Matarraña ¡Silencio! Se crea
En Beceite, desde hace décadas, los adolescentes celebran la llegada del buen tiempo con un chapuzón cristalino en la Fuente de la Rabosa, uno de los pequeños paraísos turquesas que el río Matarraña deja a su paso por el Parque Natural de los Puertos. El agua no está fría, ni mucho menos. De hecho, cuando el calor comienza a mudar la piel invernal, un baño a 19 grados es una alegría.
Dos kilómetros más arriba, en el corazón medieval de la localidad, el río que da nombre a una de las comarcas más bellas de Teruel no oculta ni su bravura, ni la pureza de sus aguas revoltosas. Ambas fueron cualidades necesarias para alimentar la inercia de los Molinos Papeleros de Beceite y Valderrobres, una industria que inició su esplendor a finales del siglo XVIII, cuando el desenlace del Antiguo Régimen estaba cerca. Tras los pequeños miradores de medio punto, situados alineada y estratégicamente en las plantas superiores, se llevaba a cabo el secado del papel artesano. Toda una filosofía de reciclaje circulaba en aquel entonces, hace 200 años, entre estas fábricas papeleras: la fuerza hidráulica y un meticuloso trabajo transformaban las prendas de algodón y lino en pasta de papel, un artículo muy apreciado en España (y el extranjero) que se transportaba en carretas a diferentes puntos de la península. Antes del ocaso de esta industria, en los años 70, mucho juego dio cada una de las fábricas que se levantaron en las márgenes del Matarraña, un río que discurre al abrigo de Los Puertos de Beceite y las sierras caprichosas que ondulan entre las provincias de Teruel y las vecinas Tarragona y Castellón.
Goya y naipes al sol
A través de un estudiado trazado de canalizaciones, túneles y azudes, las nueve fábricas de Beceite y las cuatro de Valderrobres (capital de comarca y, junto a Calaceite, uno de Los Pueblos más Bonitos de España), aprovechaban una misma agua para mover sus ruedas. Gracias a la inercia líquida y a la fuerza motriz de emprendedores y profesionales, de estos edificios patrimoniales salió desde papel moneda a cuero artificial. En la de Antonio Morato, por ejemplo, se fabricó la cartulina para las famosas barajas de Fournier, esos naipes que nos robamos, de mano en mano, durante un sinfín de tardes frías y noches de estío sin brisa. También el papel virgen sobre el que Goya grabó parte de su serie La Tauromaquia. Un pretexto perfecto para volver a bucear en la obra universal del artista de Fuendetodos, en las formas que gritaban su silencio, en la visión descarnada de su tiempo y en las siluetas generosas que reflejaban instantes cotidianos.
Los hermanos Moragrega, que también disfrutaron de sus buenos baños diáfanos algunas tardes de verano, dieron con la clave para que uno de estos edificios de importante valor patrimonial no cayera en el olvido. La primera piedra de la Fábrica de Solfa data de 1793. Tras una rehabilitación de envergadura, que respetó las fachadas originales, en 2009 se inauguraba un hotel encantador donde disfrutar del descanso y de una gastronomía de nivel. Colinda con el elevado puente de piedra de Beceite y la Ermita de Santa Ana, conjunto artístico que se disfruta desde los ventanales del restaurante, un recodo ideal para desayunar sin prisas o para disfrutar con calma del menú degustación elaborado por el Chef Enrique Micolao Álvarez. Una sinfonía de sabores, texturas y hermandad con viticultores y productores locales que recibió, en 2023, un Sol Repsol, y donde solo se cocinan pescados de río.
Si antaño eran los llamados pilateros y las mujeres papeleras los que transitaban entre los secaderos de las plantas superiores, ahora son los huéspedes y comensales los que dan color a este remanso de tranquilidad rural que acaba de cumplir 15 años. Sus ocho habitaciones repasan, una por una, los nombres de las fábricas restantes de la población. Lo Molí del Toscá o La Fábrica del Vicari son algunas de ellas y nos recuerdan que en esta zona se habla un dialecto denominado «chapurreao».
Olfato de película
Los perros husmean con acierto dónde se encuentran las trufas, base de algunos guisos del Restaurante Posada Guadalupe. Este hongo de crecimiento sereno es, junto al aceite y los vinos de autor, algunos de los manjares de esta comarca turolense conformada por 18 municipios. No obstante, son muchos los habitantes de la zona y de otras partes del mundo que han tenido el olfato, y la valentía, de proyectar sus ideas vanguardistas entre la sinfonía de la naturaleza. Quizá esta osadía es la base del sentimiento de comunidad y respeto que se respira al adentrarse en la comarca del Matarraña y al recorrer pueblos de perfil medieval o renacentista que conservan su autenticidad y alguna fachada encalada en añil, método para ahuyentar las epidemias.
