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Deseo de Navidad: abordar la pobreza infantil

Garantizar el bienestar de los niños, niñas y adolescentes es una obligación que España asume desde 1990, cuando se adhirió a la Convención sobre los Derechos del Niño, impulsada por la Organización de las Naciones Unidas. Sin embargo, los últimos informes publicados indican que la pobreza infantil cada vez es un problema menos atendido en nuestro país.

«A pesar de los últimos años de bonanza económica, España sigue presentando una de las tasas más elevadas de pobreza infantil de la Unión Europea (UE), con aproximadamente un 30% de los niños y niñas en riesgo, frente a un 20% de la población general». Esto es lo que señala «Políticas para un futuro sin pobreza infantil en España», un estudio presentado en este último mes del año por la Plataforma de Infancia España y Save the Children. En él, se indica a su vez que del PIB total, España invierte solo el 1,5% en protección de la infancia, una cifra insuficiente para unos números que asustan y que muestran que no se está abordando de manera prioritaria algo que nos atañe a todos.

Según el último comunicado de Aldeas Infantiles, difundido hace unas semanas, más de 2,7 millones de menores viven en riesgo de pobreza o exclusión social en nuestro país; y más de un millón están en situación de pobreza severa, lo que implica dificultades para cubrir necesidades tan básicas como mantener una temperatura adecuada en casa, acceder a una alimentación equilibrada o disponer de recursos educativos.

Según explican desde la organización de atención directa a la infancia más grande el mundo, «las familias hacen esfuerzos enormes, pero los ingresos no alcanzan y el aumento del coste de la vida multiplica las desigualdades. A menudo deben elegir entre pagar el alquiler o la calefacción, comprar material escolar o alimentos frescos…». Estas situaciones desgastan a los adultos «y ponen a los niños y niñas en una situación de constante inestabilidad». Las consecuencias que esto tienen en su educación y en sus emociones desde ese momento y probablemente a lo largo de toda su vida son enormes. «Cuando los adultos viven con la incertidumbre constante de no saber si podrán cubrir necesidades básicas, la carga emocional se intensifica y los niños y niñas lo perciben con claridad, manifestándolo a menudo a través de ansiedad, tristeza o sentimientos de culpa», señala la portavoz de Aldeas Infantiles SOS, Arantza Sanz. Las mudanzas forzadas, la precariedad o la imposibilidad de mantener rutinas dañan también su seguridad, lo que afecta a su rendimiento escolar y su desarrollo social. Por ello, desde Aldeas Infantiles han aprovechado esta época navideña, tan relacionada con la ilusión, para lanzar una campaña y alertar de que, para muchas familias, el mayor deseo de estas navidades (y quizá de todo el año) es que sus hijos puedan crecer en las condiciones adecuadas.

Emergencia silenciosa

Aldeas Infantiles SOS alerta de que miles de familias en España están viviendo una «emergencia silenciosa dentro de sus propios hogares». Bajo el lema «EnciendeSuLuz», esta ONG internacional quiere mostrar cómo un gesto puede iluminar la vida de niños que viven sin electricidad, sin alimentos básicos o sin calefacción. La campaña incluye un espot que recrea escenas cotidianas en un hogar donde la nevera está prácticamente vacía, la luz no se enciende y el frío se siente en cada rincón. «Esto no es una casa… es una emergencia», se escucha de fondo. «Con tu donación a Aldeas Infantiles SOS, enciendes la luz, llenas la nevera y devuelves el calor al hogar. Esta Navidad, enciende su luz», reza la campaña, que permanecerá activa hasta el 6 de enero y que destinará todos los fondos recaudados a apoyar a familias pertenecientes a los «Programas de Prevención y Fortalecimiento Familiar».

El objetivo de estos programas es dar herramientas a las familias para que los jóvenes crezcan en entornos seguros, estables y afectivos, evitando que tengan que salir de sus hogares; y es que una de las principales premisas de Aldeas Infantiles es que, donde mejor están los niños y niñas, es en sus casas, y con sus familias.

