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Juan de Ávalos Carballo: «Si quieren una revancha de la Guerra Civil no tienen más que tocar esta cruz»

Lamenta el hijo del escultor cuya obra más conocida está en el Valle de los Caídos el abandono del monumento al doctor Jiménez Díaz, también creación de su padre, ubicado en la madrileña Plaza de Cristo Rey. «Incluso en la fuente se habían metido okupas y ahora parece que lo han vallado. Es una pena». Juan de Ávalos Carballo llega junto a su mujer a la cita en Cuelgamuros con la omnipresente figura paterna a cuestas. A sus 83 años ha hecho todo lo que estaba en su mano para salvaguardar el legado familiar, pero ha alcanzado el límite. «Ahora toca ceder el testigo, a mí ya me cuesta». Ha puesto a la venta todo un muestrario de arte, pero es en este rincón de la sierra de Guadarrama donde se encuentra el gran pesar de este arquitecto, testigo del alumbramiento de unas tallas en piedra que hoy se encuentran en completa decadencia.

Los Evangelistas se caen a trozos, literalmente.

Así es. He estado mucho tiempo colaborando con mi padre en muchísimos monumentos y he visto nacer este; es dolorosísimo. He tenido que hacer un lavado de cerebro para no volverme loco. Por la presión de ver cómo esto se cae y la indiferencia de unos y otros ante la destrucción del patrimonio de los españoles y de la humanidad, que es un monumento como este. Pero no me extraña nada. Es algo habitual desde Alejandro Magno, cuando destruyó Persépolis, o cuando los católicos, los cristianos, entonces, de Constantinopla, destruyeron todos los templos griegos y romanos y solamente aguantaron algunos como Heliópolis, porque no podían destruir semejantes sillares. Esto lamentablemente lo hemos sufrido hace poco con los islamistas destruyendo Palmira. Siempre hay mala gente que quiere intentar cambiar la historia, pero es imposible, porque, como comprenderás, cuando pasen 1.000, 10.000, 50.000, 100.000 años, todavía estarán las piedras, los granitos del Risco de la Nava, y sobre él las piedras talladas y los calatoraos de los hombres que dejaron aquí parte de su vida para regalarle a los demás una gran obra.

Hace años se reparó la Piedad. ¿Es reversible lo que está pasando ahora?

Sí, es absolutamente viable, por una cuestión muy sencilla. Nosotros disponemos de los modelos originales y se pueden hacer exactamente igual las ampliaciones. Al contrario, todavía con mucha mayor facilidad. Porque en este momento, en lugar de ese trabajo de sacador de puntos, tremendo –seguíamos haciéndolo como los romanos–, ahora hay plotters de cinco brazos que hacen una una reproducción muy aproximada y que solo necesitaría unos retoques para esas piezas. Pero lo que hay que hacer siempre es conservar, porque aquí el problema es la desidia, la desidia y la desidia.

Además, el deterioro no es solo de las esculturas, sino de las instalaciones en general, y la amenaza siempre latente de su destrucción.

Efectivamente, pero según los pedazos de piedra de granito que hay aquí para destrozar todo esto haría falta mucho C Cuatro [explosivo plástico].

Usted era un adolescente cuando su padre se implicó en Cuelgamuros.

Sí, tenía 17,18 años. Asistí a la hora de comer a la llegada de mi padre cuando volvía de El Pardo de hablar con Franco y de tener las primeras noticias de lo que estaban haciendo, de lo que se podía hacer.

Su padre contaba que, después de esa entrevista, Franco decidió borrar cualquier rasgo belicista, o sea, no reproducir batallas ni episodios de la Guerra Civil.

