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Incertidumbre en el primer mes de la Siria «neoyihadista»

Un mes se cumplió ayer de la huida de la familia Asad a Rusia y de la inesperada entrada en Damasco -tras una fulgurante operación militar- de las nuevas autoridades sirias, lideradas por Hayat Tahrir al Sham (HTS), una organización nacida de Al Qaeda que insiste en marcar distancias con las ideas y praxis yihadistas de sus orígenes. Muchos más son los interrogantes que las respuestas que plantea, por ahora, la supuesta transición -sin que se sepa aún hacia dónde- que pilotan los islamistas desde hace justo cuatro semanas.

Ingente es la tarea que los paramilitares de HTS y, de manera particular, su líder, Abú Mohamed al Jolani -que parece renunciar a su nombre de guerra y optar por su nombre real, Ahmed Huseín al Charaa-, tienen por delante. Los neoyihadistas, que al margen de su indudable éxito militar -haber hecho caer una férrea dictadura de más de medio siglo en apenas diez días- apenas cuentan en su haber con la experiencia de unos pocos años de gobierno en la aislada y pauperizada demarcación de Idlib, tendrán que gestionar un país y una economía destruidos, con una población sumida en la pobreza, y un territorio de facto dividido. No ha tardado el nuevo liderazgo sirio en aventurar que la futura constitución siria tardará entre dos y tres años en estar lista y que habrá que esperar al menos cuatro para que los ciudadanos sirios puedan votar libremente por sus representantes. Nada se sabe aún, en cambio, sobre qué forma de Estado adoptará la renovada República de Siria y si, llegado el momento en que los ciudadanos puedan expresarse en las urnas, imperará un Estado de Derecho que respete el pluralismo político. En cambio, más claro parece tenerlo el hombre fuerte de la nueva Siria sobre la necesidad de respetar a las minorías religiosas -musulmanes alauitas, cristianos y drusos, entre otras- en la nueva etapa dominada por islamistas sunitas. En primer lugar, Al Charaa -o Al Jolani- recibe un país de facto dividido. Si el desmoronamiento de la dictadura de los Asad ha permitido a HTS hacerse con el control de Damasco y resto de ciudades importantes -Alepo, Hama, Homs- de Siria, existen amplias zonas del desértico oriente del país donde continúan operando elementos yihadistas afiliados al Estado Islámico de Irak y el Levante. No en vano, en pleno desmoronamiento de la dictadura siria, tanto la aviación israelí como la estadounidense efectuaron varios ataques contra elementos de la organización terrorista, y con ello lanzaron un claro mensaje: si la caída del régimen baazista es una buena noticia porque debilita a la República Islámica de Irán, no menos importante para los intereses de Washington sigue siendo evitar que se produzca un renacer de los yihadistas del Daesh.

Además, más del 20 por ciento del territorio sirio -en el noreste del territorio- está gobernado desde hace una década por las prokurdas Fuerzas Democráticas Sirias, un paraguas militar encabezado por las Unidades de Protección Popular (YPG). Los previsibles choques entre las fuerzas kurdas, que han contado con el apoyo de Estados Unidos, y las milicias leales a Turquía -encabezadas por el Ejército Nacional Sirio- se han agravado en las últimas jornadas, y en el pasado fin de semana los enfrentamientos se cobraban un centenar de vidas. Por su parte, Ankara revelaba también el domingo haber «neutralizado» más de tres decenas de «terroristas» del PKK en el norte de Siria. Un problema que obligará, antes o después, a Al Jolani y los suyos a pactar el encaje de los kurdos en el nuevo Estado sirio una vez que ha desaparecido el enemigo común a riesgo de una escalada bélica en el noreste del país.

Recuperar la economía siria tras trece años de guerra y décadas de dictadura será uno de los más difíciles retos para las nuevas autoridades. Según datos de Naciones Unidas, el 90% de la población siria vive en condición de pobreza. Desde la llegada al poder, los nuevos responsables de la faceta económica exigen el levantamiento de las sanciones impuestas por Occidente al régimen de los Asad como condición indispensable para comenzar a insuflar vida a la situación. Otro de los retos de las nuevas autoridades rebeldes será el de la integración de las fuerzas armadas del régimen y resto de milicias que siguen operando en suelo sirio -a la cabeza de ellas las kurdas Fuerzas Democráticas Sirias- en el futuro ejército estatal. Aunque los milicianos de HTS se han hecho con el control de un importante número de armas, difícil es saber qué futuro aguarda para los integrantes del Ejército de la dictadura Asad, cuya renuncia a combatir contra un enemigo mejor preparado explica el rápido colapso del régimen.

Por otra parte, la composición del gobierno de transición no ha sorprendido: distintas sensibilidades islamistas, aunque no hay representantes nítidamente radicales. Ni una sola mujer ministra, aunque hay algunos altos cargos femeninos, el más importante de ellos el de la gobernadora del Banco Central de Siria.

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