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Cisma en el cisma de Belorado: la monja vicaria huye del convento

El convento burgalés de Belorado tiene una habitante menos. Sor Paz, la vicaria de la comunidad cismática, habría abandonado hace unas semanas el monasterio. Las desavenencias con la expriora, sor Isabel de la Trinidad, a la hora de abordar la encrucijada en la que se han visto envueltas las clarisas excomulgadas estaría detrás de su decisión.

Así lo ha adelantado el programa «Todo es Mentira» de Cuatro y lo ha podido confirmar LA RAZÓN de fuentes cercanas al monasterio burgalés. Sor Paz, además de formar parte del núcleo duro de la abadesa defenestrada por su responsabilidad dentro del grupo, era uno de los rostros más conocidos del monasterio. Precisamente como vicaria de la comunidad, acompañó a la lideresa cuando acudieron a los juzgados de Burgos para ratificar la denuncia interpuesta contra el arzobispo de Burgos y comisario pontificio, Mario Iceta, por abuso de poder, usurpación de la representación legal y vulneración del derecho de asociación.

Fidelidad quebrada

Ahora, la exreligiosa se echa un lado y desaparece de esta trama. Desde el Arzobispado de Burgos desconocen el lugar y el estado en el que se encuentra sor Paz, de nombre civil Teresa Roca Peinado, tal y como se recoge en los documentos públicos firmados por ella y colgados en las redes sociales de la comunidad. En cualquier caso, el equipo de Iceta mantiene su mano tendida para que «vuelva a casa», esto es, para que recapacite y se reintegre en la Iglesia católica. «La Iglesia siempre está dispuesta a acoger a todos sus hijos e hijas con misericordia», sostienen desde el Arzobispado, e insisten en una salida dialogada al conflicto.

La baja de sor Paz habla de una fragilidad del grupo cismático que, aparentemente, no mostraba ni una sola grieta en lo que a la fidelidad a la priora defenestrada se refiere. De hecho, desde que el pasado 13 de mayo se hiciera público su ruptura con la Iglesia católica, públicamente habían expresado una y otra vez que no había discrepancia alguna entre ellas. Ahora, la autoridad de Laura Gil de Viedma se ve algo más cuestionada, puesto que son ocho compañeras las que la arropan, frente a las cinco religiosas mayores que hoy por hoy no se han manifestado a favor del cisma, la salida de sor Paz y la fuga de sor María Amparo.

La primera tránsfuga

Sor María Amparo, que era la portera del convento, fue la primera en poner pies en polvorosa cuando Gil de Viedma presentó al resto de las monjas al falso obispo Pablo de Rojas como el nuevo asistente espiritual de la comunidad. En ese momento, se rebeló, se negó a ponerse a las órdenes del fundador de la Pía Unión San Pablo Apóstol, ratificó su apoyo al Papa Francisco y en apenas 48 horas abandonaba las instalaciones de Belorado. Hoy está acogida por las clarisas de Vitoria, pero sigue incardinada como consagrada clarisa en el convento burgalés.

A las deserciones, la abadesa excomulgada tiene que hacer frente a otros tantos problemas que se le han acumulado a lo largo de este verano. Por un lado, las dificultades económicas que ellas mismas dicen atravesar, entre otro motivos, por negarse a cumplir con el protocolo establecido por la comisión gestora nombrada por el arzobispo de Burgos para poner orden en el cepillo del convento. Por otro, la negativa del Ministerio del Interior de reconocer la asociación civil que intentaron crean las ex monjas y que complica todavía más las nulas posibilidades de reivindicar la propiedad del monasterio.

A esto se añaden los vaivenes espirituales en la órbita del sedevacantismo, tras expulsar a Pablo de Rojas y fichar a otro falso obispo brasileño sedevacantista con una simpatía manifiesta a Adolf Hitler, Rodrigo Henrique Ribeiro da Silva, como mentor.

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