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Alonso vuelve a la decepción: sin progresos en el Aston Martin

Concluido el Gran Premio de Holanda, así lo denominan los organizadores en su propio país y no Países Bajos como impera la moda, Fernando Alonso aparca su Aston Martin y echa la rodilla al asfalto para curiosear en los bajos del McLaren, el bólido que acaba de vencer con Lando Norris al volante en el país de Verstappen. El secreto de los coches de Fórmula 1, cuentan los sabios de este deporte, no está en lo que se ve (los alerones, los pontones, los difusores), sino en la parte oculta: el suelo de los monoplazas. La zona donde el aire canaliza sus fluidos y hace posible correr más o menos. Alonso, casi tumbado en la pista, espía al bólido fabricado en Woking. «Siempre intentas inspirarte en el que gana y aprender algo», dice el piloto español, quien a falta de nueve carreras para la conclusión de la temporada, se encuentra en tierra de nadie y sin mucho futuro. Predice el asturiano un final de curso sin mejoras en el Aston Martin y sin opción de luchar por objetivos potentes. Son 393 grandes premios de Fórmula 1 a sus espaldas, 21 temporadas en este deporte y 43 años en el DNI, pero Alonso se desliza y repta por el suelo para comprobar si el McLaren esconde algún secreto exportable a la fábrica de su equipo. Pese a que los resultados no lo acompañan en este curso (lo mejor, un quinto puesto en Australia) después de los ocho podios en 2023, el asturiano no ceja en su ambición de progresar, mejorar el rendimiento y acercarse a la victoria. Y lo hace pese al ejercicio de transparencia que suelen transmitir sus mensajes. Se le nota cuando está feliz o, como ahora, la decepción cunde en su rostro, en sus palabras y, sobre todo, en sus análisis. «Hasta Abu Dabi (la última carrera del Mundial) lucharemos por ser noveno y décimo », dice en modo realista. Alonso ha vuelto a instalarse en esa mezcla de decepción y resignación. Lo dice su manera de explicar las cosas que ocurren. El coche que lo impulsó a soñar con la victoria 33 se ha bloqueado en un camino de evoluciones técnicas que no funcionan. «Esta es la realidad –comentó al terminar la carrera de Zandvoort–. No es nada nuevo. Es decepcionante para nosotros y tenemos que mejorar, traer evoluciones para las próximas carreras. Al inicio de la temporada no luchábamos con los equipos 'top', pero teníamos unas décimas de margen sobre el resto del grupo que nos gustaría recuperar para Abu Dabi». Es el Alonso de Alpine , después de su regreso a la Fórmula 1 con aquel bólido francés sin fiabilidad técnica, o el que durante temporadas pagó el peaje de aquel motor Honda inaceptable en el McLaren. «Estamos luchando con todos los equipos, en Hungría fue RB, en Silverstone fue Haas, en Spa fueron Williams y Alpine, y aquí han sido Alpine y Haas, así que estamos en la batalla de la zona media y tenemos que darnos cuenta de eso. Puedo ver el futuro y en las próximas carreras, hasta Abu Dabi, lucharemos por el noveno y el décimo». Quedan nueve carreras y a Max Verstappen le separan 70 puntos de su perseguidor Lando Norris. Es un colchón apreciable, pero el viento ha cambiado de signo. Red Bull ya no es el mejor coche de la Fórmula 1. Ahora manda el color papaya de McLaren. Al antes intocable Verstappen le ha cambiado el humor. «Algo ha ido mal en la evolución del coche», dice. «No era así en las primeras carreras, pero algo en el coche ha hecho que sea más difícil de conducir. Es muy difícil precisar por qué pasa eso en este momento».

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