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El final más cruel para Carolina Marín: se retira de la semifinal lesionada otra vez en la rodilla

El final más cruel para Carolina Marín: se retira de la semifinal lesionada otra vez en la rodilla

La española mandaba con claridad en el marcador contra la china He Binj Jiao por 21-14 y 10-5 cuando su rodilla volvió a ceder

No pudo haber un final más cruel para Carolina Marín en los Juegos Olímpicos de París. La jugadora española mandaba en su semifinal contra la china He Bing Jiao, no se le iba escapar de ninguna manera la final de bádminton, la opción de repetir el sueño de ganar la medalla de oro de Río 2016, momento en el que la vida se le lleno de obstáculos: primero se rompió la rodilla derecha, poco después falleció su padre y, a las puertas de los Juegos de Tokio, se rompió la rodilla izquierda. Pero llegar a la capital de Francia se convirtió en su alimento, y allí la desgracia volvió a suceder.

Con 21-14 y 10-5 a su favor, un golpe, el apoyo de la rodilla derecha... Y esta que cede. Se le va. La jugadora española se va al suelo y el grito es general en el Arena Porte de la Chapelle. "Nooo". No podía ser, otra vez... Pero sí fue. Carolina se quedó un rato tumbada en el suelo, mientras la fueron a atender. Se sentó en el banquillo, habló con su entrenador, Fernando Rivas, estaba tan metida en la competición que todavía pensaba que había sido sólo un susto. Se protegió la articulación y volvió a la pista. Dio un par de saltitos para activarse y comenzó la acción de nuevo. Se jugó un punto... Y perdió, pero es que iba arrastrando la pierna. Fue sobrecogedor. La intentó una vez más, pero era literalmente imposible.

 

En ese momento ya sí se vino abajo. Se tiró al suelo y empezó a llorar de manera desconsolada. Todo su equipo la fue a arropar. En las rodillas se le veían las cicatrices de las antiguas lesiones. Al final logró levantarse. Las asistencias entraron con una silla de ruedas para llevársela, pero ella dijo que no. Con las lágrimas, se fue al centro de la pista mientras el aplausos fue unánime y eterno, de minutos, mientras daba las gracias y mientras se marchaba de la pista, cojeando, pero por su propio pie. El sueño se convirtió en pesadilla de forma cruel. Estaba como nunca y el oro no era un sueño, era más que una posibilidad.

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