Cómo el captagón, la "cocaína de los pobres", mantuvo con vida al régimen sirio de Al Asad
Siria se ha consolidado como el mayor productor mundial de Captagón, una droga estimulante que genera al menos 5.000 millones de dólares anuales y que se ha convertido en el principal producto de exportación del país. Según Al Jazeera, el país controlado desde este fin de semana por los islamistas, produce el 80% del suministro mundial de esta sustancia, y Jordania interceptó 65 millones de píldoras de Captagón solo en 2022, todas originarias del país vecino. Este tráfico ha financiado al régimen sirio de Bachar al Asad, al ejército y a la milicia libanesa Hezbolá (aliada de Asad), mientras que miles de millones han fluido hacia las arcas privadas de la familia del dictador (refugiado en Moscú) y altos funcionarios militares.
Durante la guerra civil siria, esta industria emergió como una solución económica crucial, rivalizando en escala con los grandes cárteles de drogas de México y Sudamérica. Hezbolá ha negado sistemáticamente su participación en la producción de drogas, pero hay informes que indican que Irán estableció instalaciones de fabricación para el grupo en el valle de Beqaa, en el Líbano, cerca de la frontera con Siria.
El Captagón, conocido como "la cocaína de los pobres" o "el coraje químico del Estado Islámico", fue hallado en los vehículos y pertenencias de los terroristas de Hamás tras la masacre del 7 de octubre, evidenciando su papel como motor financiero y logístico en zonas de conflicto. Originalmente desarrollado en los años 60 como un medicamento para tratar trastornos como la narcolepsia y el déficit de atención, el Captagón fue prohibido posteriormente debido a su alto potencial de abuso. Actualmente, lo que se vende bajo su nombre es una mezcla de anfetaminas, cafeína y otros compuestos que generan efectos de euforia, hiperactividad y resistencia al cansancio. Estas propiedades lo han hecho especialmente popular entre combatientes en conflictos armados.
El hermano del presidente sirio, Maher Assad, ha sido señalado como una figura clave en la gestión de esta industria. Como comandante de la Cuarta División del ejército sirio, conocida informalmente como "División Captagón", supervisó operaciones que transformaron la producción de esta droga en una fuente de financiamiento fundamental para el régimen. Siria, antes conocida por su capacidad para fabricar fármacos legales, aprovechó su infraestructura y experiencia para adaptarse al mercado ilícito del Captagón.
La demanda de este tipo de droga en los países del Golfo, especialmente en Arabia Saudí, ha impulsado este comercio ilícito, mientras que el colapso económico de Siria durante la guerra civil facilitó que actores estatales y no estatales recurrieran a su producción como un salvavidas financiero. Este oscuro comercio no solo ha sostenido al régimen de Al Asad en medio del colapso económico, sino que ha alimentado una crisis de salud pública y de seguridad que trasciende las fronteras de Siria, consolidando al Captagón como una de las drogas más polémicas y rentables del mundo.