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“Los lunes al sol” , de Fernando León de Aranoa, da el salto al teatro

Corrían los años 80 y 90 cuando la reconversión industrial creaba una crisis en sectores como la siderurgia, la minería o los astilleros, que dio lugar a un movimiento de lucha obrera en la calle y mandó a muchos trabajadores del sector al paro o a jubilaciones anticipadas. El cine no fue ajeno a este fenómeno, en Reino Unido, el “british social realism” estuvo representado por directores como Ken Loach (“Lloviendo piedras”), mientras que en España fue la película de Fernando León de Aranoa, “Los lunes al sol” (2002) la que mejor reflejó la situación social y económica generada. Con un guion escrito por él mismo junto Ignacio del Moral, la cinta tuvo multitud de premios –entre ellos cinco premios Goya– y ha sido motivo de debate en foros y universidades. Ahora es el propio Del Moral quién la ha adaptado al teatro junto al director Javier Hernández-Simón y su estreno absoluto tendrá lugar el próximo 4 de octubre en el Teatro Calderón de Valladolid con un extenso reparto formado por Fernando Cayo, Yune Nogueiras, Marcial Álvarez, José Luis Torrijo, Fermi Herrero, Fernando Huesca, César Sánchez y Lidia Navarro.

En la ciudad gallega de Vigo, años después de esa reconversión y de las protestas masivas por los despidos, varios de estos parados viven el día a día. El mercado laboral no quiere a cincuentones y sus vidas transcurren sin trabajo, recorriendo las calles y tumbándose los lunes al sol, generando también un problema de identidad. “¿Quiénes somos cuando la imagen del espejo tan sólo nos devuelve miedo y vergüenza? ¿Quiénes somos cuando el mundo sigue girando a nuestro alrededor mientras nosotros nos encontramos quietos, paralizados, inmóviles...? ¿Cómo mantener la esperanza y la dignidad?”, se pregunta el director Hernández-Simón. “Son personas que luchan por mantener esa dignidad y el orgullo, a veces a la desesperada, y aunque entre ellos haya divergencias y no formen un grupo totalmente homogéneo, Santa, José, Lino, Ana o Amador podemos ser cualquiera de nosotros”, afirma el guionista y adaptador Ignacio del Moral.

A pesar de los años, sorprende su vigencia porque el miedo a quedarte sin nada después años trabajando sigue siendo el mismo. “No hemos querido actualizar la historia, pero sí dar alguna pincelada para que se entienda –explica–. En aquellos años, tener trabajo significaba tener una idea y unos mínimos, una identidad, lo grave de ahora es que puedes tenerlo y seguir siendo pobre, sobre todo la gente joven, con trabajos precarios, sueldos mínimos y unos costes alrededor inmensos, pero buena parte de las condiciones que soportan actualmente los trabajadores se debe a que se perdió mucho de aquel espíritu de lucha al viejo estilo, la gente está menos unida, todo está más disperso –significa Del Moral–. El teletrabajo, que vemos como una conquista, te hace trabajar en solitario sin compañeros presenciales, se pierde el compartir la caña, el bocadillo, hablar de la familia, de los problemas, se dificulta la socialización, todo está más disgregado y esa lucha de antes se está perdiendo”.

La adaptación a al teatro ha presentado dificultades “porque son lenguajes distintos, hay una especificidad que hace que haya muchas diferencias –explica Del Moral–. En el cine, una parte de la narración se remite a lo visual, a la cámara que va narrando movimientos y elige qué debe mirar el público y en teatro, el espectador toma muchas más decisiones, es más libre, mira para donde quiere y ve un conjunto de cosas. Sin embargo –prosigue–, paradójicamente el teatro ofrece mucha libertad en el manejo de los espacios y tiempos, al no tener que reproducir fielmente las cosas y los entornos, puede imaginarlos, deja que el espectador participe en el juego, es más colaborativo porque tiene que abstraer y las cosas que el cine resuelve con imágenes, miradas o gestos, en teatro necesitan ser verbalizadas porque casi todo se centra en los conflictos entre personajes”.

Para Del Moral, el trabajo de Hernández-Simón ha sido esencial en este aspecto. “Yo tiendo más a la literalidad de la película, pero con él hemos jugado más a la abstracción. Lo interesante es que el espectador va a oír los diálogos que recuerda y las escenas van a estar ahí, pero ordenado de otra manera, contando la historia un poco diferente y eliminando algunas líneas secundarias, aunque sea la misma historia de principio a fin. No se trata de ver la película con las personas reales allí en pie –prosigue–, sino de ver un espectáculo teatral con sus propias reglas internas porque hay que adaptarse al medio y lo más interesante que ha conseguido en la confección visual del espectáculo es que todo sea muy fluido, van pasando las situaciones de manera muy ágil sin grandes cambios de escenografía y quien vio la película va a tener la sensación de estar viendo lo mismo”, concluye.

  • Dónde: Teatro Calderón, Valladolid. Cuándo: Del 4, 5 y 6 de octubre. Cuánto: de 10 a 30 euros.

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