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Urtasun, Milikito y el circo

A los que provenimos de barrios humildes nos resulta bastante fácil comprender por qué, en las zonas más desfavorecidas, se está dando una persistente fuga de votos del tradicional apoyo a la izquierda para volverse hacia opciones tan opuestas como Vox.

Es sencillo: la gente de a pie no es estúpida y con el tiempo comprueba que siempre, cuando llega a ministro alguien de esos partidos supuestamente proletarios, da la casualidad de que nunca procede de su misma extracción social sino de casa bien.

La perpetuación de privilegios es algo que siempre obstaculiza la movilidad social. Y si algo nos gusta a los de barrio (por la cuenta que nos trae) es que se nos garantice velocidad en ese tipo de movimiento.

Entiendan que es decepcionante votar a alguien para que nos redima a los desposeídos y encontrarte con que, a cambio de tu voto, te envían para hacerlo a la hija de Jorge Verstrynge. Nunca te colocan –no sé por qué– a alguien que haya pasado el mismo frío que tú de pequeño por no tener calefacción central en casa.

En el aspecto de capacitación profesional sucede algo parecido. Tenemos un buen ejemplo en los sucesivos ministros de Cultura zurdos de los últimos tiempos.

Han aterrizado en ese puesto todo tipo de perfiles profesionales, pero raramente alguno que tuviera una larga trayectoria de años contrastada en el sector cultural.

El resultado es que sus preocupaciones, cuando llegan al puesto, generalmente son de tipo estrictamente personal (detestar a los toros o a la religión) y no tienen nada que ver con los problemas técnicos que aquejan al gremio.

Eso dificulta mucho la asunción rápida de las soluciones que deberían ponerse en marcha para proteger al sector. Los ministros más sagaces detectan esa debilidad enseguida y adoptan un perfil bajo, intentando no ponerse estupendos.

Por eso, probablemente ha sido una equivocación del ministro Ernest Urtasun presumir de irse al circo en lugar de asistir a la reapertura de la catedral parisina de Notre Dame.

[[QUOTE:PULL|||Rodeado de payasos y fieras debe sentirse como en la cotidianidad de un Consejo de Ministros]]

No tengo nada contra el circo, pero su aportación a la cultura mundial desde el punto de vista histórico, arquitectónico, filosófico y diplomático es indudablemente un poco menos significativa que la de la catedral francesa.

Si entendemos la cultura como el conjunto de informaciones que contribuyen a aumentar nuestro sentido crítico, es evidente que el monumento francés representa bajo su imagen todas las evoluciones del pensamiento crítico humano desde Víctor Hugo hasta las luchas morales que empezaron cuando Martín Lutero clavó sus críticas en la puerta de la iglesia de Wittenberg.

Ante ese bagaje, los volatines del Cirque Du Soleil, como aportación al pensamiento crítico, quedan algo pobres, la verdad. Solo son remarcables cuando se la pega el chino acróbata y hay un momento de azoramiento entre el público que hace dudar a la autosatisfecha sociedad occidental.

A pesar de su error, insisto en que tengo una enorme comprensión por la simpatía que siente el ministro hacia el circo. Por edad, probablemente creció con Milikito y eso marca. Pero incluso en ese caso, ¿por qué entonces no influye en su partido para que pongan al frente de Cultura a figuras como Emilio Aragón? Que llevan 40 años trabajando en ese sector y gozan del respeto de todo el mundo, así como de un profundo conocimiento de su tarea.

Para los que estamos desde los 19 años en esto de la cultura, la música, la escritura, la radio, el escenario y la televisión, un perfil de ese tipo sería una garantía de que está ahí alguien que sabe de lo que está hablando y que conoce las necesidades industriales concretas de nuestra profesión.

Es lógico, comprensible y perfectamente justificable que Urtasun se encuentre cómodo asistiendo al circo. Rodeado de payasos y fieras, debe sentirse como en la cotidianidad de un Consejo de Ministros. Pero debemos instarle a que intente abandonar su zona de confort.

A ciertas edades, es necesario salir ahí afuera, escuchar a la gente, y tomar la decisión de qué tipo de personaje se quiere ser para el resto de la vida: si Milikito o si Emilio Aragón. En nuestro espectro laboral, grandes profesionales –que se han visto en esa tesitura y no se equivocaron al elegir–, le podrían ilustrar generosamente.

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