Ángeles Toledano: "Toda la sangre que tenemos dentro merecía una canción"
Que el disco que acaba de publicar sea su ópera prima puede hacer pensar que nos hallamos ante una artista recién parida, pero Ángeles Toledano tiene ya un largo camino andado. Venida al mundo en Villanueva de la Reina, Jaén, en 1995, lleva ya muchos años ganándose la vida con su preciosísima voz, tanto en España como en América. En tiempos en los que en la escena musical los géneros que dominan son el reguetón, el trap y el rap, la decena de canciones que componen «Sangre sucia» (nombre deudor de un personaje de Harry Potter, Hermione Granger, «maga hija de no magos») son casi una provocación, pues nos hablan de una artista que ha leído mucho, y muy bien, a los clásicos, cuyo discurso carece de fecha de caducidad.
Pero ella ha tratado, además, de aportar a un género tan complejo como es el flamenco su huella digital, su mundo: «No podría haberme comunicado de otra manera, Javier –explica–, porque eso es lo que siempre he tenido en la boca, son las referencias que he estudiado. Con este disco quería empezar desde el origen, de una forma lo más natural y honesta posible, pero contando siempre con un lenguaje y una visión adaptadas a mi época, que es con la única con la que me sé comunicar. Son, ya digo, las referencias con las que me he criado y de las que me sigo nutriendo, pero también con otro tipo de referencias que ahora palpo».
¿Es «Sangre sucia» un disco innovador? «Desde que una persona pone su mensaje propio, creo que ya parte de una base genuina –responde con seguridad–. Y aunque el disco también tiene algunas letras que me mantienen en todo el lenguaje que he tenido hasta llegar aquí, claro que es innovador. Hemos conservado algunas letras populares para mostrar de dónde vengo, dónde estoy y hacia dónde vamos, pero también es un disco que te sitúa en una atmósfera muy cinematográfica. Hay una narrativa y era muy importante situar al oyente en un lugar y que pueda vivir la experiencia completa del flamenco. Por eso también lo «sucio». No queríamos que fuera un disco completamente aséptico, sino que te situara en un sitio donde pudieras vivir una fiesta, la mía con mis amigas en mi pueblo, y que pudieras vivir también el poema cantado y recitado con Sara Torres, en el que una amiga apoya el dolor de un mal trago».
En los 70, La Banda Trapera del Río, un grupo muy transgresor, muy punki, le dedicó una explícita canción a la menstruación, «La regla», y ahora Ángeles le ha escrito «La misma sangre del cuerpo». ¿El período merecía una canción? «Toda la sangre que tenemos dentro merecía una canción porque es por lo que estamos vivas realmente y es cuando te das cuenta de que estás aquí y de que esto va en serio. Pero aparte de la regla son otras muchas más sangres, aunque en esa canción hable de la regla o la virginidad, en la que también sale sangre. Sale mucha sangre del cuerpo de las mujeres en muchos momentos, incluso la sangre del nacimiento». ¿Estamos ante un disco feminista? «Es un disco inspirado en la experiencia femenina y que, obviamente, pone en valor los derechos de las mujeres, y con el que intento liberarme de la opresión que sentimos, sí. Hermione –prosigue– es una niña que se esfuerza por algo que le gusta muchísimo y, al final, entra en un terreno donde ella no ha nacido completamente. Es una intrusa, por así decirlo, pero estudia mucho y con su talento consigue realizarse. Superación y esfuerzo, porque todas nos superamos e intentamos dar lo mejor que tenemos para que se nos escuche un poco».
Soñar y actuar
Fue su abuelo el que la descubrió y el que la educó, el que le dijo qué debía escuchar, y luego ella, por su cuenta, se dedicó a estudiar y a investigar, a soñar sin dejar de actuar. ¿Este disco está dedicado a él? «Sin duda alguna –contesta rotunda–. “Sangre sucia” está dedicadísimo a mi abuelo. De hecho, ahora mismo no estaríamos hablando de no ser por él. Está presente y lo recuerdo todos los días. Además, siempre he sido muy cabezota y cuando me propongo algo voy a por ello, pin, pin, pin, he sido así desde pequeña. Soy muy tenaz y muy trabajadora. Y cuando cantaba de pequeña tenía muchas carencias, pero yo me empeñé. Y había mucha gente del pueblo que en cierta manera se cachondeaba de mi abuelo cuando él enseñaba grabaciones mías que llevaba en una grabadora. Pero mi abuelo le decía a mi padre: “Paco, no la dejes, no la dejes, que verás que lo va a conseguir”. Yo no sé si lo he conseguido o si lo conseguiré, pero, insisto, que ahora mismo estamos aquí hablando tú y yo es gracias a él».
Este es su primer disco, pero lleva ya muchos años en la carretera. ¿El escenario es lo mejor de todo? «El escenario es lo mejor de todo, desde luego. El estudio lo estoy conociendo ahora y se me están equilibrando ambas cosas, porque ahora solo quiero estudio y prometo estudio. Pero la parte de compartir la música con la gente y que la performance sea completa y se viva completa, que yo te esté cantando a ti y esté recibiendo un calor, que haya un intercambio de emociones, es maravilloso. Y en el flamenco eso es muy importante». Se la está comparando con Rosalía. Quizá sea una analogía lógica debido al físico.
