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El plan de Escrivá para el Banco de España: convertirlo en un «pseudo ministerio» de afines al Gobierno

José Luis Escrivá (Albacete, 1960) empezó su carrera profesional en el Banco de España y todo indica que también la terminará allí, dentro de seis años, más los dos que tendrá de incompatibilidad para trabajar en el sector financiero. Siempre soñó con ser gobernador de la Institución bancaria, pero quizá ahora hubiera preferido ser ministro de Economía, es decir, el máximo responsable de la economía española, después de que Nadia Calviño dejara el puesto para presidir el Banco Europeo de Inversiones. Escrivá habría maniobrado alrededor de Pedro Sánchez para sustituir a Calviño cuando se supo que tendría que dejar el Gobierno y, sobre todo, después que en la remodelación gubernamental del otoño pasado, dejara la cartera de Seguridad Social por la de Transformación Digital. Hubo quien entendió aquello como una pérdida de confianza presidencial y otros como un aparcamiento temporal. El presidente, por algún motivo, descartó la opción de que Escrivá sucediera a Calviño, pero habría sido entonces cuando le prometió ser gobernador del Banco de España. Hay dos versiones, que la oferta surgió de Sánchez o que fue Escrivá quien lo pidió cuando no accedió al Ministerio de Economía.

Escrivá se estrenó ayer, de forma efectiva, y a las nueve de la mañana presidió por primera vez la Comisión Ejecutiva del Banco de España, de la que también son miembros la subgobernadora Margarita Delgado, cuyo mandato expira esta misma semana y debe ser sustituida, y Soledad Núñez y Fernando Fernández. La primera, nombrada a instancias del PSOE y que también suena para subgobernadora, termina su mandato de consejera antes de final de año, mientras que Fernando Fernández, que llegó auspiciado por el PP, todavía tiene por delante al menos cuatro años más en la institución. La Comisión Ejecutiva se reúne todas las semanas y, en principio, no hubo nada especial en el orden del día, pero el nuevo gobernador no perdió el tiempo y empezó a plantear «sus» cuestiones.

José Luis Escrivá tiene, desde hace tiempo, un modelo propio de cómo debe ser el Banco de España y no dudará en aplicarlo. La duda es si lo hará de forma acelerada o de una manera más reposada, como suelen realizarse los cambios en la institución. En la primavera de 2018, cuando estaba a punto de expirar el mandato de Luis Linde como gobernador del Banco de España, Escrivá, entonces presidente de la Airef (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal), explicaba a quien quería escucharle cuál era su diseño del banco, lo que muchos entendieron como una forma de autoproponerse para el puesto, por mucho que él al mismo tiempo lo negaba.

En aquel momento, nunca tuvo ninguna posibilidad y a Linde le sucedió Pablo Hernández de Cos quien, en muy poco tiempo, consiguió que el Banco de España recuperara su prestigio en España, pero sobre todo, en el exterior y, de forma especial, en la Unión Europea y en el Banco Central Europeo. Escrivá, en el ya lejano 2018, pocas semanas antes de la moción de censura que defenestró a Mariano Rajoy, explicaba con bastante detalle que la Institución debería concentrarse en la inspección del sistema financiero y en la asesoría del Gobierno. Apuntaba que había desmoralización interna en la entidad y llegaba a decir que había que replantear las funciones del banco. Además, no ahorraba críticas contra históricos de la entidad, como el ya desaparecido José Luis Malo de Molina (1950-2024), que fue director general del Servicio de Estudios –luego dirección general de Economía– desde 1992 hasta 2015. Escrivá criticaba la actitud de Malo de Molina, que entendía que el Banco de España «no debía colaborar con nadie». Para el nuevo Gobernador, aquello significaba descolocarse de la realidad. En cualquier caso, el hombre que ahora manda en el caserón de Cibeles –sede del banco– tiene ideas propias y, sin duda, las aplicará.

