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La debacle de Harris hunde al Partido Demócrata

¿Qué ha pasado? ¿En qué momento Kamala Harris pasó de ser la mujer que rompería todos los techos de cristal en Estados Unidos, a convertirse en el último y más grande fracaso del partido demócrata? Entre los expertos hay quien apunta a una muerte electoral anunciada que se venía venir desde el momento en que Harris se convirtió en presidenta porque no había más opciones reales disponibles. Otros aseguran que, si tenía alguna posibilidad de ganar una carrera presidencial de esta magnitud haciendo campaña solo tres meses, la perdió con el legado que le dejó su predecesor Joe Biden, y tampoco ayuda lo apartada que ha estado de la esfera pública durante sus cuatro años de vicepresidenta, ni el hecho de que los estadounidenses no han llegado a conocerla realmente. Además, tampoco está muy claro que los estados más tradicionales del país, los que realmente decidieron ayer al ganador, estén preparados para poner al frente de EE. UU. por primera vez a una mujer, que además es negra. Como tampoco lo estuvo en 2016 con Hillary Clinton, a pesar de su fama de ser una de las figuras políticas más preparadas de la historia estadounidense.

A la demócrata no le ha ayudado entrar al juego de Trump y atacarle con comentarios incendiarios, tachándole de racista, fascista, o hacer campaña desde una esfera de ataques personales nada propios de la vicepresidenta, una estrategia de la que ella no era muy partidaria porque trataba de mostrarse como una líder que trabajaría para unir a ambos partidos, sin entrar en una guerra política. Pero algo en ella cambió cuando se acercaba la gran fecha, y ante la amenaza de una derrota, claudicó en la recta final de la carrera electoral a favor de un juego menos diplomático que no parece haberle funcionado. El resultado de la noche del martes y la madrugada del miércoles fue un baño de sangre roja en todo el mapa electoral.

Harris no tiene toda la culpa, ella heredó una campaña de Biden que estaba tocada, aunque no hundida, y remontarla no era fácil. La nueva elegida estuvo evitando hasta el último momento que pudo, sentarse ante los periodistas o un cara a cara con los medios de comunicación, o incluso con su rival, aunque cuando llegó el día, barrió a su adversario. Tras el primer debate contra Donald Trump, la demócrata le devolvió la ilusión a un partido que hacía tiempo que estaba de capa caída ante la falta de fuertes y prometedoras promesas en su partido, creyeron que habían conseguido enterrar el lastre que la candidata arrastraba de Biden. Harris acababa de afianzarse en una posición que haría historia, la primera mujer de color que conseguía llegar a la cima de un partido importante. Las donaciones empezaron a llover, batiendo incluso récord de recaudación (se recaudaron mil millones de dólares en menos de 3 meses).

A partir de aquí, si quedaban dudas sobre la capacidad de Harris, desaparecieron, y su espectacular performance política le impulso a donde debía llegar, consiguiendo que los artistas más famosos del país (como Taylor Swift, Beyoncé o Jennifer López, entre otros

muchos) y una gran parte de Hollywood cerraran filas en torno a ella, presentándola como la única esperanza que le quedaba al país para defender su democracia. Pero en la recta final de la campaña, esa ilusión parecía estar esfumándose, y a pocos días de las elecciones las cifras de las encuestas empezaban a ajustarse cada vez más, por lo que los demócratas sacaron la artillería pesada y entraron en un peligroso terreno de ataque directo en el que no se mueven del todo bien, a por todas. Harris incluso tuvo que tomar medidas que ni siquiera ella había imaginado, distanciarse públicamente del que todavía es su jefe, después de que Biden llamara basura a los seguidores de Trump, intentado criticar a Trump por los comentarios que hizo un cómico en uno de sus eventos en el Madison Square Garden de Nueva York.

Quizás fue demasiado tarde para partir peras, como dicen por el norte de nuestro país, quizá la demócrata tenía que haber sido más clara y demostrar ese cambio del que hablaba rompiendo de verdad con el pasado y mostrando otra forma de gestionar la economía del país, la máxima preocupación de los votantes estas elecciones y que muchos culpan a Biden de su mal ritmo. O tal vez debía haber dejado claro cuáles serían sus pasos para terminar con la guerra en Medio Oriente, más allá de decir esto tiene que acabar, es necesaria una paz inmediata, mientras su gobierno seguía enviando armas a su gran aliado israelí. No lo hizo y eso alejó a muchos grupos de votantes de la comunidad árabe- estadounidense del país, así como a jóvenes y defensores del pueblo palestino.

Dentro de su partido se hacen cruces. A pocas horas de conocer la derrota, algunos expertos hablan de que esta sea, posiblemente, la mayor victoria republicana desde Ronald Reagan en 1984. Otros, desde el equipo de Harris y refugiados en el anonimato, le han reconocido al diario Político que se hizo la mejor campaña que se pudo considerando que Biden era el presidente, y por si quedaban dudas sobre en quien recae parte de la culpa de lo vivido el martes, añaden que el actual líder estadounidense debería haber abandonado antes el puesto porque el retraso solo llevó a una operación tardía, que estaba siendo mal administrada. Joe Biden es la razón por la que Harris y los demócratas perdieron la noche del martes.

La campaña de Harris, como ya hizo Clinton tras su derrota, anunció que no habría discurso el martes por la noche ¿Qué se dice en estos casos? ¿Cómo enfrentarse a una derrota que no es culpa de uno solo, sino también del legado que deja el predecesor? Al cierre de esta edición los norteamericanos estaban a punto de descubrirlo porque Kamala Harris había anunciado que se dirigiría a la nación en la tarde del miércoles, unas palabras que esperaban impaciente las millones de personas que habían confiado su voto en la demócrata.

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