra, por tanto, ningún otro pensamiento, mucho menos recordar estos tres años de rehabilitaciones, parones, sufrimiento y lágrimas de rabia por no poder estar donde se había ganado. No dio opción a los pensamientos negativos ni a la suiza, que enseguida se encontró arrinconada por la mayor contundencia de Marín, más rápida y con más posibilidades para golpear desde cualquier punto, desde cualquier posición, de la pista y de su cuerpo. Con una grada volcada con ella, entre las que se encontraban la Princesa Leonor y la Infanta Sofía, despejó pronto los nervios para mandar en el marcador. Dio un acelerón cuando llegó a los diez puntos, y 7 su rival, y no miró atrás. Convincente comenzó también el segundo set. Un 11-3 estupendo que parecía presagiar la rendición de la suiza. Pero se enredó Marín más de la cuenta en la recta final. Incapaz de enlazar dos puntos segundos cuando todo parecía llegar al desenlace rápido. Tantas ganas de este torneo, tanto sufrimiento en el pasado, que se despistó hasta que Stadelmann llevó el peligro con el 19-17. Dos gritos, varios «Viva España» y el colmillo de Marín terminaron con la oposición de la suiza. Primer triunfo de Carolina Marín en París 2024, con garra y hambre.

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