El nuevo gobernador encara, en los próximos días, tres hechos que pueden definir su mandato. El primero, sobre el que no hay mucha discusión, es que el jueves debutará como miembro del Consejo del Banco Central Europeo (BCE), un día en que está previsto que haya una bajada de tipos de interés, que Escrivá, sin duda, apoyará. El segundo es el nombramiento de la subgobernadora. La ley prevé que la nombre el Gobierno, a propuesta del gobernador. Es el primer momento en el que puede y debe demostrar su independencia. Por último, el 17 de septiembre está previsto –y anunciado– que el Banco de España publicará el «Informe trimestral y las previsiones sobre la economía española», que elabora la dirección general de Economía, al frente de la que figura Ángel Gavilán que, con Escrivá, no tiene garantizada su continuidad. Ese informe, periódico, analiza y opina sobre la economía y, en los últimos años, ha emitido juicios que, con frecuencia, no han gustado al Gobierno. El nuevo gobernador no parece muy partidario de ese procedimiento y habrá que comprobar qué dice y qué no dice ese estudio y cuál va a ser su futuro. Hasta ahora las opiniones –favorables o no– del Banco de España han sido independientes de las del Gobierno. Ahora, queda la incógnita. Algunos en el PP comentan, con sorna, que Escrivá es independiente siempre que haya que serlo del PP, como demostró en la Airef, pero no del PSOE.

Los más críticos apuntan que Escrivá puede convertir el supervisor bancario en una extensión del Gobierno, un «pseudo ministerio» interventor para atar en corto a la banca y no incomodar más de lo necesario las decisiones gubernamentales. Y rodeado de acólitos y afines. Escrivá, al frente del Banco de España, no quiere que le ocurra lo que a uno de sus predecesores, Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO), a quien le estalló de pleno la crisis de las Cajas de Ahorros, entre otros motivos porque no quiso que surgiera un problema y, de alguna manera, miró hacia otro lado. Escrivá evitará sustos y lo más probable es que no los tenga. Los grandes bancos españoles dependen, los sistémicos, del BCE en cuestiones de inspección y solvencia. El resto, los que están controlados de forma más directa por el Banco de España verán como la inspección es cada vez más estricta –no quiere decir que ahora no lo sea– para evitar, por encima de todo, cualquier crisis que pudiera devenir en escándalo. Eso significa que, con bastante probabilidad, haya cambios en ese área, que ahora dirige Mercedes Olano, una de las pocas mujeres en la más alta dirección del banco, algo que no ya Escrivá, sino el Gobierno desea cambiar.

La gran paradoja de la carrera de Escrivá es que su trayectoria política, la que le llevó al Gobierno y ahora al Banco de España, se la debe al PP, a pesar de que también está marcada por sus enfrentamientos con los populares. En 2014, el PP de Mariano Rajoy, nombró a José Luis Escrivá presidente de la Airef, organismo fiscalizador del Gobierno creado a instancias de la Comisión Europea, después de la Gran Recesión y la crisis de las primas de riesgo y la deuda. Álvaro Nadal, que luego sería ministro, era entonces jefe de la oficina económica del presidente del Gobierno. De forma periódica organizaba reuniones con economistas, incluso de distinto signo, para conocer sus opiniones sobre la situación económica. Escrivá, aunque con un cierto marchamo de más afín al PSOE que al PP, era uno de los invitados habituales. De ahí surgió una colaboración, que luego devino en amistad, con Álvaro Nadal y con su hermano Alberto, que más tarde sería secretario de Estado, ambos técnicos comerciales del Estado. Cuando hubo que elegir presidente de la Airef, Álvaro Nadal convenció al entonces ministro de Hacienda, que lo idóneo era nombrar a José Luis Escrivá, por delante incluso de otros candidatos defendidos por otros ministros, como Luis de Guindos. Una vez al frente de la Airef, el ahora nuevo gobernador hizo la vida imposible a Montoro, al que incluso llevó a los tribunales por una disputa –que ganó– sobre la información que Hacienda le facilitaba o no. Entonces, sus informes, con mucha frecuencia fueron muy críticos con las políticas del Gobierno de Rajoy, algo que fue aplaudido, sobre todo desde la izquierda, como signo de independencia. En el PP nunca esperaron alabanzas por su parte, pero tampoco tantas censuras.

