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El "efecto Harris" desbarata la estrategia electoral de Trump

Donald Trump se había fraguado una campaña en la que, a pesar de ser solo un par de años menor que su entonces contrincante Joe Biden, el republicano había logrado mostrarse como el candidato fuerte y enérgico de la derecha estadounidense que prometía “Volver a América grande nuevamente”.

Hasta hace pocas semanas, cuando un fallido intento de magnicidio terminó otorgándole aquella fotografía histórica con la oreja ensangrentada y el puño levantado entre la multitud de seguidores, sin duda esa estrategia estaba dando resultados. El expresidente lideraba cualquier media de encuestas, incluso en los considerados estados clave que van a definir la elección.

Sin embargo, la estrepitosa caída de Biden está siendo ahora el mayor de los problemas de Trump. El actual mandatario tuvo que retirar su candidatura luego de que el único debate electoral que ambos sostuvieron terminara con las esperanzas, si alguna, de los demócratas para ganar el cinco de noviembre. El desempeño del presidente fue tan malo que se orquestó una suerte de campaña de presión liderada por figuras prominentes de su propio partido para convencerle de dar un paso al costado y permitir al movimiento ir con un nuevo aspirante.

Ese ticket hoy está definido y es encabezado por la vicepresidenta Kamala Harris y su fórmula, el gobernador de Minnesota, Tim Walz. Y aunque probablemente no es la elección matemáticamente más favorable para los demócratas dada la baja popularidad con la que contaba Harris antes de ser coronada como candidata, fue una decisión práctica de Biden que respondía a facilidades legales y estratégicas para continuar Adelante con la campaña.

Sin importar cómo llegó ahí, lo cierto es que hoy la formula Harris-Walz ha puesto a la campaña Trump a recalibrar el foco de su estrategías sin saber muy bien a dónde disparar.

Primero se ha intentado lo básico en término de ataques electorales: los republicanos han migrado hacia Harris las críticas por todo lo que creen ha salido mal durante la Administración Biden. La Casa Blanca le encargó a la vicepresidenta el manejo de la crisis fronteriza en la primera parte del mandato, sin que se produjeran grandes resultados. Y la inmigración es precisamente una de las banderas de los conservadores en esta campaña, por lo que culpan a Harris de querer continuar una “política peligrosa de puertas abiertas”.

Ese mensaje, sin embargo, parece insuficiente para contrarrestar la luna de miel de Harris, que ha tenido un inesperado aumento en sus márgenes de popularidad motivado por la necesidad de revitalización que tenían los demócratas. Así que desde el anuncio de que Walz sería su formula vicepresidencial, los republicanos han pasado al ataque bajo la consigna de que los demócratas han escogido “el ticket más radical de la historia”.

Se han sacado del archivo el récord de Tim Walz como congresista y gobernadora para vender la idea de que ambos representan la política más progresista que el partido demócrata puede ofrecer, en un intento por dar la vuelta a las cosas.

Donde Trump parece tener mayores dificultades en su foco de ataques a Harris es con su identidad. Recientemente al ser preguntado durante un evento de la comunidad afroamericana si pensaba que la vicepresidenta había sido escogida por su partido para llenar una cuota de diversidad, el republicano puso en duda las raíces negras de su contrincante al asegurar que "no supe que era negra hasta hace varios años, cuando se volvió negra, y ahora quiere que la conozcan como negra", dijo, y agregó: "De repente, dio un giro y... se volvió negra".

A los comentarios le siguió una tormenta política y de cuestionamientos mediáticos de esas que afectan a cualquier candidato menos a Trump, que ignorando la naturaleza biracial de su contrincante, aumentó la carga.

"La loca Kamala dice que es india, no negra. Esto es un gran problema. Una completa farsa. ¡Usa a todo el mundo, incluida su identidad racial!", sentenció desde su cuenta en la red social Truth.

En el debate confirmado del próximo 10 de septiembre será interesante también observar cómo Trump hace frente al otro elefante en la habitación: Harris es mujer.

Estados Unidos podría escoger su primera mujer a la presidencia, que además sería afroamericana. La sensibilidad de este tema en un país post-MeToo varia las cosas a cuando, en 2016, Trump enfrentó a Hilary Clinton por la Casa Blanca.

En ese momento él era el considerado “outsider” y ella, sin importar que fuera mujer, representaba lo más tradicional de las élites políticas de Washington, además de ser blanca. Todas estas diferencias hacen que la campana republicana se piense dos y hasta tres veces la manera en que se ataca a Harris para evitar un efecto rebote que termine por dañarlos a ellos mismos.

Un ejemplo de esto fue el comentario de la formula vicepresidencial de Trump, el senador por Georgia JD Vance, quien tuvo que pasar por un tormentoso tour de prensa para limpiar su imagen luego de haber ofendido a las mujeres que no tenían hijos al llamarlas “señoras de los gatos”.

La misma Harris no ha tenido hijos por ella misma, aunque es madrasta de los de su esposo, el segundo caballero Douglas Emhoff.

Así las cosas, los republicanos se encuentran en una encrucijada sobre el centro de sus ataques, al punto que hasta la risa de la vicepresidenta ha sido objeto de burlas. Trump ha dicho en las últimas horas que Harris -a diferencia de Biden o Clinton- “no es muy inteligente” y que además parece “tonta”.

Critican también que Harris no se ha atrevido todavía a dar una entrevista o realizar una rueda de prensa con preguntas abiertas desde que se hizo con la nominación. Con este argumento buscan demostrar que presuntamente la candidata “no es capaz de responder elocuentemente”. Sobre esto, los demócratas se defienden diciendo que las últimas encuestas dan a su aspirante cuatro puntos por encima de Trump en los estados clave, por lo que no ven ninguna razón para arriesgar el buen momento poniéndola frente a las cámaras cuando, de todas formas, están recibiendo toda la atención mediática possible.

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