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Cuando los humanos se volvieron "hobbits": un nuevo hallazgo fósil revela los secretos de la miniaturización evolutiva

Cuando los humanos se volvieron

Investigadores encuentran un fragmento de húmero de Homo floresiensis en la remota isla indonesia de Flores

En un hallazgo trascendental para la comprensión de la evolución humana, un equipo interdisciplinario de investigadores ha desenterrado un fascinante vestigio fósil en la remota isla indonesia de Flores. Se trata de un fragmento de húmero con una antigüedad estimada en 700.000 años que pertenece a uno de los homínidos adultos más diminutos jamás registrados por la ciencia. Este espécimen de apenas 88 milímetros de longitud arroja nueva luz sobre los orígenes evolutivos del enigmático Homo floresiensis, una especie ancestral del ser humano moderno apodada cariñosamente como "el hobbit", debido a su diminuta estatura. La localización de este fósil tan primitivo y de tan reducidas proporciones corpóreas confirma la hipótesis de que los antepasados experimentaron un sorprendente proceso de miniaturización poco después de colonizar la isla.

El fenómeno del enanismo insular, en el que los animales desarrollan un tamaño corporal reducido al quedar aislados, ha sido ampliamente documentado a lo largo de la historia evolutiva. Sin embargo, hasta el descubrimiento del Homo floresiensis, la comunidad científica nunca imaginó que este proceso pudiera afectar también a los homínidos. Tal y como explica el equipo de científicos liderado por el antropólogo Yousuke Kaifu de la Universidad de Tokio, las especies que quedan atrapadas en una isla suelen experimentar profundos cambios morfológicos y adaptaciones para sobrevivir en su nuevo entorno aislado.

Una de las teorías más plausibles sugiere que un grupo de antiguos humanos, posiblemente pertenecientes a la especie Homo erectus de mayor talla, llegaron accidentalmente a la remota isla indonesia quizás arrastrados por un tsunami o una violenta tormenta. Al quedar completamente incomunicados, estos homínidos habrían experimentado un sorprendente proceso de miniaturización a lo largo de miles de años.

El año 2003 marcó un hito en la investigación paleoantropológica con el descubrimiento de los restos fósiles de esta fascinante y desconocida especie humana en la cueva de Liang Bua, localizada en la isla de Flores. Bajo la dirección del profesor Mike Morwood, el equipo de arqueólogos responsable de esta expedición logró un descubrimiento de incalculable valor científico: los restos del Homo floresiensis. Esta fascinante especie humana presenta una serie de características morfológicas que la diferencian de manera clara y contundente del Homo sapiens moderno. Aquellas excavaciones han permitido recuperar más de 100 fósiles, entre los que destaca el esqueleto parcial de una hembra, conocido como Liang Bua 1 o LB1, así como fragmentos correspondientes a al menos 13 individuos más de esta especie.

En aquel momento se descubrió que, con una altura aproximada de tan solo 1,05 metros, era considerablemente más bajo que el ser humano actual. Este rasgo físico, sumado a otros aspectos de su anatomía, le valió el apodo en referencia a las criaturas de baja estatura creadas por el escritor J.R.R. Tolkien en sus obras fantásticas.

Pero más allá de su talla reducida, los restos fósiles encontrados han revelado una serie de peculiaridades que desafían nuestro entendimiento de la evolución humana. Por ejemplo, el diminuto cráneo de esta especie exhibe pronunciadas crestas en las cejas, algo ausente en los humanos modernos. Además, sus muelas del juicio estaban completamente desarrolladas, lo que indicaba que se trataba de un individuo adulto y no de un niño.

Otra de las particularidades más sorprendentes es el tamaño de su cerebro, que, con un volumen aproximado de 420 centímetros cúbicos, es alrededor de un tercio del tamaño del cerebro humano actual. Sumado a esto, su morfología corporal presentaba rasgos inusuales, como huesos de cadera anchos y acampanados, clavículas cortas y una articulación del hombro situada más hacia delante. Los restos de esta especie extinta exhiben una combinación única de características que parecen más primitivas que las de cualquier otro humano en el último millón de años. Por ejemplo, estos individuos presentan pies, manos, muñecas y mandíbulas que muestran un aspecto más arcaico en comparación con los humanos modernos. Estas peculiaridades. guardan cierta similitud con algunas especies de australopitecos, un grupo de homínidos que representan una rama más antigua en el árbol genealógico de nuestra propia especie.

Curiosamente, otra especie humana de cuerpo pequeño, Homo luzonensis, fue hallada a casi 5.000 kilómetros de distancia, en Filipinas. La antigüedad de esta raza oscila entre 50.000 y 67.000 años, es decir, aproximadamente la misma que la del floresiensis. Sin embargo, aunque tienen algunas características en común, ambos géneros poseen distintas combinaciones de rasgos que los identifican como dos especies humanas distintas.

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