Ibermúsica, Filarmónica de Viena, oro y cagada de gorrión
Empezó Ibermúsica su temporada a lo grande, nada más y nada menos que con la Filarmónica de Viena dirigida por Daniele Gatti. Otra cosa fue el programa, por diferentes motivos no del agrado de todo el público asistente: un ballet poco frecuentado de Stravinski y una sinfonía de Shostakóvich que no está entre sus más conocidas.
Apollon Musagète responde a un ballet coreografiado por George Balanchine, estrenado en 1928. Esta pieza neoclásica representa una fusión de elementos antiguos y modernos, lo que hizo que Diaghilev se la describiese a Prokófiev como “la versión ideal del clasicismo, con música llena de melodías en do mayor”, utilizando formas tradicionales de ballet clásico en una clara vuelta al clasicismo tras su intención de no volver a escribir nuevos ballets. El ballet narra una historia de amor y rivalidad entre Apolo, las musas y el dios del amor, Eros.
Tocaron sus algo más de treinta minutos, algo más de treinta instrumentos de cuerda, y el problema es doble. De un lado, su contenida escritura no permite el claro lucimiento de la impresionante orquesta que nos visitaba y de otro que carece de sentido una interpretación sin su coreografía. Con un largo solo de violín, espléndidamente tocado, se mantiene una atmósfera obsesivamente sombría. Pablo L. Rodríguez relata en sus notas al programa que Klára Móricz, en su libro In Stravinsky’s Orbit (2020), encuentra en ella una referencia al dolor del exilio ruso. El público la calificaba en el descanso como “tediosa”.
Shostakóvich no tenía ya necesidad de sentir dolor, sino de expresar sus emociones reprimidas y su esperanza por un futuro más libre, cuando escribió su Décima Sinfonía, pues Stalin había fallecido meses antes. Cuanta el anecdotario que, una vez terminado el primer movimiento, un gorrión entró en la sala y se cagó sobre la partitura, lo que le supuso al compositor un buen auspicio. Excesivamente largo movimiento, que contrasta con la brevedad del siguiente, un scherzo que se ha dicho representa a [[LINK:TAG|||tag|||6336135eecd56e3616931b5d|||Stalin,]] de una potencia arrolladora que muy pocas orquestas pueden abordar con precisión, empaste y rotundidad.
La Filarmónica de Viena estuvo apabullante, como también en el Allegretto y la apoteosis del Andante-Allegro final, con las apariciones y reapariciones del célebre motivo DSCH (las iniciales de su nombre en notación musical).
Con todo, el mayor deleite para los asistentes fue la propina que se hizo mucho esperar: la Quinta danza húgara de Brahms. Su arranque de la cuerda permanecerá inolvidable en el recuerdo, porque en muy contadas ocasiones la hemos oído tan maravillosamente tocada. Una orquesta de oro. Inmenso el éxito.
Dirigió con soltura, claridad y dominio Daniele Gatti, años atrás acusado de abusos como otros muchos y sin juicios. Asunto olvidado y ya sólo queda una figura sin ser rescatada. Esta injusticia tiene un nombre, seguro que lo adivinan.