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Biden y Starmer se guardan las carta de los super misiles

Con la guerra de Ucrania sumida en una dura batalla de desgaste que parece estar favoreciendo a Moscú, el presidente Volodimir Zelenski lleva tiempo advirtiendo que se enfrenta a una derrota a menos que se le permita disparar misiles occidentales a zonas más profundas de Rusia. Se trata de una polémica cuestión que mantiene divididos a los aliados. Pero la visita este viernes del primer ministro Keir Starmer para reunirse en la Casa Blanca con el presidente Joe Biden inevitablemente ha aumentado las expectativas de que Kyiv consiga finalmente luz verde para utilizar los misiles anglo-franceses Storm Shadow y estadounidenses Atacms, que tienen un alcance de más de 300 kilómetros.

Hasta ahora, el presidente estadounidense se ha mostrado reacio. Lo cierto es que la decisión no está exenta de riesgos. Permitir que Ucrania dispare armas de fabricación occidental contra el Kremlin podría tener un impacto político dramático en el curso de la guerra. Pero el viaje conjunto realizado el pasado miércoles a Kyiv por parte del ministro de Exteriores británico, David Lammy, y el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, daba pistas sobre un cambio de posición por parte de Washington, donde las elecciones de noviembre y la posibilidad de una victoria de Donald Trump, obligan a no demorar demasiado la toma de decisiones.

Blinken y Lammy proporcionaron una posible justificación para la escalada de misiles, censurando a Irán por suministrar un primer lote de misiles balísticos Fath-360 de corto alcance y alta velocidad a Rusia, un paso adelante respecto de los drones Shahed más lentos que ha entregado a Moscú hasta ahora. Es probable que Rusia utilice los misiles «en unas semanas», advirtió Blinken.

De momento, Estados Unidos ha permitido a Ucrania disparar misiles Atacms a través de la frontera hacia Rusia en defensa propia, pero ha limitado en gran medida la distancia a la que pueden utilizarse. Reino Unido y sus aliados europeos han seguido el ejemplo de la Casa Blanca, pero Londres –que a principios de año fue el primero en Europa en mandar 14 potentes e infalibles tanques Chanllenger 2– presiona ahora para dar un paso más.

En este sentido, el «premier» británico asegura que la situación en Ucrania se estaba «volviendo cada vez más apremiante» y avanzó que, junto con Oriente Medio, sería el tema clave de la reunión del viernes. El viaje a Washington es el segundo del inquilino de Downing Street desde que ganara las elecciones de este verano, ya que en julio acudió al 75º aniversario de la OTAN al que también asistió Zelenski.

Es difícil imaginar que Estados Unidos y Reino Unido, junto con otros países aliados involucrados en la fabricación de misiles, simplemente le den a Ucrania carta blanca para decidir dónde podría bombardear dentro de Rusia. No sería difícil determinar si se hubiera utilizado alguna de estas armas y un error de cálculo por parte de Kyiv, que tal vez matara a muchos civiles, tendría consecuencias más amplias. Tampoco hay grandes reservas de estos misiles, lo que provoca escepticismo en Estados Unidos sobre si podrían cambiar el rumbo de la guerra.

Zelenskiy argumentó en una reunión de ministros de defensa occidentales en Alemania la semana pasada que poder atacar el territorio de su enemigo ayudaría a garantizar que «Rusia esté motivada para buscar la paz». Pero la calibración debe ser cuidadosa. El tiempo puede ser escaso para Ucrania, dado que en menos de dos meses se avecinan elecciones en Estados Unidos, y Trump no ha especificado si quiere que Ucrania gane.

El presidente ruso, Vladimir Putin advirtió este jueves que [[LINK:INTERNO|||Article|||66e332dbf1bdb0e467a3dd81|||la OTAN entrará «en guerra directa» con Moscú]] si finalmente se levanta el veto del uso de las armas de largo alcance en territorio ruso. Por la mañana el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, señaló que en ese caso la respuesta de Rusia «será apropiada». El conflicto entraría en una fase más peligrosa.

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