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Repunte sorpresa de seminaristas: ¿solo un espejismo?

«Esto no es un programa de reclutamiento». Con esta franqueza se expresa el obispo Jesús Vidal cuando se le felicita por el repunte de seminaristas que está experimentando España en este curso escolar. Y es que, por primera vez en siete años se frena una caída constante en los jóvenes que deciden dar un paso al frente para ser sacerdotes. En total, el número de aspirantes alcanza los 1.036, un 8,3% más con respecto al año anterior, cuando eran 956. Además, este mes de septiembre ingresaron en los centros formativos 239 candidatos en primer curso, un 35% más que en 2022, cuando entraron 177.

«Hay que acoger estos datos en alza con la misma prudencia que cuando bajan para valorar con perspectiva con algunos años si verdaderamente hay un cambio de tendencia», expresa cauteloso Vidal, que además de haber sido nombrado hace apenas una semana obispo de Segovia es el presidente de la Subcomisión Episcopal para los Seminarios. Al hilo de esta reflexión, apunta que «estamos contentos, porque lo que se vuelve a demostrar es que la llamada depende de Dios y que Él llama a cada joven como quiere y cuando quiere».

De estos 1.036 futuribles curas, 825 se están formando en 67 llamados seminarios conciliares, o dicho de otro modo, en los que pertenecen a las diócesis. Los otros 211 formados viven en los seminarios Redeptoris Mater, que están repartidos en diferentes lugares y que pertenecen al Camino Neocatecumenal, la realidad eclesial iniciada por el laico Kiko Argüello y que representan ya el 20% del total. De los seminaristas de primer curso, 59 pertenecen al Camino Neocatecumenal y 180 a las diócesis. Además, la edad media de los seminaristas españoles oscila entre los 25 y 31 años.

A la hora de adentrarse en dónde podría estar el origen de este freno en la caída de vocaciones, en diálogo con su equipo de trabajo, Vidal subraya que «creemos que un factor importante puede ser la Jornada Mundial de la Juventud que se celebró en Lisboa hace dos años». La multitudinaria convocatoria eclesial en la que participó el Papa Francisco contó con la presencia de cerca de 100.000 peregrinos de nuestro país. «Sabemos que estos encuentros son un momento en el que el Señor llama a muchos jóvenes que abren su corazón en una experiencia de fe tan potente», apunta el prelado. De esta manera, aprecia que «dos años es un tiempo más o menos apropiado para haber discernido en sus comunidades sobre a qué se sienten llamados». Es decir, la cita portuguesa habría supuesto un noqueo interior para unos jóvenes que, a su vuelta a casa, habrían aterrizado ese runrún a través de un acompañamiento cotidiano que finalmente se ha traducido en dejar aparcados lo mismo sus trabajos que sus estudios civiles para ser curas. Desde el departamento que pilota Vidal también se apunta a la revitalización de la actividad pastoral de la Iglesia tras el parón de la pandemia como otro elemento dinamizador que podría haber influido en esta mejora de los datos.

Eso sí, no puede darse ni mucho menos por hecho que todo el que entra en un seminario acaba siendo sacerdote. Ese discernimiento previo continúa a lo largo de toda su etapa formativa, que ronda, como mínimo los siete años. De hecho, las estadísticas que ha dado a conocer el Episcopado español desvelan que el pasado curso dejaron sus estudios 86 aspirantes y, el anterior,106. En unos casos, porque él mismo descubre que no es su vocación o su lugar, y, en otros, son los formadores quienes no le consideran idóneo.

En cualquier caso, los 1.036 rostros para la esperanza no lograrían compensar el déficit presbiteral existente en nuestro país. En dos décadas, se ha reducido el número de seminaristas en torno a un 32%. España cuenta con 15.285 sacerdotes. Al echar la vista atrás, en torno a los años 70, habría cerca de veinticinco mil sacerdotes, una caída libre que está exigiendo a la Iglesia repensar cómo reconectar con los propios católicos para transmitir que merece la pena ser sacerdote. Es una de las razones de ser del Congreso Nacional de Vocaciones que se celebrará en Madrid el próximo febrero.

Pero mientras se debate sobre cómo llegar a las nuevas generaciones, la falta de recursos humanos, que se hace especialmente visible en la España vaciada, exige una reestructuración inaplazable. Este fue el principal motivo por el que justo hace un año el Papa Francisco convocó a todos los obispos españoles en Roma. El Pontífice les dio de plazo hasta 2026 para acometer una reestructuración a fondo para fusionar seminarios vacíos o semivacíos, así como para remozar su formación para despejarla de cualquier tinte ideológico.

En este tiempo, algunos pastores han asumido a regañadientes las instrucciones romanas, porque no quieren desprenderse de sus centros formativos. Sin embargo, otros parecen haber tomado nota. Por el momento, al Seminario Interdiocesano de Cataluña que se puso en marcha en 1988 solo se ha sumado por ahora el Seminario Interdiocesano de Santiago Apóstol, que aglutina a tres diócesis gallegas –Santiago, Mondoñedo-Ferrol y Tui-Vigo–, pero al que no se han sumado por el momento ni Lugo ni Orense. Junto a esta fusión oficial, se han dado otras tantas. Por ejemplo, de facto, desde hace varios años el Teologado de Ávila, con sede en Salamanca, aglutina a seminaristas de hasta siete diócesis que conviven en una misma comunidad de formación.

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