Efectivamente, se decidió que no hubiera figuración bélica en las representaciones, que se limitaran a los temas religiosos. Mi padre aconsejó que tenía que obviarse el choque entre ambos bandos y debía ser un monumento a la reconciliación. Eso es lo que yo he oído, porque además mi madre era muy partidaria de la reconciliación. Había sufrido muchísimo cuando mi padre fue perseguido en Mérida y de hecho se le hizo un expediente de depuración, pero gracias a la intervención de un médico, Muñoz Calero, y de mi abuelo, que era comisario en Badajoz, pues se salvó cuando llegaron las tropas de Yagüe de ser fusilado. Esos días de espera mi madre no los olvidó nunca. Luego cuando llegó Zapatero ha pensado otras cosas, pero verdaderamente lo pasaron muy mal. Yo soy un gran aficionado al deporte de la caza y de tiro sobre blancos deportivos. Mi padre odiaba las armas, no podía verme a mí con una escopeta.

Su padre tenía carné del PSOE.

Sí, hay que entender que era la persona de confianza de Nieto Carmona, el alcalde del PSOE en Mérida. Le pusieron un día junto a las excavaciones; de hecho tuvo la alegría de encontrar la cabeza velada de Augusto en el peristilo del teatro. Hizo unos dibujos preciosos, porque como entonces no teníamos iPhone para hacer fotos, pues iba con su bloc y cuando se descubrió, hizo unos apuntes muy bonitos que tenemos en la colección.

Y precisamente ese pasado republicano estuvo a punto de hacerle desistir del trabajo en el Valle.

Es que nosotros en casa recibíamos anónimos de muerte de uno y otro bando. Los escultores entonces del régimen Orduna y Adsuara protestaron fuertemente porque se lo hubieran encargado a mi padre, que era un rojo. Pero hay una cosa que es fundamental aquí. La diferencia de ciertas personas, de unos mandatarios con otros, es que, si tienen un objetivo, no miran la filiación de las personas. Ellos tienen un objetivo y buscan a la persona que es capaz de hacerlo. Y Franco encontró a mi padre. «Usted es el escultor que necesita España». Esas son palabras de Franco sobre mi padre [cuando de visita a una exposición nacional vio su obra «Héroe Muerto»]. Sabía perfectamente que era él quien lo podía resolver. Tenemos fotos de cómo se construyó esto y con qué medios, con una carpintería de armar... Es increíble la fortuna que hubo de que no hubiera accidentes laborales importantes en la construcción cuando los cascos eran boinas y los zapatos de seguridad alpargatas.

Volviendo a su padre, hay quien pueda pensar que era franquista y para nada es así.

No, en absoluto. La relación con Franco era de respeto mutuo. Tú puedes pensar como quieras en un momento determinado en una empresa, a ti lo que se te exige son resultados. Ahora, que hubiera gente mucho más sectaria, que la hay en todos los sitios, tanto en la política como en el fútbol. Ese tipo de personas sí siguieron atacándole y haciéndole la vida imposible. De hecho, eso persiste en este momento, es decir, los sectarios siguen pensando que hizo una obra extraordinaria que prestigia al régimen de Franco. Porque es la verdad, hizo una obra que colaboró a que esto sea algo impresionante; mi padre ha merecido premios de nueve academias, entre ellas la de Moscú. Los alumnos de escultura venían todos los años con el director de la Academia de Bellas Artes moscovita a que les enseñaran cómo se hacían estas obras con los medios que entonces había. Encontrar a alguien que fuera capaz de hacer esto... Había habido bastantes pruebas con bastantes escultores. Mi padre, inclusive, asustado del volumen de la obra en un momento determinado intentó que varios escultores colaboraran con él, pero el tema no funcionó.

Habría que ver qué hubiera pensado al saber que hubo un proyecto [llevado por Podemos al Senado] para volar la cruz. Él dijo que le parecía increíble que alguien quisiera dinamitar su obra, pero ocurrió en Valdepeñas.

