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Mina: excentricidad friqui de una antaño chica yeyé

Mina: excentricidad friqui de una antaño chica yeyé

La artista ha pasado por todos los estadios de una diva posmoderna. Entre la arrogancia y la ausencia de cejas, la cantante representa un ideal contradictorio

A la diva se la ha relacionado con la [[LINK:EXTERNO|||https://www.larazon.es/cultura/20200210/hgsk4e756japjgcvm2im3r3g4e.html|||«prima donna»]] de la ópera italiana. Las grandes divas suelen tener voces extraordinarias, caracteres fuertes y un comportamiento caprichoso. Su yo es más elevado que una catedral gótica. La diva moderna fue la soprano María Callas y en el cine quedaron dos reliquias: Greta Garbo y Gloria Swanson. «Rien va plus». La cantante italiana Mina formaría parte de una representación irónica de la diva posmoderna. Nunca se tomó muy en serio, pese al acoso de la prensa italiana que la estuvo persiguiendo durante los años 60 por sus amores con un hombre casado, con quien tuvo un hijo, y al enviudar del periodista Virgilio Crocco, muerto por atropello en Estados Unidos.

Pese a sus éxitos, Mina abandonó los escenarios y la vida en Italia en 1978 y se refugió en su casa de Lugano (Suiza), donde montó un estudio de grabación en el que, anualmente, graba un disco para sus muchos fans. Hoy, a sus 84 años, Mina sigue siendo la máxima diva que ha dado la Italia moderna. Con una voz portentosa, un físico excepcional y una acusada ironía, tanto cantando como en sus puestas en escena, Mina ha pasado por todos los estadios de la diva posmoderna: arrogante, fría y distante cuando las cosas no le gustaban y reclusa voluntaria como la divina Greta Garbo, que se retiró a los 36 años y Mina a los 38.

Maquillaje y largas melenas

Su imagen ha ido cambiando con los años. La Mina de los 60 representaba la Italia del «boom» económico, la máxima estrella del rock, con los alaridos y desplantes descarados de una chica yeyé desgarbada y gesticulante. De repente, Mina se afeitó las cejas y comenzó sus programas en la RAI, cambiando su apariencia de joven rebelde por el de una mujer megaestilizada, vestida por los diseñadores más vanguardistas. Decidida a vivir sin cejas, el maquillador Stefano Anselmo creó para sus ojos un denso maquillaje marrón en arco rematado por una gruesa línea negra en la cuenca de los ojos. Así se los agrandaba y los dotaba de su característica aura espantada.

En los 70, volvió a transformarse dejándose largas melenas ensortijadas de color cobrizo. Buscaba la imagen de una gran diva, sofisticada, que fumaba puros, llevaba trajes con plumas y cuidaba su figura como nunca antes lo había hecho.

Desde entonces, el director artístico, dibujante y diseñador Luciano Tallarini confeccionó las portadas de todos los discos de Mina, en colaboración con el pintor y fotógrafo Mauro Balletti. Ideadas como «una representación iconográfica de su pensamiento». Un manifiesto artístico que al mismo tiempo que Mina se automitificaba como una excéntrica diva se desacraliza al transformarse en pura imagen, entre lo subliminal y la ironía friqui.

Sus portadas son únicas, con la primacía de unos diseños a veces dislocado, otros, fotomontajes irónicos y provocadores y siempre con una concepción artística innovadora de la «marca Mina», la diva disonante oculta desde 1978 en su casa de Lugano. Las portadas que cambiaron la imagen de Mina fueron las de «Attila» (1978), con Mina calva, con la boca manchada de helado, y «Salomé» (1981), donde aparece con largas melenas y barba rubias, como Leonardo da Vinci. Desde entonces, Mina es como un objeto artístico que va mutando, deconstruyéndose, en continua transformación: Mina encajada en el cuerpo de un culturista. Mina picassiana, y cuando empezó a engordar de forma exagerada la cantante presentó «Carterpillar» (1991), con un dibujo de Mina gruesa como un Botero.

«La tigre de Cremona» quería que las portadas le sorprendieran y maravillaran. La única portada con Mina de cuerpo entero es la de «Cremona» (1989), con el traje de noche posmoderno diseñado por Versace. Por fin la imagen de la gran diva, delante de la catedral de Santa María de la Asunción de su ciudad natal, como una prima donna que se burla de los excesos de su divinidad.

Podría decirse que la contradicción de la diva y la antidiva componen el nuevo concepto de la diva posmoderna: la representación de un ideal contradictorio. De Mina, consagrada como la diva de la «torch song» a la italiana, himnos de desamor y tristeza más grandes que la vida, sólo nos queda su voz y un icono que se deconstruye y reconstruye sin cesar con una presencia y sin otra esencia que su imagen de diva que se burla irónica de sí misma.

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