[[QUOTE:PULL|||Tierra fértil para trufas, inspiración y sabores, tanto como para atrapar a García Márquez o Donoso]]
Del Matarraña quedaron prendados el nobel Gabriel García Márquez, el escritor chileno José Donoso o Joan Perucho, el juez que acudía con asiduidad a la ahora centenaria Fonda Alcalá, en Calaceite. Aquí el chef Ignacio Alcalá, cuarta generación, aún mantiene en la carta las perdices guisadas que entusiasmaron a Picasso. No obstante, las judías blancas km0 con sardina frita, tocino o longaniza, merecen una oportunidad. Miguel Alcalá, su hermano y sumiller, sabe cómo armonizar con acierto cada plato. Y su padre Miguel, custodio de 102 años de historias, incluso recuerda que en esta tierra sin mar los pescadores de Vinaroz traían hermosas merluzas y calamares en grandes cajas de madera, dos o tres veces por semana, cuando iban de camino a Zaragoza.
De justicia, como impartía Perucho en Gandesa, es reconocer la fuerza del entorno, donde las colosales Rocas del Masmut se baten en belleza con el Parrizal (ruta sencilla de acceso regulado), donde al comenzar la sorpresa mayúscula son las pinturas rupestres La Fenellosa y el silencio que, cuando se diluyen las conversaciones de los caminantes, se eleva entre un cañón centinela de aguas cristalinas. Si damos a cada uno lo suyo, habría que valorar el vigoroso sabor que Mas dels Castellans ha rescatado del corazón de la variedad de aceituna empeltre o recomendar el relax de un paseo en bicicleta por la vía verde de Val de Zafán, que discurre hasta la desembocadura del Ebro. Tampoco se puede obviar el impacto del proyecto disruptivo Solo Houses en Cretas, cuya arquitectura vanguardista contrasta con los atardeceres encarnados y una quietud apenas rota por una escultura de campanillas que tintinean al anochecer (su sonido reflexiona sobre la vida más allá de la muerte y constituye uno de los mensajes que fluyen entre 200 hectáreas naturales, donde se instala la muestra Land Art). En esta locura de hormigón camuflado se han rodado series de la BBC y Netflix. No obstante, tanto la acristalada que se asemeja a un platillo volante, como el cubo brutalista que emerge entre copas arboladas, se pueden alquilar por precios nada desorbitados.
Definitivamente, aquí se pone el alma en cada pequeño o gran proyecto. En Deméter, donde la cata de vinos ecológicos Tel lúric se desarrolla en un entorno mágico. En El Convent, cuyas habitaciones se disponen en el antiguo coro y los brindis con los vinos amigos de Mas de Torubio y Lagar dAmprius se acompañan, con quesos de La Freixneda, en la imponente nave central de 1613. Y en la Hospedería del Santuario de la Virgen de la Fuente que, además de compartir el sabor del Jamón de Teruel D.O. Peñarroya, descanso y un desayuno casero delicioso, alberga un artesonado mudéjar aragonés que deja, literalmente, boquiabierto. Está declarado Patrimonio Mundial de la Unesco. Simplemente pasear junto al río y los jardines colindantes que desembocan en el claustro, merece una escapada a Peñarroya de Tastavins.
Comarca de olivos, de sabores, de arte, de turismo responsable y de una creatividad que atrapa sin remedio. Cada uno con su día a día, pero con la mirada enfocada en dar vida, y cohesión, a esta maravilla inesperada de Teruel. Existe, e incluso cuenta con una Fundación de Restaurantes Sostenibles o una cueva natural donde duerme la pequeña bodega de Mussols. El brindis final por esta armonía de aguas cristalinas, cielos límpidos, historias empedradas y un bendito silencio no podía ser otro que Bayod Borrás. Aquí se habla con emoción desbordante de variedades de uvas, de arraigo a la tierra, de dos amigos del alma y de familia. Y se llora a un padre. Con estas raíces tan profundas, su vino espumoso, el primero elaborado con el método tradicional del champenoise de la provincia, solo podía atesorar un burbujeo inolvidable.