Una victoria a fogonazos y picando mucha piedra (82-66)
Este Real Betis Baloncesto de etiqueta en Primera FEB tiene espíritu de picapedrero. Una virtud que desmaraña partidos complejos. Ni negocia el equipo el esfuerzo ni los presumibles egos de su plantilla condicionan su trabajo. No se ahorra una gota de sudor el Betis, que ante el Cartagena se vio muy exigido, especialmente en el plano mental, en un partido con muchas aristas y estrecheces en el marcador pero resuelto aplicando una dosis de rodillo en el último cuarto, cuando ya sí venció la resistencia del corajudo Cartagena. Ganó el Betis Baloncesto a fogonazos y picando mucha piedra con un prodigioso ejercicio en el rebote (50 capturas) y un acelerón en el último cuarto liderado por Renfroe, disfrazado de hombre orquesta: 8 puntos, 7 rebotes, 6 asistencias y 3 recuperaciones para 21 créditos de valoración. Concluido el primer cuarto, cundía la sensación de que el partido no tendría mucha historia a poco que el Betis se apretase un poquito más en defensa y acelerase en ataque. Porque sin ser un muro atrás (permitió muchos tiros liberados) ni estar iluminado en el tiro, convirtió 21 puntos y dejó a su adversario en doce. Hughes era el verso libre de un Betis Baloncesto que controlaba la situación y Cvetkovic, con un par de bandejas, propició la primera situación de rotura, que luego no fue tal. Pelillos a la mar. Sin brillantez en el juego, apenas hubo algún que otro fogonazo de Hughes, el Betis ganaba por nueve y tenía a su rival, empecinado en el triple (2/12), al borde del descarrilamiento. Era cuestión de afinar un poco más la maquinaria ofensiva. Hermanson, inédito en el primer cuarto, se presentó en el partido con un triple a tabla y luego Ugochuwku anotó solo palmeando un rebote ofensivo (21-17). El Cartagena se había activado a base de más piernas, intensidad y movimiento sin balón. Ese repunte no le hizo ni cosquillas al Betis, que en realidad no estaba fino en casi nada a excepción de la defensa, imperturbable, y el rebote. Mas se le apagaron completamente las luces en ataque. Un fundido a negro que se extendió cinco minutos del segundo cuarto. Ni una canasta en tiro de campo contabilizó en ese tiempo, muy atascado, incapaz de generar espacios y ventajas en la defesa cartagenera. Como anestesiado. La desconexión precisó la intervención de Gonzalo García de Vitoria, vía tiempo muerto. El partido se ralentizaba y espesaba. Espectáculo, poco, mucho pico y pala. Renfroe rompió la sequía (26-19) mientras Benite rascaba una falta tras otra para sumar, a falta de otras alegrías, desde el tiro libre. Cuando el talento no se impone, hay que tirar de oficio (29-21). No se amilanó el Cartagena, que a fuer de insistir en el triple acabó encontrando una falla en la defensa bética. Garuba y Smallwood hicieron diana y el hermano de Usman completó un dos más uno que ajustaba al máximo el resultado (31-30). La desconexión absoluta del Betis, amago tras amago, era ya oficial. Al ralentí no se puede jugar todo el rato y el Betis no se arrebataba. Su ritmo, paquidérmico. Gil castigó de nuevo el pésimo balance defensivo local obrando la remontada (31-32) tras un parcial de 10-20 en el segundo cuarto. A la afrenta cartagenera respondió Cvetkovic con un triple frontal en una fase del partido rarita desde el punto de vista arbitral con una sucesión de faltas de ataque por parte y parte que cortaban el ritmo. Incapaz de descifrar la defensa visitante, que había cambiado su morfología, el Betis pasó del 67% en el tiro de campo del primer cuarto al 38% del intermedio. Seguía conservando el rebote como propiedad (25/16), pero el Cartagena había logrado llevar el partido, ya igualado (34-34), al terreno que más le interesaba. Se imponía como obligación que el Betis Baloncesto, distorsionado incluso desde el tiro libre, recuperase la energía perdida. Porque la mezcla de su combustible se había empobrecido. Jelinek al fin hallaba petróleo perimetral y el propio checo ampliaba el parcial de salida hasta el 8-0 (42-34). Cargado con la tercera falta, Renfroe le cedió la batuta a Cvetkovic. El listón arbitral para las faltas estaba realmente bajo. Un concierto arbitral que se cargaba el ritmo del encuentro. El Cartagena anotaba corriendo y el Betis, en cinco contra cinco. Estilos opuestos. Intermitente como nunca, encajó un 0-8 (42-42) y a Radoncic, con 45-42, le cayó la técnica por protestar ante un trío arbitral de lo más puntilloso, para nada casero. Tras la protesta bética por un tapón de Hermanson con posible falta a Hughes, nueva técnica en contra de los verdiblancos (45-44), esta vez para su técnico. El partido avanzaba a cámara lenta porque casi había más faltas que puntos. Al menos, el protagonismo arbitral despertó al pabellón... y también a Cvetkovic, que descongestionó a su equipo cuando más aire le faltaba (50-47). Hughes elevaba la cuenta (52-47), pero el Betis no acaba de entrar en ebullición en ataque y el Cartagena no aflojaba en defensa presionando a toda pista y generando un error tras otro de los anfitriones (52-51). Ambos equipos se protegían en sus barricadas, auténticos campos de mina: brazos por todos lados, contactos por doquier y un rosario de faltas (40 al cierre del tercer cuarto) y tiros libres en cada acometida. En ese contexto, el Cartagena no perdía el paso, de lo más cómodo se sentía y tenía desactivados a muchos referentes béticos, que ganaban de cinco (58-53). No admitía el despiste el partido. Tras seis intentos fallidos, el primer triple de Benite se anuló por tres segundos en zona de Kasibabu en plenas estrecheces (60-56). DeBisschop y Renfroe, espectacular con cinco puntos, dos de ellos tas robo y bandeja, taladraban el 67-58 justo antes de que Jelinek se lesionase el tobillo derecho. Ipso facto, Benite aceleró el demarraje del Betis con un triple frontal de ocho metros tras un rebote bestial, muy arriba, de Renfroe (72-61). Así le pasaban los verdiblancos la pelota del estrés al tejado del Cartagena, que ya no pudo volver a levantarse. Sus cerrojos defensivos habían volado por los aires con Renfroe, clave, desmadejando el partido en los minutos decisivos. Ya todo era una autopista hacia la canasta rival para el Betis, que sudó, sufrió y ganó finalmente con mucha comodidad, resolviendo sin agobios, con la placidez habitual de muchos de sus últimos cuartos. Donde impone la ley del más fuerte.