La gran paradoja para muchos es que creen que si Escrivá no hubiera estado al frente de la Airef, gracias al PP, nunca hubiera sido elegido como ministro por Pedro Sánchez y, entonces, también hubiera sido mucho más complicado que accediera a la cúpula del Banco de España. Escrivá, por su parte, ha mantenido la amistad con los hermanos Nadal –los hermanos Dalton, los llaman sus más críticos en el PP–, sobre todo con Álvaro, con el que se reúne con cierta frecuencia. Álvaro y Alberto Nadal, por su parte, tras la llegada de Sánchez a la Moncloa han encontrado buenos acomodos gracias, en parte, al Gobierno actual. Álvaro, por ejemplo, ocupa la plaza española en la dirección ejecutiva del Banco Africano de Desarrollo, con sede en Abiyán, Costa de Marfil. Su gemelo Alberto, por su parte, accedió a la dirección ejecutiva del Banco Interamericano de Desarrollo, con sede en Washington. Alberto está casado con la también economista Eva Valle, que estuvo en el gabinete económico de Rajoy, y que ahora ocupa el puesto de directora ejecutiva alterna para España, México, Costa Rica, Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua en el Grupo Banco Mundial. Valle incluso ha sonado como posible subgobernadora a propuesta de Escrivá, algo que, sin embargo, sería muy complicado aceptar para el PP –y también para ella misma– y quizá eso podría ser un aliciente para que Sánchez diera el visto bueno a ese nombramiento. Es poco probable, pero sería un pequeño/gran culebrón.

José Luis Escrivá, como justificó el ministro de Economía, Carlos Cuerpo –que fue su segundo en la Airef un tiempo–, está sobrado de capacidad y cualificaciones para ser gobernador del Banco de España, con experiencia también en el BCE. Es un economista con una trayectoria profesional muy notable, cuyo punto débil –según la inmensa mayoría de los que le conocen– es su carácter y una cierta soberbia técnica. Escrivá ha tenido relaciones complicadas con sus colaboradores y subordinados en la mayoría de los puestos de responsabilidad que ha desempeñado. Fue director general del Servicio de Estudios del BBVA, en donde en un momento determinado sus tres subdirectores generales le plantearon al presidente de la entidad, Francisco González, un conato de rebelión si su jefe no cambiaba de actitud. Poco después, Escrivá sería relevado de ese puesto, no sin que antes

tuviera que intervenir, en un episodio anecdótico, para solucionarle un problema a MAFO, al que le habían clonado su tarjeta de crédito personal en Alemania. La tarjeta era del BBVA y cuando pidió que se la reemplazaran enseguida, no le hicieron caso. MAFO llamó a Escrivá y todo se arregló enseguida, pero el episodio quedó allí para el anecdotario. En el BCE, el nuevo gobernador también tenía fama de arisco, de gritar a sus colaboradores y hay quien apunta que el ministro Cuerpo dejó la Airef porque las relaciones con Escrivá eran tensas. También han sido famosos sus enfrentamientos, con los expertos de Banco de España, con los de Instituto Nacional de Estadística y, a veces, con los medios de comunicación, cuando emitían opiniones que no le satisfacían.

Escrivá, por último, según la mayoría de los que le conocen o han trabajado con él, es tan imprevisible como incontrolable, sin olvidar que siempre le ha gustado el protagonismo público. Como gobernador del Banco de España es independiente del Gobierno por ley y, además, en la práctica no puede ser removido de su puesto en los próximos seis años. Al margen de su visión de cómo debe ser la institución, solo depende de él ejercer de verdad esa independencia o, por el contrario, convertirse en palmero económico del Gobierno. Es muy poco probable, impensable, que critique al presidente o a la política general del Gobierno, pero sí parece bastante posible que, de vez en cuando, haga de «Pepito grillo» con algún que otro ministro del área económica. En cualquier caso, ahora al frente del Banco de España completa una trayectoria profesional circular, con principio y final en el mismo lugar.

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