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Los socios regatean in extremis nuevas cesiones ante la votación para el paquete fiscal

El ambiente entre los socios del Gobierno es de profundo malestar. Algunos no dudan en señalar a Moncloa por el desaguisado de los últimos días en la negociación de la reforma tributaria. «Bolaños utiliza siempre la misma fórmula. Llamar a unos y a otros para decir que los unos o los otros han pactado con él. Luego la realidad es otra», afirma uno de los socios. Otro es más contundente, y más agrio, en su afirmación de que «con la arrogancia de última hora acabaremos mal». «Estamos tips», una expresión catalana que vale por «estamos hasta el gorro».

Las negociaciones, preparando el pleno de hoy, siguieron ayer durante todo el día. Empezó María Jesús Montero, agitando los riesgos de que no se apruebe el paquete fiscal: «Nos jugamos el plan fiscal estructural y también el quinto desembolso de los fondos europeos», dijo, tras ser interpelada por la secretaria general del PP, Cuca Gamarra. En total, el Ejecutivo se juega unos 10.500 millones de euros entre los que se incluyen 7.000 de fondos europeos que deben ser autorizados por Bruselas tras la reforma fiscal. Esta debe incluir un 15% mínimo del impuesto de Sociedades como consecuencia de una trasposición europea. La vicepresidenta espetó también a los populares la necesidad de la reforma tributaria, esgrimiendo el esfuerzo que se debe realizar en la reconstrucción de Valencia tras el caos de la Dana.

El Gobierno trató de incluir toda una reforma fiscal que se ha caído por el camino tras intentar acuerdos con todos los socios. De momento, se han caído la subida del diésel, socimis, pisos turísticos, bienes de lujo o seguros sanitarios y han salido adelante las medidas para poner coto al fraude de hidrocarburos, la modificación de la reforma Montoro para evitar la merma de recaudación de impuestos por las sentencias judiciales, los vapeadores y el ahorro subiendo el tipo al 30% para rentas de más de 300.000 euros.

El vodevil de esta semana se centró, sobre todo, en los impuestos de la banca y las energéticas. Ayer todas las fuentes consultadas no se aventuraban a avanzar el resultado final. El impuesto de la banca se endurecerá a los bancos con mayores ingresos –Caixabank, BBVA y Santander– y cuenta con el visto bueno de Junts, que sigue centrando su estrategia de enfrentamiento con La Caixa, con una especie de «vendetta» porque consideran que esta entidad fue la culpable de la modificación de la ley que facilitó el éxodo empresarial durante los sucesos de 2017. En el de las energéticas, la cuadratura del círculo pasa por mantener el impuesto actual, que recaudó este año 1200 millones, durante un año más –que será votado en un decreto aparte– aunque incluyendo las desgravaciones fiscales por inversiones en descarbonización. Junts vuelve a ser el oscuro objeto de deseo porque tanto Podemos como la izquierda exigen garantías de que votarán el mencionado decreto, al igual que el PNV. Y garantías no hay ninguna para esta votación, pero en Junts se ratifican: «Hace dos semanas anunciamos un acuerdo y lo respetaremos». Niegan conocer el decreto pactado con ERC, Bildu y BNG. En Junts afirman que votarán que «no» si se mantiene el texto registrado, que «deja fuera a las empresas eléctricas españolas» y que «penaliza a las energéticas que invierten en Cataluña». Junts está dispuesta a escuchar, pero se niega a «votar titulares» y posibles acuerdos.

Durante todo el día de ayer el Gobierno trató de amarrar los apoyos, una vez descartado que los populares dieran apoyo a alguna medida, como por ejemplo la simple trasposición de la ley. Félix Bolaños y María Jesús Montero se reunieron con Ione Belarra cuyos cuatro votos son imprescindibles. Bastaría con su abstención para garantizar que haya más síes que noes en el pleno. De este encuentro se desconoce si el PSOE ha abierto nuevas carpetas para garantizarse el apoyo de Podemos. Un voto en contra de los morados daría al traste con la reforma fiscal. Junts fue durante todo el día el oscuro objeto de deseo, pero los de Puigdemont no dieron su brazo a torcer y mantuvieron la incógnita de su voto con su particular pulso con ERC. En las filas socialistas se hacía de tripas corazón y se intentaba poner al mal tiempo buena cara. «Estamos despejando el camino grupo a grupo», afirmaban fuentes socialistas no descartando el acuerdo final. También en Sumar hay optimismo: «La reforma saldrá adelante».

Sin embargo, después de lo enrevesado y kafkiano de la negociación, nadie se atreve a hacer predicciones sobre lo que sucederá hoy y más con la posición inamovible de Junts. El mundo empresarial también está a la expectativa y en el Gobierno son conscientes que un fracaso hoy hace imposible los presupuestos.

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