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LCD Soundsystem, el paraguas de Kalorama

No hay festival en Madrid sin riesgo, bien lo saben los promotores que se atreven a iniciar una aventura semejante. Kalorama debutaba en la capital con buenas dosis de improvisación y una jornada inaugural marcada por algunas deficiencias que fueron amortiguadas por una actuación pletórica de LCD Soundsystem, una banda esquiva, mutante y extraña, como fue la tarde de agosto en la capital. El Festival debutó, como corresponde en la plaza madrileña, con incertidumbre y extrañeza: con una entrada muy modesta y una amenaza de lluvia constante que se materializó minutos antes del plato fuerte de la jornada. Pero, como por embrujo, los de James Murphy espantaron la borrasca con su inusual fórmula musical, ajena a las convenciones.

Los de James Murphy arrollaron en Madrid con una maquinaria sonora pensada para agitar y remover antes de sacudir. La banda estadounidense, curtida en sótanos y garajes, han desarrollado una carrera por los márgenes de la corriente dominante con un estilo tan minimalista como sentimental, conquistando la pista de baile como una especie alienígena. Nunca han sido revival ni vanguardia, sino que han desarrollado un estilo propio, inclasificable y genial, una auténtica rareza en la industria musical ante la que solo cabe alegrarse y celebrar. Eso sí, con la ironía suficiente para instalar una bola gigantesca de discoteca presidiendo el techo del escenario.

Abrieron con "You Wanted a Hit", una declaración de intenciones sobre las expectativas de un público ávido del subidón que los de Murphy entregan cuando quieren, no cuando se les exige, y a veces, nunca. Luego, "Tribulations" y "Tonite". Y mientras el público papaba imaginarias gotas de lluvia ("me ha caído una", parecía decir todo el mundo entrando en pánico) llegó "I Can Change" y "Yr City Is a Sucker", en forma de síncopa que negaba el baile desenfrenado que la multitud estaba demandando después de una jornada un tanto parca en no pocos aspectos.

Y es que, haremos un inciso aquí, Kalorama había arrancado con el pecado original de la precipitación: una asistencia a medio gas (cómoda para todos, claro) y una programación con ciertas carencias, que ni The Kills ni el combo de Dead Cub Dor Cutie y The Postal Service habían sido capaces de llenar (la versión final de "Enjoy The Silence" de Depeche Mode fue casi lo mejor si exceptuamos "Such Great Heights"). Algo desubicada, como prácticamente todo en la primera noche, resultó también la actuación del estupendo DJ francés Folamour.

"Nos gusta estar aquí, es agradable para nosotros", dijo lacónico Murphy, que subió una marcha con "Daft Punk is playing in my house", a la que siguió la inconmensurable "Someone Great Is Gone", "Dance y Ysself Clean" y, después de un suspiro que pronunció al micrófono, con el cielo ya despejado y las expectativas colmadas, entregó "New York, I love you" y "All my friends".

Kalorama se presentaba en Madrid salvando los muebles y con buenas intenciones. La precipitación ha sido la principal razón por la que el festival no haya brillado como podría haberlo hecho, como merecen los nombres de un cartel de primera. La salida del festival también dejó algo que desear, por caótica en los parajes de Ifema, pero parece que es imposible que los festivales de la capital sean capaces de dar una respuesta a ese aspecto. Merecerá medalla quien lo logre por primera vez. En todo caso, por solidez de la propuesta de Last Tor y por ubicación en el calendario, Kalorama podría fácilmente abrirse hueco en Madrid si las cosas se hacen a su debido tiempo. Ojalá que por muchos años.

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