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Pedro Sánchez prefiere chino

Septiembre era en el cole el tiempo del cambio, después de tres meses de vacaciones. Los bajos del uniforme se habían quedado cortos, las rodillas morenísimas estaban llenas de costras de los accidentes estivales y los libros exigían forro de «aironfix» y nombre del alumno con «dimo». Comenzaba el curso con horizontes de estreno y alguna nube: que si «las mates creo que son de aúpa», que si «el latín es tremendo», que si «nos meten griego». Y el paso al BUP, el bachillerato, alfombraba todo de mayores incertidumbres, otro horario, profesores especializados, elección de optativas y, al fondo, el horizonte de la Selectividad, que ahora se llama EBAU.

En el delicado momento del curso que comienza, el presidente se ha marchado a África primero y, el viernes, a China, dos de los lugares más lejanos que ha encontrado. No quiere afrontar el álgebra ni las declinaciones nuevas. Este hombre, al que no tiemblan las canillas al poner a sus ministros al frente de las instituciones supuestamente «independientes», ahora tiene atadas las manos dentro del país, así que se marcha fuera, que es cosa que da mucho relumbrón. El último enchufe decisivo antes de irse ha sido el del ministro de Transformación Digital (Escrivá) en el Banco de España, que es uno más de la larga lista de puertas giratorias que hicieron de Dolores Delgado y Álvaro García Ortiz Fiscales Generales del Estado; de Carmen Calvo, presidenta del Consejo de Estado, o de Juan Carlos Campo, magistrado del Constitucional. Cuatro ministros y un secretario de estado. Sánchez tiene todo «atado y bien atado», desde el CIS de Tezanos, a la RTVE de Concepción Cascajosa, desde la agencia de noticias nacional Efe (Miguel Ángel Oliver) al INE (Elena Manzanera)… pero no controla a sus barones del partido.

Su continuidad en el Gobierno depende del apoyo de Junts y ERC y éste, a su vez, tiene como precio el concierto económico de Cataluña. Estas son sus «Mates» de este curso. Necesita libertad, pero lo limitan los díscolos del PSOE, que le envenenan a los votantes porque critican el federalismo asimétrico. Con Page no puede, pero en sus planes está renovar a Javier Lambán (Aragón), que está gravemente enfermo y no se va a presentar de nuevo al cargo; Luis Tudanca (Castilla y león); Juan Lobato (Madrid) y hasta, si sale, Miguel Ángel Gallardo en Extremadura. La idea es poner caras nuevas que lo apoyen en la línea de Juan Espadas, el líder socialista de Andalucía, que tiene el desenfado de afirmar que el cupo catalán será estupendo para Andalucía, que podrá reclamar lo mismo. Hay que recordarle a Espadas lo dicho en el Parlamento por Eduard Pujol, recién nombrado portavoz de Junts en el Senado: «Si la fórmula para frenar el expolio que ahoga Cataluña es pasar del café para todos al calimocho para todos, porque es más dulce y divertido, ya le decimos que no». Cataluña no quiere repartir, porque le tocaría menos. Entretanto, la fidelidad de Espadas al líder supremo le está costando los electores del partido en Andalucía, que se reducen más y más, y sin el impulso electoral de Andalucía, el PSOE no puede salir de su precario gobierno de pactos, el problema es una pescadilla que se muerde la cola.

Dicen en el PSOE -ahora tan hermético- que Juan Espadas sería compensado de su salida andaluza con un puesto en el Consejo de ministros. De hecho, habrá en breve alguna vacante, porque Teresa Ribera, ministra de Transición ecológica, tiene previsto saltar a comisaria de la Unión Europea.

Pase lo que pase, el Gobierno de España está atascado. «Limpiar» el PSOE es prioritario y de ahí la convocatoria -oficializada ayer en el Comité Federal- de un Congreso Federal en noviembre. Hasta esa fecha aplaza Pedro las Matemáticas. Entretanto, practica el chino, que no es troncal, pero sí optativa que mola.

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