La organización trabaja de forma coordinada con centros educativos, servicios sociales y comunidades locales para asegurar una red de apoyo estable, al tiempo que impulsa acciones de sensibilización para situar la pobreza infantil en el centro de la agenda pública. «No es solo una cuestión de recursos, sino de derechos», defienden desde la institución.

Los llamados centros de día son programas comunitarios que se enmarcan también dentro del ámbito de la prevención y el fortalecimiento familiar. Están dirigidos a trabajar con niños, niñas, jóvenes y familias en situación de riesgo, exclusión o vulnerabilidad social, ofreciéndoles una adecuada intervención socio-educativa, terapéutica o integral, y promoviendo estrategias que hagan posible una mejora en su bienestar personal, familiar y social.

Alina Barrasa es la directora del centro de día de Aldeas Infantiles SOS en Collado Villalba (Madrid). En una entrevista para LA RAZÓN, reconoce que aunque tienen mucho trabajo durante todo el año, en estas fechas navideñas sí se nota que «hay más necesidad». Desde su centro y desde los otros dos que hay en la Comunidad de Madrid se intenta evitar la separación de padres e hijos, «porque creemos que donde mejor están los menores es con sus familias, y por eso intentamos que los entornos donde vivan sean los más protectores posibles», explica.

Para muchos hogares, cuando empiezan las vacaciones de diciembre empieza también el agravamiento de la situación que viven. Pensar qué hacer con sus hijos para poder acudir al trabajo; valorar algún plan navideño que despierte su ilusión; hacer frente a fechas señaladas que implican regalos y actividades de ocio… «No todo el mundo tiene las mismas oportunidades, las mismas condiciones para hacer frente a la vida diaria y a los parones en la vida diaria», lamenta Barrasa, a lo que añade que todos estos motivos llevan a los centros de día de Aldeas Infantiles a permanecer abiertos en estas fechas. «Intentamos así apoyar a las familias que trabajan para que tengan unas vacaciones lo más divertidas posibles, para que los niños puedan tener las mismas oportunidades de ocio que cualquier otro de su edad. El otro día, por ejemplo, vinieron los Reyes Magos e hicimos una entrega de juguetes, y haremos también una chocolatada y comeremos roscón», dice Alina.

Según defienden desde Aldeas Infantiles, «muchos niños, niñas y adolescentes no pueden acceder a actividades extraescolares, deportivas o culturales, lo que limita su participación social y profundiza la desigualdad». Estas experiencias compartidas y el contacto con sus iguales «son fundamentales para su desarrollo emocional y social», aseguran.

Cuando lo económico se convierte en la máxima preocupación, muchas cosas de la vida diaria se ven alteradas. Esta «carga emocional intensa», como la define Alina, repercute en la seguridad de los más pequeños (y también en la de los adultos): «El estrés familiar también afecta los vínculos. Al final, si los cuidadores están preocupados por cubrir lo básico, no disponen de la misma energía para atender las necesidades emocionales de sus hijos e hijas. Lo que queremos desde los centros de día es aliviar un poco ese estrés, esa tensión, ofreciéndoles ayuda económica, ayuda emocional y un espacio donde puedan tener un entorno protector, en el que los niños puedan desarrollarse, con educadores de referencia que están ahí tanto para ellos como para sus familias». Entre los tres centros de día con los que cuenta Aldeas Infantiles se da apoyo a cerca de 110 familias.

Tal y como afirma Alina, «no hay un perfil concreto» dentro de las personas que llegan a estos centros. «Vienen mamás solas, familias nucleares, abuelos que están acogiendo a sus nietos… Hay de todo». Quien acude aquí acude buscando herramientas para crear un «entorno estable, seguro y afectivo», apunta Barroso, antes de añadir que «el objetivo principal es mejorar su calidad de vida, prevenir que su situación empeore y proteger el derecho de cada niño a crecer rodeado de su familia, de afecto y de apoyo». Un apoyo que también necesitan ellos como centro, y que requiere de la colaboración de las instituciones, del Gobierno y de toda la sociedad: «Solo así podemos conseguir que las vidas de millones de familias mejoren un poquito», concluye.

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