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¿Qué santo se celebra hoy, 25 de agosto? Esto es lo que debes saber del santoral de la Iglesia Católica

El santoral católico es un registro que contiene los nombres de los santos y las fechas de sus festividades. Este calendario litúrgico, esencial en la tradición católica, honra oficialmente a santos y beatos en días específicos del año. Cada día está ligado a uno o varios santos, cuya memoria se celebra en las misas y oraciones de los fieles.

La costumbre de celebrar el santoral se remonta a los inicios del cristianismo. En esa época, comenzó la veneración de mártires y otras figuras ejemplares, reconocidas por su vida virtuosa y su firme testimonio de fe. Estas celebraciones van más allá del simple recuerdo; son momentos de reflexión profunda y conexión espiritual con los valores que estos personajes encarnaron.

El santoral es una herramienta valiosa para ahondar en la historia de la Iglesia y del cristianismo. Sirve como fuente de inspiración, nutrida por las vidas ejemplares de los santos, y como guía espiritual que ofrece fortaleza y dirección a través de las experiencias de estas figuras históricas. Además, cumple la importante función de preservar y honrar la memoria de personajes clave para la fe católica, creando así un vínculo duradero entre el pasado, el presente y el futuro de la Iglesia.

Este domingo 25 de agosto, la Iglesia Católica conmemora a varios santos y santas que han dejado huella en la historia de la cristiandad. Entre ellos se encuentran San Aredio, San Geruncio de Itálica, San Gregorio de Utrecht, San Luis IX de Francia, San Menas de Constantinopla, San Severo de Agde, Santo Tomás Cantelupe, Beato Luis Urbano Lanaspa, Beata María Cabanillas, Beato Pablo Juan Charles, Santa Patricia de Nápoles, San José de Calasanz y San Ginés de Arlés. Sin embargo, desde el periódico La Razón destacamos especialmente a San José de Calasanz por su significativa contribución a la educación y la fe católica.

¿Quién fue San José Calasanz?

José de Calasanz, nacido en 1556 en Peralta de la Sal, provincia de Huesca, inició su trayectoria espiritual en su juventud. A los quince años, impulsado por una profunda vocación religiosa y un deseo altruista de servir a la comunidad, comenzó su formación eclesiástica. A lo largo de su carrera, Calasanz se distinguió como un pionero en el ámbito educativo y un sacerdote comprometido, destacándose por su dedicación inquebrantable a los sectores más vulnerables de la sociedad.

Posterior a su ordenación sacerdotal, Calasanz emprendió un viaje a Roma en 1593 que resultaría determinante para su misión vital. Una devastadora inundación del río Tíber le expuso a la apremiante necesidad de asistir a las familias desfavorecidas, con especial énfasis en los niños en situación de abandono. Este suceso constituyó un punto de inflexión en su vocación. Motivado por esta experiencia transformadora, Calasanz se integró a las Cofradías, organizaciones benéficas de la época dedicadas al servicio de los más necesitados.

Vocación educativa

Su interacción directa con los niños marginados de los barrios romanos le condujo a concebir una visión innovadora: establecer una institución educativa gratuita y accesible para todos, con énfasis en los sectores más desfavorecidos. Esta iniciativa sentaría las bases para una transformación educativa sin precedentes.

En 1598, Calasanz dio un paso trascendental al fundar la primera escuela gratuita de Europa en la sacristía de la iglesia de Santa Dorotea, ubicada en el Trastévere romano. Este acontecimiento marcó el inicio de una profunda transformación en el ámbito educativo. A pesar de enfrentar inicialmente obstáculos y escepticismo, la perseverancia de Calasanz impulsó el crecimiento y la expansión de su innovador proyecto educativo.

Legado

La Iglesia de San Pantaleón se convirtió en el núcleo de la visión transformadora de Calasanz. Su modelo educativo innovador trascendía la mera transmisión de conocimientos: se erigió como un faro de esperanza y un catalizador de oportunidades para los sectores más desfavorecidos de la sociedad.

Calasanz dedicó su vida a su misión educativa en Roma hasta su fallecimiento en 1648. Sin embargo, su legado ha trascendido fronteras y épocas, convirtiéndose en una fuente inagotable de inspiración para generaciones de educadores y filántropos. La conmemoración anual de su festividad, el 25 de agosto, nos brinda una valiosa oportunidad para reflexionar sobre el poder transformador de la educación—un instrumento formidable para el cambio social y el desarrollo personal que genera oportunidades para los más desfavorecidos.

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