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El muerto está muy vivo

Que desesperen los que creen que Sánchez va a dimitir por no aprobar sus presupuestos para 2025. Rajoy prorrogó los que elaboró Cristóbal Montoro hasta en dos ocasiones, y el primer gobierno socialista, en 2019, con la cartera de Hacienda ya en manos de MJ Montero, los prolongó por no tener mayoría. Fueron los más longevos de la democracia, pero mostraron la inestabilidad política provocada por la polarización y la falta de consenso. Como hoy.

La aprobación del instrumento económico del Gobierno son una auténtica cuestión de confianza. Es la manera que tiene la mayoría parlamentaria de decir al Ejecutivo que puede empezar a mandar de verdad, a pagar su proyecto ideológico con dinero público. Sin ese gasto, el Gobierno se limita a la contabilidad para ajustar las cuentas y cumplir el objetivo de déficit impuesto por la UE. Para ampliar partidas tendría que presentar decretos-ley que necesitarían la aprobación de los independentistas y de toda la colección de minipartidos.

Si presenta el proyecto de presupuestos y sale derrotado se verá como la pérdida de confianza de lo que llamaron la «mayoría de investidura». Sin esos escaños el rey queda desnudo. Sánchez está en el poder a pesar de perder el 23-J porque consiguió que sus aliados rupturistas creyeran sus promesas.

Ahora todo ha cambiado. Junts necesita el enfrentamiento general y constante con el Gobierno para volver a ser algo en Cataluña, como ha demostrado en las votaciones de ayer. La Ley de Amnistía no ha servido para nada bueno, ni siquiera para calmar a los delincuentes. ERC no puede quedarse atrás en su actitud pedigüeña si el «cupo catalán» no sale adelante, como todo apunta. Izquierda Unida, Compromís y Chunta, de Sumar, se saltan la disciplina yolandesca y dicen que no quieren dicho cupo.

Lo lógico, aunque a estas alturas y tratándose de Sánchez es aventurar mucho, es que el PSOE trate de demostrar que la legislatura está muy viva. Será como en aquella comedia de los ochenta, «Weekend at Bernie’s» («El muerto está muy vivo» en España), en la que los dos protagonistas sacaban de fiesta al millonario fallecido para seguir de juerga. La única forma de parecer que el Gobierno vive será haciendo oposición a la oposición, y alimentando a Vox instrumentalizando el tema de la inmigración.

Sánchez verá en otoño algo más que la caída de la hoja, porque caerán los juicios por presunta corrupción de Begoña Gómez, David Sánchez, Koldo y compañía, con José Luis Ábalos a la defensiva y Óscar Puente barriendo el ministerio. Caerán también los congresos de Junts y ERC, que se reconstruirán para ver quién se opone mejor al Gobierno de España o quién saca más a Sánchez. Pero el presidente tiene poco o nada que ofrecer ya a Puigdemont, y el acuerdo con ERC puede saltar por los aires porque no tiene mayoría para reformar la ley de financiación autonómica que valide el cupo catalán. Incluso algunos barones socialistas han protestado. Además, su plan para dividir a las autonomías del PP con acuerdos bilaterales no ha fructificado. Al revés, ha conseguido que Feijóo saque un manifiesto conjunto de oposición a la «singularidad» insolidaria.

Cualquier gobernante en esta circunstancia convocaría elecciones o se iría a casa, o las dos cosas. Pero hablamos de Sánchez, que no quiere tanto gobernar como no abandonar el poder. El presidente, como diría Maquiavelo, es más zorra para distinguir las trampas (y ponerlas), que un león que ahuyente a los lobos (a los que tiene aullando y acechando desde Waterloo y otros parajes casi transilvanos desde hace mucho). Si decide zorrear, Sánchez colocará trampas retóricas para tener la posibilidad de convocar elecciones cuando lo considere beneficioso para él, pero no porque España sea ingobernable.

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