El fantasma del renacer del Estado Islámico se asoma a Siria
Lejos de haber logrado una paz definitiva, el inestable escenario sirio -cuando no se han cumplido dos semanas de la huida de Bachar al Assad y de la caída de su dictadura- augura aún grandes escollos en materia de seguridad para la nueva e incierta fase comandada por los neoyihadistas de Hayat Tahrir al Sham (HTS). Uno de ellos es que una organización terrorista como el Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS) sigue actuando al margen de las nuevas autoridades y pueda aprovecharse del caos reinante en ciertas partes del país a propósito del enfrentamiento entre las distintas fuerzas militares operativas. No en vano, el Daesh, por su acrónimo en árabe, se ha reivindicado esta semana con un ataque mortal a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), el paraguas que agrupa a las milicias kurdas en control de un 25% del territorio del país en el noroeste y cuenta con el apoyo de Estados Unidos. A pesar de la caída del régimen de Assad y de que los neoyihadistas -apoyados por Turquía- del HTS, que siguen preservando una imagen de prudencia y moderación -trabajada durante años, aunque para Washington sigue estando en su lista de entidades terroristas- se hicieron rápidamente con el 60% del territorio sirio en manos de la dictadura, Siria sigue partida de facto en al menos dos administraciones.
Presentes sus remanentes en enclaves desérticos de la franja central del país -situada entre Damasco y las fronteras con Irak-, el Estado Islámico ha sido capaz de sobrevivir a la ofensiva militar exterior que acabó desmantelando su califato en 2019 precisamente con la entrada de las fuerzas kurdas en la localidad siria de Baghouz, en el este del país. Desde 2014 y durante un lustro, la organización yihadista implantó un régimen fundamentalista en tierras tanto de Siria como de Irak. También ha sido capaz de superar la desaparición de su primer líder, Abu Bakr al-Baghdadi, muerto en la Operación Kayla Mueller en octubre de 2019, y otro de sus mandos, Abu Hasan al-Hashimi al-Qurashi, en noviembre de 2022. En los últimos tiempos, las milicias del Daesh presentes en Siria han centrado sus acciones terroristas en las fuerzas prokurdas y el propio ejército del régimen de Asad. Consultado por Al Arabiya, el profesor de la Universidad de Georgetown Bruce Hoffman -experto en cuestiones de seguridad- asegura que «la seriedad de la amenaza y las perspectivas de la reconstitución del Estado Islámico en Siria es auténtica».
Agredidas en las últimas jornadas tanto por las fuerzas proturcas del Ejército Nacional Sirio -no confundir con el ejército del Estado baazista- como por el Estado Islámico, las FDS pidieron ayer tras la agresión de los terroristas en un control -Al Kasrat- de la provincia de Raqqa «un cese de todas las operaciones militares» a fin de abrir «un diálogo pacífico» en el país. En estos momentos las FDS cuentan en las cárceles de su territorio con miles de yihadistas del Estado Islámico detenidos, una potencial amenaza para la seguridad de la zona. Estados Unidos cuenta con 900 soldados sobre el terreno en el noreste y el este de Siria, y los mandos militares estadounidenses han aseverado que sus tropas no se marcharán porque el objetivo es impedir el resurgimiento del Estado Islámico. No en vano, Washington reconocía la semana pasada haber llevado a cabo más de 75 ataques contra posiciones del Estad Islámico en suelo sirio que dejaron más de una docena de muertos.
Por su parte, la coalición militar kurda, cuya fuerza principal son las Unidades de Protección Popular (conocidas por sus siglas kurdas YPG), advirtió además este jueves de que los intentos de rebeldes apoyados por Ankara y el Ejército turco -archienemigo de cualquier veleidad nacionalista kurda- de atacar la ciudad de Kobane «no serán un picnic», prometiendo hacer frente a las ofensivas. Desde que se produjo el derrumbamiento del régimen de Asad, las FDS vienen pidiendo a Washington que exija a Ankara el fin de las hostilidades de las fuerzas proturcas avisando del peligro de que un eventual retroceso de sus posiciones sea aprovechado por el Estado Islámico. «Espero que Estados Unidos ejerza la suficiente presión política como para poder detener estos ataques contra nuestra región. Hasta ahora no está siendo suficiente», expresó el pasado 12 de diciembre el comandante de las FDS Mazloum Abdi.
Un día más tarde, el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, calificó de «imperativa» la necesidad de mantener el nivel de implicación contra el Estado Islámico en Siria tras mantener un encuentro en Ankara con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan. «Nuestro país ha trabajado muy duro durante muchos años para asegurarse de la eliminación del califato del Estado Islámico», afirmó el aún jefe de la diplomacia estadounidense.Además, el mandatario turco, cuyo objetivo indisimulado es aprovechar la ocasión para debilitar a las FDS -que considera una prolongación del PKK- aseveró que su país «nunca concederá debilidades en la lucha contra el Daesh».