Sánchez planea una catarsis en el PSOE y Moncloa para resistir
Otoño caliente. El presidente del Gobierno se prepara para resistir y los movimientos que ha iniciado en clave ofensiva anticipan una estrategia numantina. Pedro Sánchez ha hecho de la anticipación una de sus palancas políticas y ha empezado este curso político consciente de que se ha abierto un «nuevo ciclo». El Ejecutivo no conseguirá, al menos a corto plazo, estabilizar la legislatura ni desterrar la sensación de interinidad que le acompaña desde el 23J. Toca cambiar el guion de nuevo en previsión de nuevas dificultades. La resolución de la gobernabilidad en Cataluña, lejos de despejar el horizonte –como esperaban en Moncloa– ha complicado las perspectivas inmediatas.
El pacto fiscal rubricado con ERC para hacer presidente a Salvador Illa ha permitido situar, más de una década después, a un socialista al frente de la Generalitat, pero el precio a pagar ha generado una profunda desestabilización. A nivel interno, por las discrepancias indisimuladas que han surgido en el seno del propio PSOE por lo que consideran un trato diferencial a Cataluña, y a nivel externo, en clave de gobernabilidad.
A la espera de que socios clave del Gobierno como ERC y Junts resuelvan sus procesos orgánicos en los próximos meses –con renovación de liderazgo y de hoja de ruta política- el aislamiento de los postconvergentes de la ecuación de la gobernabilidad catalana puede provocar que no se sientan concernidos en la aritmética de la investidura. Ya dieron un serio aviso en julio, tumbando el objetivo de déficit, y en Moncloa ya trabajan con el escenario de tener que prorrogar los Presupuestos también para 2025.
En este contexto, Sánchez es consciente de que el último trimestre del año parece abocado a la hibernación legislativa y ha optado por resolver también él los «deberes pendientes» dentro de su organización. El presidente y secretario general planea una catarsis. Abordar un proceso de reestructuración tanto en el PSOE como en el Gobierno. En el partido, con la celebración anticipada –aunque ordinaria– del 41º Congreso Federal que se celebrará los próximos 15, 16 y 17 de noviembre en Sevilla. Sánchez ya ha avanzado que se presentará a la reelección y busca hacerlo en unas condiciones de cierta placidez y fortaleza. Manteniendo el control de los tiempos y los equipos, sin necesidad de tener que ceder ante otras corrientes alternativas.
A día de hoy, no hay ningún movimiento de cuestionamiento interno a su liderazgo y la intención es cegar cualquier opción futura que pueda surgir al abrigo de la debilidad gubernamental o si sigue permeando el malestar por decisiones como la amnistía o la financiación singular a Cataluña. El secretario general quiere mantener su blindaje actual y acometer una reestructuración interna que le permita resistir al frente del partido y del poder en caso de que la coyuntura se complique por la falta de apoyo de sus socios.
Además de blindarse internamente, Sánchez busca mantener el control de la organización, reactivando algunas federaciones que han dejado de ser competitivas electoralmente. En el entorno del presidente se refieren abiertamente a algunos territorios en los que han dejado de ser percibidos como una alternativa real al PP. El propio líder socialista apuntó, tras las elecciones europeas, en dos direcciones: Andalucía, otrora pulmón del socialismo venido a menos tras abandonar la Junta, y a la Comunidad de Madrid, un «agujero negro» de votos donde el liderazgo de Isabel Díaz Ayuso se come la ventaja que el PSOE consigue en otros puntos de la geografía española.
También están pendientes de renovación Aragón, donde Javier Lambán se marcha, y Castilla y León, la primera región que concurrirá a las urnas.
En el partido y en ciertas federaciones ya cunde el nerviosismo por los pasos que pueda dar un siempre imprevisible Sánchez. «Con Pedro nunca se sabe», señala un dirigente que recuerda cómo se desembarazó de su guardia pretoriana –Redondo, Calvo y Ábalos– cuando lo consideró oportuno. «No se puede anticipar nada», asegura otro cargo. La incertidumbre es total, pero hay fuentes socialistas que ya avanzan «cambios profundos». «Hace falta dar un impulso y cambiar el marco», aseguran, señalando que hay territorios que han dejado de ser competitivos y ministros que en un año en el Ejecutivo siguen siendo desconocidos para la opinión pública. Esta es la otra pantalla.
A la renovación de la dirección socialista y de algunos cabezas de cartel autonómico, se suma la remodelación del Gobierno. Esta viene obligada por la salida de la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera, rumbo a la Comisión Europea. Además, Sánchez ya postuló al titular de Transformación Digital y Función Pública, José Luis Escrivá, para convertirse en gobernador del Banco de España. La falta de acuerdo con el PP ha retrasado el nombramiento, pero, ni mucho menos, su nombre ha dejado de estar sobre la mesa. El consenso con el principal partido de la oposición es deseable, incluso tradición, pero no requisito imprescindible para su designación, por lo que el presidente podría auparle sin necesidad de pacto alguno. De este modo, podría ser la oportunidad para reforzar el Gobierno y diseñar una nueva estructura orientada a resistir, defenderse de los ataques de la oposición y protegerse ante las derrotas que se anticipan en una dura convivencia con los socios parlamentarios en el Congreso de los Diputados.
En Moncloa y en Ferraz se afanan por trasladar una vocación de continuidad que no disipa las dudas sobre un mandato al ralentí que, hasta ahora, apenas ha tenido actividad legislativa, y con un Ejecutivo incapaz de aprobar los Presupuestos Generales del Estado. Desde los altavoces oficiales se repite que Sánchez «tiene cuerda para rato» y que la legislatura «terminará en tiempo y forma». Esta continua reiteración deja entrever que la seguridad no es total y que Sánchez no ha logrado desembarazarse de la sensación de inestabilidad que le acompaña desde que el 23J consiguió retener el poder con una fórmula de gobernabilidad endiablada.
Otras fuentes socialistas no se atreven a hacer vaticinios, aseguran que los dos meses que restan hasta el 41º Congreso son una eternidad. «¿Dónde y en qué condiciones estaremos en noviembre?», se pregunta un dirigente que no se atreve a augurar un escenario mejor, porque «es muy difícil gobernar así». Todas las fuentes consultadas, no obstante, descartan que pueda producirse un adelanto electoral. El objetivo, y todos los movimientos de Sánchez, están orientados a resistir y hacerlo en las mejores condiciones o, al menos, con el menor desgaste posible.