El Ángel de Valdepeñas era más fácil. Era una escultura con un sistema constructivo semejante al de la Estatua de la Libertad, es decir, eran chapas de cobre sobre una estructura metálica; era prácticamente una campana. Si haces un agujero y metes una explosión debajo de aquello pues se puede volar con facilidad. Todo se puede volar, pero yo estoy absolutamente convencido de que habrá mucha gente que, si se intenta volar esta cruz, la defenderá con su vida. Si se quiere intentar una revancha de la Guerra Civil, no tienen nada más que tocar la cruz, estoy convencido.

¿Cómo vivió su padre aquella voladura de Valdepeñas en 1976?

Pues estamos muy acostumbrados ya en casa a las agresiones, porque lógicamente cuando hay un Gobierno de unas características políticas o de otras, pues siempre se intenta destruir cosas absurdas. Como comprenderá, 400.000 millones de años que le quedan a este planeta para extinguirse en nuestra galaxia es mucho tiempo. Es decir, la memoria histórica de 30 a 40 años es una miseria comparado con lo que es eso. Lo que decía antes, hay que ver la cantidad de monumentos que se han destruido en el mundo y en este momento se sigue hablando de ellos y se sigue incluso a alguno nombrándolo patrimonio. ¿Destruir? Nosotros hemos vivido ya varias destrucciones y seguimos viviéndolas.

¿Qué fue del taller al que su padre llamaba El Rastro y de toda su obra a cargo de la Fundación Juan de Ávalos que usted dirige?

A su fallecimiento intentamos promover otra vez su escultura y su arte. Conseguimos, porque él era de Mérida, con el Partido Popular, hacer una gran exposición en la Asamblea de Extremadura. A continuación, hicimos una gran exposición en el Palacio de la Isla, en Cáceres, y mientras tanto logramos un museo en Mérida, en el edificio de El Costurero. Fue un acuerdo con el alcalde del Partido Popular, cuando cayó el PP y se puso en marcha el Partido Socialista en Mérida, el museo, donde están unas 30 y tantas, 40 obras de las más importantes de mi padre, se cerró, diciendo que había goteras y ha estado 5 años cerrado hasta que nosotros hemos roto la cesión, porque no se ha cumplido, y en este momento la obra está a disposición del primero que se la lleve, sea Mérida, Trujillo, Mérida, Madrid, México, Paraguay, Argentina... Si tiene que salir de España, tendrá que salir de España.

La obra restaurada está valorada, según algunas fuentes, en 360 millones de euros.

Puede tener un valor inmenso; vamos a ver, las cosas valen lo que se paga por ellas. Una obra que está en este momento señalada políticamente por unos, por lo que todos sabemos, porque mi padre está implicado en este monumento. Y por otros, por cobardes. Yo tengo que hacerme un lavado de cerebro. Porque estamos luchando por que el Valle sea declarado Bien de Interés Cultural y, sin embargo, la Comunidad de Madrid ha decidido dar protección a un graffiti de Muelle. Bueno, pues maravilloso. Y, sin embargo, esto, que tenía cientos de miles de visitas al año, que podía ser y que es un monumento excepcional, patrimonio de todos los españoles, se quiere resignificar. Yo creo que lo mejor que podría hacer el Partido Socialista es resignificarse él.

¿Qué cree que puede pasar cuando ya hay una comisión ministerial para, en teoría, dar un sentido nuevo al Valle?

Esperemos que lleguemos a tiempo de resignificar el pensamiento de algunos. Porque, vamos a ver, el 80,47% por ciento aproximadamente de españoles se declaran cristianos. Hay católicos, hay evangelistas, hay de todo, pero gente que adora y ama la cruz. Resignificar una cruz es prácticamente imposible, siempre significará lo mismo, a no ser que se quiera destruir. Ahora, si se intenta destruir una cruz con ese porcentaje de población en contra, pues me temo que el resultado final puede ser desastroso. Si hay alguna manera de empezar un conflicto entre hermanos puede ser exactamente echar abajo la cruz o intentar hacerlo.

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