Ángeles es mucho más jonda y Rosalía va por otro raíl, pero ¿entiende justificada esa comparación? «Completamente. Y yo a Rosalía la alabo. Es uno de los referentes más potentes de nuestra generación, junto con el flamenco. Es una revolucionaria, claro que sí. ¿La comparan con Lola Flores? Lola Flores fue una revolucionaria es su tiempo y Rosalía lo es en este. Sí creo que tenga su misma estatura. No la conozco –añade–, pero me encantaría hacer algo con ella, tomarme un café, que nos conociéramos, que nos pusiéramos cara y nos diéramos la manita, me encantaría. Todas las niñas que estamos ahora mismo en el mundo de la música tenemos un hilo conductor, hay un denominador común, aparte del género. Todas nos alimentamos unas de otras y nos apoyamos muchísimo».
Ángeles asegura que con este disco ha llegado para quedarse: «Prometo mucho estudio y mucho discurso. Esa es mi intención y estamos seguros de que va a ser así porque trabajamos muchísimo y cada día nos levantamos con esas ganas», concluye con una sonrisa. Porque está muy contenta. Rebosa felicidad.
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Sin ti no soy nada
Por Javier Menéndez Flores
Ángeles tiene sangre como para llenar una piscina. Sangre que prende igual que una mecha y lanza su cuerpo siempre adelante, a la busca de esos sueños que laten en su interior con estruendo de tambores de guerra. Sangre como la que desembocó en Miguel Hernández, que venía como el mar, de ola en ola. Porque el arte, por más que vista de azul, verde o amarillo, está obligado a ser rojo chillón, rojo inapelable, rojo sin ninguna duda, y en esa certeza de fuego se ha instalado este ángel de melena negra que clama su poesía con una voz que nos arrastra a un tiempo anterior a su tiempo.
(Sin ti no soy nada. Una cometa enganchada a la rama de un olivo. Una pelota en el tejado. Un río que discurre para nadie. Unas manos que agarran el aire esquivo. Te cantaré hasta que me silencie el sueño y me oirás allí donde te encuentres. Mi voz te llevará la imagen de mi rostro y de unos días en los que siempre hubo sol y nosotros nos imaginamos infinitos).
En el Barrio Unido la vida te dejaba vivir y la niña Ángeles era un látigo de alegría. Las mejores amigas del mundo eran las suyas y el baloncesto era muchísimo más que una obligada actividad tras el tedio de las clases. Y en esas que el abuelo Manuel –don Manuel Martínez Moya, un respeto– detectó la presencia del genio y les anunció a Francisco y a Ángeles que tenían un tesoro en casa y que había que ponerse a picar duro para que cristalizara. Y mientras el campo proveía con el sudor de sus frentes, Ángeles acudía puntual al instituto y al Conservatorio y sacaba la magia de sí escuchando a los clásicos –¡tantos!– y recorriendo las peñas de ciudades y pueblos para tomar apuntes del natural y absorber a los maestros.
Ángeles pudo haber sido abogada, pero el derecho se le torció en el segundo curso y el miedo al vacío entró en su vida como acostumbran a hacerlo los huracanes. Se enderezaron a cambio los escenarios –este camino, mi camino, el vuestro si gustáis–, esos lugares en donde el suelo es un fino alambre pero la emoción es la licenciatura suprema.
(Sin ti no soy nada. Una maleta vacía, un reloj sin agujas, un niño en silencio. Viajaré hasta pisar una tierra que no haya sido pisada antes y allí cantaré para que la vida lo ocupe todo y tu nombre bautice cada rincón y cada objeto. Y puedes creerme: no hay arma más poderosa que una canción cantada con el abrazo de la sabiduría y el deseo).
Ángeles tiene sangre como para llenar doscientos cuerpos. Sangre que le mantiene alerta incluso cuando duerme, con un hambre que no desmaya. Y ahí están su respiración enérgica, sus pasos firmes, la seguridad de que el sueño de su vida depende en un diez por ciento de la suerte y el resto de su dedicación a la causa. Y cada vez que Eva Amaral se desangra y canta: «Amar por amar y romper a llorar / en lo más cierto y profundo del alma», ella nota que algo le estalla muy dentro y visualiza una película a la que cada nueva escucha le añade una escena. Y pide otra cerveza y se vuelve a su rincón, sola y altiva como la luna. Feliz de ser la capitana única del barco.
(Sin ti no soy nada. Esa palabra varada en la punta de la lengua. Un pájaro con las alas escayoladas. Una montaña devorada por la niebla. Una chimenea con escarcha. Hay veces en que en plena tormenta de sol siento sobre mí la furia del granizo, pero entonces canto y me elevo altísimo y hago realidad el encuentro con mi nombre).
¿Sangre sucia? Por supuesto. La mejor. De la que salen las más dotadas criaturas. Una tal Ángeles Toledano, sin ir más lejos.
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