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Los niños van a París: ¿es una barbaridad que críos de 11 años compitan en unos Juegos?

Nadia Comaneci realizó el ejercicio perfecto de la gimnasia artística cuando tenía 14 años. Katie Ledecky nadó el 800 más rápido de Londres 2012 con 15. Haohao Zheng ha participado en skate park en París 2024, con 11 años. Vareeraya Sukasem, de 12 años, en skate street. Los deportistas adolescentes en los Juegos Olímpicos no son novedad. No hay un límite del COI. Para algunas disciplinas, la juventud es una ventaja. El cuerpo está más fresco, más receptivo, descansa mejor, las lesiones son menos graves, se recupera antes - Sky Brown , con una fortuna valorada en cinco millones de dólares, sufrió diversas fracturas en el cráneo y la mano por una caída y un año después era bronce en skate en Tokio, con 13 años y 11 días-. Todo positivo. Pero también hay un componente mental que debe tenerse en cuenta para adaptarlo a estos deportistas todavía en crecimiento. Acudir a unos Juegos, se gane o se pierda, supone un factor de estrés que hay que aprender a canalizar, se tengan 20, 30 o 40 años, pero sobre todo si uno todavía compagina el deporte de élite con el colegio. Zheng se ha graduado de primaria: sumas, restas y divisiones es su mundo por la mañana. Piruetas, torneos, clasificaciones por la tarde. Consecuencias de su pasión por el monopatín que se toma como un juego, pero no. «Cada vez deportistas más jóvenes rinden a altos niveles. Se juntan las aptitudes y capacidades innatas y, sobre todo, un buen equipo que mida las cargas físicas, neurológicas y psicológicas en función de sus posibilidades, aunque no hay una máquina que controle si se está preparado o no. Por eso es muy importante la especialización temprana», comenta a este periódico Pablo del Río , psicólogo deportivo. Todos pasan por pruebas de estrés de forma paulatina: superar etapas, desbancar competidores; la clave es el proceso: «Uno de los objetivos tiene que ser divertirse, y el segundo, que aprenda de la competición y del día a día. Valorar solo las medallas es equivocado y absurdo. Ahí la maduración no es una cuestión de edad. Hay chavales que con 15 ya tienen recursos para manejar estas situaciones». «Los adolescentes puede experimentar presiones adicionales relacionadas con la identidad, la falta de experiencia deportiva y la madurez psicológica, las expectativas familiares y la transición a la categoría adulta», señalaba en EFE el psicólogo Alejo García-Naveira. Tuvo el aprendizaje correcto Adriana Cerezo , plata en taekwondo en Tokio 2020, con 17 años y una sonrisa. Disfrutó. En París, con 20, ha superado torneos que la han hecho adquirir herramientas para gestionar aquel estrés del inicio y este de las expectativas de su estreno hoy. «El deportista tiene que ser autosuficiente: en concentración, confianza. Afrontan situaciones con más ansiedad que el resto de la población. Pero también por experiencia y ese proceso natural de las competiciones aparecen más recursos. También para evitar una presión que no puedes controlar», continúa Del Río. No está tan de acuerdo Linda Flanagan, entrenadora de atletismo y autora del libro 'Devolverles el juego. Cómo el dinero y la afición ha arruinado el deporte para los niños'. «El deporte es un componente maravilloso y necesario, pero si se apodera de una vida, no es saludable ni para los niños ni para la familia. Permitir que un niño de once años compita en unos Juegos distorsiona nuestras expectativas sobre el deporte infantil y nuestra forma de pensar sobre el lugar que ocupa el deporte». ¿Y qué dicen los deportistas? Para las skaters más jóvenes, esto se trata de un juego: abrazos, ánimos y una mano para levantar al otro envuelto en risas, caídas que se curan con una tirita y un ambiente de patio del cole. Para Ban Hyojin , de 16 años, no fue un juego. «Sentí mucha presión al venir a Francia, sin mi familia y estando sola», admitía la surcoreana, oro en tiro por una décima de punto sobre Huang Yuting, de 17 años. Debutó con 15 años Michael Phelps, y de adulto no recordaba con ilusión aquellos tiempos; la acumulación lo llevó a situaciones límite de mayor. También Tara Lipinski rememora aquel oro en patinaje en Nagano 98 con poca simpatía: «Tenía 15 años y una mentalidad diferente; no contaba con la experiencia que consigues de adulto, que equilibra la presión. Los momentos más bajos fueron mucho más graves, porque a veces sentía que si no ganaba, mi carrera se acabaría», se expresaba en a NBC. «La presión a la que están sometidos es enorme y, a una edad temprana no se comprende del todo ni se sabe cómo lidiar con ella», recuerda Shawn Johnson, oro en barra de equilibrios de Pekín 2008, con 16 años. Se sintió abrumada, por la competición y por el día después. Por esto pasó Ledecky. Oro en Londres 2012, de fiesta de disfraces con pizza y refrescos con sus compañeros de secundaria días después, como si nada, pero sí. Aunque no sintió ninguna presión al lanzarse en su primera final olímpica «sin nada que perder», llegó el lunes: «Hice lo que pude para volver a mi universo escolar, hasta que me di cuenta de que, aunque seguía diciéndole a la gente que mi vida era la misma, no lo era. Me gustara o no, me había convertido en una figura pública, una atleta profesional con repercusión internacional. Fue un cambio enorme», asegura en su biografía «Just add water». París 2024 es competición, medallas y decepciones, aunque para muchos, lo mejor es que sean solo un juego.

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