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La maratón de París y carreras que no son «del siglo»

Jack Lemmon y Tony Curtis interpretaron para Blake Edwards a dos excéntricos automovilistas que participaban en «La carrera del siglo» (1965), con meta en París, bien sûr, en una descacharrante película. En el Mundial de 2003, en este mismo Saint Denis olímpico, Hicham El Gherrouj subió al 5.000 tras ganar el 1.500 y Kenenisa Bekele aceptó el desafío tras conquistar el 10.000. Era la auténtica «carrera del siglo», incluso la del recién estrenado milenio, entre los dos corredores más fabulosos de su época. El espectáculo fue monumental, inolvidable, pero ambos tuvieron que inclinarse ante un jovencito del que nadie había oído hablar: Eliud Kipchoge.

Con el tiempo, el keniano se ha convertido en el mejor maratoniano de todos los tiempos y ayer buscaba en París su triplete olímpico para separarse en el palmarés de los dos hombres que, como él en Río y Tokio, enlazaron dos oros en la prueba de Filípides: el legendario Abebe Bikila y el germanooriental Waldemar Cierpinski. Para tratar de impedírselo, Bekele salió de su retiro para liderar al equipo etíope y los medios montaron (montamos) la enésima «carrera del siglo». En París, veintiún años después y con los mismos protagonistas. La cruda realidad del paso del tiempo volvió a ganar.

Los dos (casi) cuarentones, para disgusto de nostálgicos, estaban fuera de carrera antes del vigésimo kilómetro. Las primeras cuestas del exigente circuito, al paso por la villa ceramista de Sèvres, los eyectaron del grupo cabecero. Kipchoge se retiró por un dolor en la cresta ilíaca. Bekele entró en el anonimato de la cuadragésima plaza, entre los españoles Chakir y Rojo. La alta competición es una actividad inmisericorde que no respeta a nadie, menos todavía a los mitos. Los cuentos de hadas no tienen cabida en los Juegos Olímpicos a no ser que el hada levante pesas como un estibador.

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